El sumo sacerdote Elí y sus hijos perversos
Ofní y Finés: sacerdotes corrompidos
En la iglesia que asistía, durante años el pastor fundador cometió abusos sexuales contra varias mujeres y ejerció amenazas sobre hombres en posiciones de liderazgo. Tras una larga investigación, la verdad finalmente salió a la luz, y él dejó de ser pastor. Sin embargo, no hubo justicia para las víctimas, quienes tuvieron que soportar años de sufrimiento y vergüenza.
Pero el problema no terminaba ahí. La iglesia padecía una profunda falta de disciplina y una cultura de encubrimiento, en la que los líderes ocultaban la verdad de lo que ocurría. Nadie enfrentó al pastor ni lo corrigió: simplemente renunció, sin consecuencias para él ni para quienes permitieron su abuso.
Cuando reflexiono sobre los acontecimientos de los últimos años en mi antigua iglesia, veo un paralelismo con la historia del sumo sacerdote Elí y sus hijos corruptos, el tema central de nuestro estudio hoy.
Elí, Ofni y Finés
Elí fue el sumo sacerdote de Siló durante la etapa final del período de los jueces en Israel. Tenía dos hijos, Ofní y Finés, quienes también ejercían como sacerdotes. El sacerdote debía ser el intermediario entre Dios y su pueblo, pero a Ofní y Finés no les importaban las cosas de Dios ni le temían. Su comportamiento demostraba que, en realidad, no lo conocían. Eran perversos: saqueaban los sacrificios ofrecidos al Señor, se acostaban con las mujeres que servían en el santuario y nunca intercedían por el pueblo ante Dios. Con sus acciones, deformaron la imagen de Dios ante Israel, convirtiéndolo en un ladrón lujurioso.
Uno de los deberes fundamentales de los sacerdotes era recibir las ofrendas de carne que el pueblo entregaba por sus pecados. Según el texto, el proceso debía seguir un orden establecido: una vez que la carne del sacrificio era hervida, el ayudante del sacerdote tomaba un tenedor de tres dientes y extraía una porción, que debía ser la única parte destinada para él. Sin embargo, en vez de respetar este procedimiento sagrado, Ofní y Finés abusaban de su posición, apropiándose de los sacrificios de manera corrupta. Comenzamos con la historia.
Dale al sacerdote algo de carne para asar
I Samuel 2:15-17: Antes de quemar la grasa en el altar, el ayudante hablaba con el que estaba por ofrecer el sacrificio y le decía: «Dale al sacerdote algo de carne para asar, pues no te aceptará carne cocida». Si el hombre contestaba: «Primero quema la grasa, y luego puedes tomar lo que quieras», entonces el ayudante del sacerdote contestaba: «No, dame la carne ahora. ¡Si no me la das, te la quitaré a la fuerza!» De esta manera, Ofni y Finés mostraban que no respetaban las ofrendas presentadas al SEÑOR. ¡Este era un pecado muy grave ante los ojos del SEÑOR!
¡Si no me la das, te la quitaré a la fuerza!
Incluso su ayudante era corrupto, exigiendo al pueblo que le entregara carne para asar, carne que pertenecía al Señor, y si se negaban, la tomarían por la fuerza. Con la carne cruda, la preparaban según su gusto o la vendían. Era una práctica ampliamente conocida entre quienes acudían a Siló con sus sacrificios. Debido a estas y otras atrocidades que cometieron, muchos se apartaron de Dios. Al robar y profanar Su santuario con su avaricia, quebrantaron el corazón del Señor.
Mientras tanto, el joven Samuel crecía en estatura y en el favor del Señor y de Israel. Nunca se cortó el cabello, en cumplimiento de la promesa que su madre, Ana, había hecho al Señor. Se vestía como los sacerdotes, llevando una túnica y un efod de lino. Continuamos con la historia, conociendo qué le aconteció a Ana, una esposa que, a pesar de su infertilidad, jamás dejó de creer en el poder y la bondad del Señor.
Que el SEÑOR te dé más hijos
I Samuel 2:19-21: Cada año su mamá le hacía una pequeña túnica y se la llevaba cuando iba a Siló con su esposo para ofrecer el sacrificio anual. Elí bendecía a Elcaná y a su esposa, diciendo: «Que el SEÑOR te dé más hijos con Ana en pago del niño que Ana prestó y dedicó al SEÑOR». Elcaná y Ana regresaron a casa, y el SEÑOR fue bondadoso con Ana concediéndole tres hijos y dos hijas, mientras Samuel crecía sirviendo al SEÑOR.
Infértil a bendecida
Una vez al año, Elcaná y Ana visitaban a su primogénito; no lo abandonaron al cuidado de Elí. Ana le confeccionaba una túnica nueva cada año y se la llevaba. Probablemente dejaron otros artículos personales para su hijito, como un peine para su cabello largo, aceites y otros productos esenciales para su crecimiento saludable y fuerte, aliviando así en parte la carga de Elí en su custodia del niño. Dios bendijo a Ana concediéndole cinco hijos más. Dado que Elcaná amaba a Ana y no a Peniná, es posible que se haya arrepentido de haberse casado con esta última solo para tener descendencia, ahora que su amada le había dado una familia numerosa.
Desde su infancia, Samuel se distinguía de los demás niños: vestía con atuendo sagrado, jamás cortó su cabello y, en lugar de jugar o aprender un oficio, servía diariamente en el santuario. Estudió la ley de Moisés con dedicación, leyéndola y memorizándola hasta dominarla, preparándose así para enseñar y corregir al pueblo de Dios. Por las palabras de Elí, sabemos que valoraba profundamente la presencia de Samuel, a quien consideraba como un hijo—un hijo obediente, respetuoso y atento a sus enseñanzas.
Aunque no logró guiar a sus propios hijos, Elí fue un excelente maestro para el joven Samuel. En gran medida, su influencia contribuyó a la fidelidad de Samuel, enseñándole todo acerca del servicio a Dios y actuando como una figura paterna para él.
A esas alturas, Elí ya era un anciano sin autoridad sobre la vida de sus hijos adultos. Continuamos con la historia, explorando su fallido intento de corregirlos.
Con frecuencia oía sobre las cosas que sus hijos les hacían a los israelitas
I Samuel 2:22-25: Elí era muy anciano. Con frecuencia oía sobre las cosas que sus hijos les hacían a los israelitas en Siló y también que sus hijos se acostaban con las mujeres que servían en la entrada de la carpa de reunión.
Él les dijo a sus hijos: «El pueblo me cuenta todo el mal que ustedes hacen. ¿Por qué actúan así? Déjense de eso. El pueblo del SEÑOR está hablando mal de ustedes. Si alguien peca contra otro ser humano, tal vez Dios le ayude, pero si alguien peca contra el SEÑOR, entonces ¿quién va a poder ayudarle?»
Pero como los hijos de Elí se negaron a escucharlo, el SEÑOR decidió matarlos.
Si no cambian, Dios los va a matar
Además de robar al pueblo, los hijos de Elí se acostaban con las mujeres que servían en la carpa de reunión. En aquella época, una mujer considerada impura difícilmente podía casarse, pues ningún hombre digno la aceptaría. Entonces, ¿cómo es que estas mujeres cedían ante ellos? Es solo una de varias señales de la corrupción y la maldad que prevalecía en ese tiempo: mujeres dispuestas a ser repudiadas por sus futuros esposos a cambio de un instante de placer con los hermanos.
Elí intentó hacerlos cambiar, pero ya era demasiado tarde; eran adultos, tercos e inmorales. Por su conducta, podemos suponer que no los disciplinó en su infancia. Quizás lo más grave fue que, debido a su maldad, la gente se alejó de Dios: dejaron de adorarlo, de ofrecerle sacrificios y de creer en Él. Muchos en Israel comenzaron a rendir culto a dioses falsos por la influencia del comportamiento de Ofni y Finés. No es directamente culpa de Elí que sus hijos actuaran con tanta perversidad, pero, al no haber hecho nada para evitarlo, terminó siendo cómplice de su corrupción.
Elí escuchaba con frecuencia sobre las maldades de sus hijos y les aconsejaba que dejaran de pecar, pero nunca les prohibió continuar en su oficio. Su advertencia no fue suficiente para corregirlos; sus hijos se negaron a escucharlo, conscientes de que su padre no los castigaría.
Un día, un profeta se acercó a Elí con un mensaje directo de Dios. Continuemos con lo que el Señor le reveló.
Honras a tus hijos más que a mí
I Samuel 2:29-34: Entonces ¿por qué miras con desprecio mis sacrificios y ofrendas? Honras a tus hijos más que a mí. Engordas con lo mejor de la carne siendo que el pueblo de Israel me ofrece esa carne a mí”.
»El SEÑOR Dios de Israel prometió que la familia de tu papá le serviría por siempre, pero ahora el SEÑOR dice: “¡Eso nunca! Honraré al pueblo que me honra, pero al que se niegue a respetarme, le irá mal. Se acerca la hora en que destruiré a todos tus descendientes, nadie de tu familia llegará a viejo. Le irá bien a Israel, pero en tu casa verás que sucederán calamidades, nunca habrá ancianos en tu familia. No acabaré de una sola vez con tus descendientes, uno de ellos continuará sirviendo en mi altar y llegará a viejo. Sin embargo, los demás morirán a filo de espada. Te daré una señal: tus dos hijos, Ofni y Finés, morirán el mismo día.
Destruiré a todos tus descendientes
Para corregir a sus hijos, el primer paso habría sido prohibirles continuar dañando al pueblo y permitirles experimentar la humillación de perder el sacerdocio, obligándolos a ganarse la vida de otra manera. Después de un período de prueba en el que demostraran una vida dedicada al Señor, podrían recibir ciertas responsabilidades en el santuario, pero siempre bajo estricta supervisión. Ante la menor infracción, regresarían al punto de partida. Con el tiempo, los hijos podrían recuperar la confianza de su padre y del pueblo de Israel, acercándose a Dios y, eventualmente, reparando parte del daño causado mediante el arrepentimiento y la aceptación de cualquier disciplina de Dios.
Sin embargo, nada de esto ocurrió; ni Ofni ni Finés quisieron reconciliarse ni con Dios ni con el pueblo. No mostraron arrepentimiento. Así que Dios decidió quitarles la vida. Quizás esto parezca severo, pero ambos hermanos estaban llevando al pueblo a alejarse del Señor. Dios es paciente y lo fue con ellos, pero no podía permitirles seguir causando más daño.
La profecía se cumplió años más tarde, cuando Doeg, el edomita al servicio del rey Saúl, ejecutó a filo de espada a todos los sacerdotes descendientes de Elí, salvo uno. A pesar de haber recibido una advertencia profética, Elí no hizo nada con esta revelación y permitió que sus hijos continuaran comportándose de manera perversa, sin corregirlos.
En los próximos capítulos, veremos el cumplimiento de la profecía sobre la muerte de sus hijos al mismo día. En el próximo estudio, veremos el llamado de Samuel por parte de Dios.
Para reflexionar:
1. ¿Cómo crees que la falta de disciplina y corrección en la infancia puede afectar el carácter y las decisiones de una persona en su adultez?
2. Si hubieras estado en el lugar de Elí, ¿qué medidas habrías tomado para tratar de redimir a sus hijos y evitar el daño que causaban al pueblo?
3. En tu propia vida, ¿cómo manejas el equilibrio entre la paciencia y la toma de decisiones firmes cuando enfrentas situaciones difíciles con otras personas?