La samaritana trae muchos a Jesús
Muchos conocen y creen en Jesús por el testimonio de la samaritana
En el previo estudio, conocimos a una samaritana que saca agua del pozo en Sicar al mediodía. Aunque significa romper todas las reglas, Jesús habla con ella, diciéndole algo sobre su pasado que ella prefería esconder: ha estado casada cinco veces y ahora está viviendo con un hombre que no es su marido. En este estudio, la samaritana ya no procura esconder su pasado porque cree que Jesús es el Mesías, y trae muchos samaritanos a conocer a Jesús. Luego, los discípulos aprenden la necesidad de romper con cualquier cosa que impide que uno conozca al Mesías.
Cuando la historia se abre, Jesús acaba de revelarle a la mujer samaritana que él es El Mesías. Podemos imaginar que la mujer está de pie cerca de Jesús; iba a decirle algo, pero ya no importa. Sonríe y llora a la misma vez. Deja que su cántaro se caiga; el agua roce sus pies y suelta una grita de alegría. Mira a Jesús en los ojos y sonríe de oreja a oreja. Por todo lo que él sabe sobre su vida, por sus palabras, por su forma de no juzgarla, ella lo cree.
El texto dice que en ese momento sus seguidores regresaron de comprar comida. Quizás unos no pudieran esperar y masticaran pedazos de pan, deseando que no fuera pan samaritano. Comenzamos la historia leyendo lo que sus seguidores no se atrevieron decirle a su maestro comparado con la reacción de la samaritana.
¿Tú qué quieres de ella?
Juan 4:27-29: En ese momento regresaron sus seguidores. Estaban muy sorprendidos de que él estuviera hablando con una mujer, pero ninguno le preguntó: «¿Tú qué quieres de ella?» o «¿Por qué estás hablando con ella?»
La mujer dejó su cántaro de agua, se fue al pueblo y le dijo a la gente:
—¡Vengan a ver a un hombre que me dijo todo lo que he hecho! ¿Podría ser este el Mesías?
¿Podría ser este el Mesías?
¿Cómo Juan, el autor, sabía que esto era lo que estaban pensando? A lo mejor porque él estaba pensando esto. ¿Por qué no pensarían que esté sanándole de algún mal? Tal vez no pudieran superar el hecho de que Jesús hablaría con una samaritana, de una raza impura, de un ancestro inferior, sin conocimiento de la mayoría de las escrituras. No dudaban de las intenciones de Jesús, pero ¿las intenciones de ella? Las dudaron y mucho.
Al contraste, vemos el cambio radical en la samaritana. Hace unos minutos vino al pozo sola, procurando esconder su pecado, anhelando no tener que aguantar otro día de calor y humillación. Pero después de su encuentro con Jesús, se convierte en otra persona. Está tan emocionada que deja su agua y llama a todos a venir y conocer al hombre que le dijo todo lo que ha hecho. ¿Por qué está emocionada? Jesús la confrontó en su pecado, pero le importaba mucho más que únicamente exponer sus pecados. Todavía ha tenido cinco esposos, todavía está viviendo con un hombre que no es su marido, pero su perspectiva ha cambiado. Ya no tiene la necesidad de tratar de esconder su pasado; en vez de esconderse, dirige los demás a Jesús. Quizás se da cuenta que todos sean pecadores, aunque para algunos es más fácil esconder su maldad, y que el único Dios no busca perfección, sino la adoración en espíritu y verdad. En ningún momento Jesús le dijo que iba a darle una nueva vida más fácil; todavía tendrá que lidiar con su situación, pero ahora tiene la esperanza que solo viene con la llegada del Mesías. Y él reveló quien es a ella- ¡a ella! Ahora en vez de esconderse de sus vecinos metiches, los busca, anunciando las buenas nuevas.
Ella está en una relación adúltera, pero el pueblo es cómplice; no obedecieron la ley que dice que hay que matarla. Aun si ella es una mujer de mala fama, dejaron sus quehaceres para conocerlo; aun si no fuera creíble, tal vez estuvieran tan desesperados que no tendrían nada que perder al tomar su palabra y salen al calor. Los habitantes de Sicar estaban hambrientos por la verdad, para conocer a Dios, no fingir tener una experiencia con Él en el monte.
El texto dice que sus discípulos le pidieron a Jesús que comiera algo. En vez de comer con sus seguidores, Jesús les contesta de una forma que ellos no entienden. Continuamos, leyendo una porción de la respuesta de Jesús.
¿Ya comió? ¿Cómo?
Juan 4:32-36, 38: Pero él les dijo:
—Yo tengo una comida que ustedes no conocen.
Entonces sus seguidores comenzaron a preguntarse unos a otros:
—¿Será que alguien ya le trajo algo de comer?
Jesús les dijo:
—Mi comida es hacer lo que Dios quiere porque él es quien me envió. Estaré satisfecho cuando termine el trabajo que él me dio. … levanten los ojos y observen los campos porque ya están listos para la cosecha. El que cosecha recibe su paga. Está reuniendo una cosecha para la vida eterna. Así que tanto el que siembra como el que cosecha sienten alegría. Los envié para que cosechen un campo que ustedes no trabajaron. Fueron otros los que lo trabajaron, y ahora ustedes disfrutan del trabajo de ellos.
Este, ¿Entonces no tiene hambre?
A lo mejor los discípulos piensan que esa mujer le trajo comida y por eso estaban hablando. Notamos que nadie le pregunta directamente, sino que se preguntan el uno al otro, como suelen hacer. Jesús no reprendió a la samaritana, pero parece que reprende a sus seguidores. ¿Por qué? ¿Acaso no necesitaban comer? Tal vez los reprenda por cómo quieren evitar a los samaritanos en vez de alimentarlos con la verdad. Quiere que se levanten los ojos más allá de la tradición y la ley para ver que gente que no sean exactamente como ellos tienen la misma necesidad: la salvación que únicamente él puede ofrecerles. Ahora que Jesús abrió el camino para ellos, pueden disfrutar de cosechar en Samaria, pero para lograrlo, tendrán que superar sus prejuicios. Continuamos con el final de esta historia, leyendo como el testimonio de esta mujer trajo a muchos samaritanos a creer en Jesús.
Fueron muchos más los que creyeron por lo que Jesús decía
Juan 4:39-42: Muchos samaritanos de ese pueblo creyeron en Jesús por el testimonio de la mujer: «Él me dijo todo lo que he hecho». Entonces los samaritanos se le acercaron, le pidieron que se quedara con ellos y él se quedó allí dos días. Fueron muchos más los que creyeron por lo que Jesús decía. Le dijeron a la mujer:
—Ya no creemos sólo por lo que tú dices, creemos por lo que nosotros mismos hemos escuchado. Ahora sabemos que este hombre sí es el Salvador del mundo.
Ahora sabemos que este hombre sí es el Salvador del mundo
Por el testimonio de esta mujer, muchos samaritanos conocieron y creían en Jesús. Los samaritanos dejaron sus prejuicios y una larga historia de ser dañados por los judíos. Jesús los enseñó, y el texto dice que había muchos que ponían su fe en él. Ni siquiera pidieron una señal, nada más creían. Declararon que él es el Salvador del mundo mucho antes que los judíos lo reconocieron. Notamos que dicen el Salvador del mundo, no tan solo de los judíos.
Los seguidores no recibieron su deseo de irse de Samaria lo más rápido posible, sino que se quedaron dos días. Es posible que en estos dos días, el milagro más grande ocurriera en los corazones de los discípulos, quienes abrieron sus ojos a la cosecha que está en todos partes, incluso en lo prohibido por tradición y años de resentimiento.
En los próximos estudios, Jesús sana al hijo de un oficial y los de Nazaret lo rechazan.
Para procesar:
1. ¿Hay algún pecado que tratas de esconder de todos? ¿Qué tendría que pasar para que se lo confesaras a Dios y te arrepintieras?
2. ¿Por qué Jesús les habla a sus discípulos de una forma que no entienden?