¿Quiénes eran los tres que visitaron a Abraham?
Buenas y malas noticias dadas por el Señor
En el estudio anterior conocimos al misterioso sumo sacerdote del Señor, Melquisedec. En este estudio, el Señor se les apareció a Abraham y a Sara, dándoles las noticias que tanto habían esperado, pero ellos dudaron en vez de creer con alegría.
Si has experimentado la frustración y la desilusión de la infertilidad, imagina por un momento que el Señor mismo te da la buena noticia de que, dentro del plazo de un año, tendrás ese bebecito que habías esperado por tantos años. Y no hay duda de que sería un nacimiento milagroso: ya hace años que estás en la menopausia y, humanamente hablando, no es posible que te embaraces. Esto es exactamente lo que sucedió con Abraham y Sara: recibieron una visita del Señor y de dos seres celestiales.
Cuando la historia empieza, era la hora más calurosa del día, y Abraham estaba descansando en la entrada de su carpa. Comenzamos la historia leyendo la sorpresiva visita de sus vidas.
El SEÑOR se le apareció a Abraham
Génesis 18:2-5: Levantó los ojos y vio a tres hombres de pie frente a él. Cuando los vio, corrió desde la entrada de su carpa para encontrarse con ellos, se postró rostro en tierra y dijo:
—Señor, si he merecido su aprobación, por favor quédese conmigo. Yo soy su siervo. Permítanme traerles un poco de agua. Luego laven sus pies y descansen bajo un árbol. Traeré un poco de pan para que repongan sus fuerzas. Después podrán continuar su camino. Permítanme hacer esto ya que han venido hasta aquí, donde está su siervo.
Entonces ellos dijeron:
—Haz lo que has dicho.
Un banquete digno de un rey
Cuando levantó la vista, vio a los tres hombres. Ya que eran del cielo, tal vez aparecieron de repente dentro del campo de visión de Abraham. De inmediato, Abraham reconoció que era el Señor quien lo visitaba. Abraham era un hombre sumamente importante, con siervos y riquezas. No permitió que su estatus ni las promesas que Dios le había hecho lo llenaran de orgullo. En aquel entonces, si no era un asunto de vida o muerte, los hombres no corrían. Al reconocer que se trataba de Dios, no se desmayó ni se asustó, sino que reaccionó como deberíamos: corrió hacia Él y se postró en reverencia.
No supuso que tuviera el favor del Señor, aunque Él lo visitó. Le pidió quedarse con él para poder servirles él mismo y no uno de sus muchos siervos. Sabía que era el Señor, pero eso no le impidió practicar la hospitalidad tradicional de aquella época, incluyendo el lavado de pies y el ofrecimiento de comida. Dios no necesita comer, pero Abraham quería ofrecerle lo mejor de lo que tenía, y Él lo aceptó.
Después, apurado y sin explicarle por qué, Abraham le pidió a Sara que preparara pan. Luego, pidió a uno de sus siervos que preparara un asado con el cordero que había elegido. El banquete fue preparado rápidamente, pero con esmero. Tanto Sara como el siervo sintieron la urgencia de Abraham. Al terminar, Abraham presentó el banquete a los tres visitantes. En ningún momento les preguntó quiénes eran, qué hacían allí o qué querían que hiciera. Abraham no olvidó que era un siervo, y no se atrevió a sentarse con ellos, sino que permaneció de pie a su lado, listo para cualquier cosa que necesitaran.
¿Quiénes son los otros dos visitantes?
El texto nos dice que uno de ellos era el Señor. Pero ¿quiénes eran los otros dos? Se trataba del Señor acompañado de dos ángeles, los tres en forma humana. Además, en el capítulo siguiente, Génesis 19, se afirma que los otros dos eran ángeles. El Señor se quedó hablando con Abraham sobre la destrucción de Sodoma, y los otros dos fueron enviados a Sodoma por Dios para destruirla.
Después de comer y descansar un poco, hablaron con Abraham y le preguntaron dónde estaba Sara. Abraham les contestó que estaba en la carpa. Continuamos con la historia leyendo el mensaje especial que los visitantes tenían para la pareja y su reacción.
¿Existe algo imposible para el SEÑOR?
Génesis 18:10-15: Uno de ellos dijo:
—Te aseguro que regresaré el próximo año por este mismo tiempo y tu esposa Sara tendrá un hijo.
Sara estaba escuchando la conversación a la entrada de la carpa que estaba detrás de él. Tanto Abraham como Sara ya eran muy viejos, y a Sara ya no le venía el período menstrual. Así que se rió silenciosamente y dijo: «Estando yo tan vieja y acabada, y siendo mi esposo un anciano, ¿aun sentiré placer sexual?»
Luego el SEÑOR le preguntó a Abraham:
—¿Por qué Sara se rió y dijo: “Será posible que yo tenga un hijo siendo tan vieja”? ¿Acaso existe algo imposible para el SEÑOR? Regresaré por este mismo tiempo, en la primavera del próximo año, y Sara tendrá un hijo.
Pero Sara se asustó y lo negó diciendo:
—Yo no me reí.
Y el Señor le dijo:
—Sí, tú te reíste.
No me reí
Tanto Sara como Abraham dudaron de lo que Dios les decía; después de todo, Sara tenía unos 90 años y, además de ser estéril, hacía muchos años que había entrado en la menopausia. Por lo tanto, decidió darle a Agar a Abraham, un gran error del que la pareja viviría para lamentarse. Dios le reveló a Abraham que Sara le daría el tan esperado hijo dentro de un año. A escondidas, Sara escuchó la conversación y no creyó lo que oyó. Además de la imposibilidad de quedar embarazada por las razones ya mencionadas, el texto implica que, en su vejez, Abraham sufría de impotencia sexual. Aunque el Señor se tomó la molestia de visitarlos personalmente, Sara no creyó que estuviera a punto de presenciar un milagro. Fue atrevida: al ser confrontada por haberse reído, aunque silenciosamente, de lo que Dios le había dicho, mintió y no cedió, a pesar de que Dios la enfrentó con la verdad. Tanto Sara como Abraham dudaban, y, aun así, Dios los bendijo grandemente.
Rumbo a la destrucción
Después de comer y anunciar el nacimiento del hijo prometido, los tres visitantes se dirigieron hacia Sodoma, y Abraham los acompañó para despedirse. Lot —junto con su esposa, sus dos hijas y una caravana de siervos— había tomado la imprudente decisión de vivir en Sodoma, a pesar de saber la vida pecaminosa que allí se llevaba. Además de visitar a Abraham y compartir las buenas noticias, el Señor le dio una mala: tendría que destruir Sodoma. Continuamos con la historia, leyendo lo que el Señor le dijo a Abraham.
Sus pecados son tan grandes
Génesis 18:20-22: Luego el SEÑOR dijo:
—Existen tantas quejas en contra de Sodoma y Gomorra, y sus pecados son tan grandes, que he decidido bajar a ver si en realidad han hecho todas las cosas malas que me han dicho. Y si no las han hecho, yo lo sabré.
Finalmente los dos hombres se marcharon de ahí y caminaron hacia Sodoma. Pero Abraham se quedó de pie ante el SEÑOR.
La maldad infamosa de Sodoma
Abraham sabía perfectamente cuán malvada era Sodoma; todos conocían la infamia de esta ciudad. Pero Abraham amaba a su sobrino Lot. Este pasaje puede resultar un poco confuso: por su naturaleza, el Señor es omnisciente, es decir, lo sabe todo. Entonces, ¿realmente necesitaba “bajar” a ver Sodoma y Gomorra? ¡Por supuesto que no! Dios ya sabía cuán perversa era Sodoma y que no había ni siquiera diez personas justas en la ciudad. No era necesario que descendiera para ver sus barbaridades, pero lo hizo como una prueba para Abraham: ¿buscaba él la justicia a toda costa, o tenía un corazón misericordioso? ¿Se deleitaría en la destrucción de la ciudad o suplicaría clemencia por sus habitantes?
Dios quiere que seamos tan misericordiosos con otros como Él lo es con nosotros. En el pasaje que leeremos a continuación, puede parecer que Abraham se atrevió a discutir con Dios, pero no es así. Dios estaba probando que su elegido fuera un hombre compasivo, humilde y no orgulloso ni presumido.
Continuamos con la historia, leyendo cómo Abraham rogó por Sodoma.
Destruir a los justos junto con los perversos
Génesis 18:23-26: Se le acercó y le dijo:
—¿En realidad vas a destruir a los justos junto con los perversos? Tal vez haya 50 justos en la ciudad. ¿Aun así la destruirías? ¿No perdonarías a toda la ciudad por esos 50 justos que viven en ella? Tú no harías algo así: matar a la gente justa junto con la perversa. Si así fuera, el justo sería tratado de la misma manera que el perverso. Ni se te ocurra. ¿Acaso el Juez del mundo no debe hacer justicia?
Luego el SEÑOR dijo:
—Si llego a encontrar 50 justos en Sodoma, por ellos perdonaré a toda la ciudad.
No la destruiré para salvar a esos diez
Así continuó su conversación: Abraham fue bajando el número de justos requeridos hasta llegar a un acuerdo con Dios: si había diez personas justas en Sodoma y Gomorra, Él no destruiría las ciudades. Es difícil imaginar que diez personas justas vivieran entre tanta maldad. Y Dios ya lo sabía. Sabía que no había ni siquiera diez justos allí, y sabía que iba a destruir la ciudad.
En el próximo estudio, examinaremos la vida de Lot y la destrucción de Sodoma.
Para procesar:
1. ¿Hay promesas de Dios que me cuesta creer por las circunstancias que me rodean?
2. Como Abraham y Sara, ¿he permitido que el tiempo, la lógica o mi experiencia pasada limiten mi fe en lo que Dios puede hacer?
3. ¿Estoy dispuesta a orar con compasión incluso por personas o lugares que considero perdidos?
4. ¿Mi corazón se parece más al de Dios, deseando salvación, o al del mundo, buscando castigo?