Elisabet, la madre de Juan el Bautista

Una ancianita estéril se convierte en la madre de Juan el Bautista

En el previo estudio, vimos a María, la madre de Jesús, recibir el mensaje de Gabriel con alegría, a pesar de las dificultades que esas buenas noticias le traerían. En este estudio vamos a conocer a Elisabet, la madre de Juan el Bautista. Examinaremos su tremenda fe y cómo, en un instante, Dios la transformó de una mujer despreciada en la mamá de uno de los profetas más importantes de todos los tiempos.

Así comienza la historia de Elisabet, con la manera en que Lucas —el autor del evangelio que lleva su nombre— la describe.

Elisabet era una mujer recta

Lucas 1:5-7: En los tiempos del rey Herodes de Judea había un sacerdote llamado Zacarías, del grupo de Abías. La esposa de Zacarías se llamaba Elisabet y venía de la familia de Aarón.  Los dos hacían el bien ante los ojos de Dios, cumpliendo sin falta las leyes y los mandatos del Señor.  No tenían hijos, porque Elisabet era estéril y además ambos ya eran ancianos.

Elisabet era estéril

Zacarias y Elisabet hacían el bien ante los ojos de Dios, pero aun así sufrían. Cuando se menciona que Elisabet era estéril, surge la cuestión de si era ella o Zacarías quién tenía el problema. En los ejemplos de Sara, Raquel, y Ana, sabemos que ellas eran estériles porque sus maridos tuvieron hijos con otras esposas; además, el texto nunca dice que Zacarías fuera estéril.

Es fácil imaginar a la recién casada emocionada por formar una familia y, con el paso de los años, la inmensa tristeza al ver que esto no sucedía. Jugaba con los niños de sus vecinos y con sus sobrinos, y se angustiaba cada vez que no lograba quedar embarazada. Como esposa de un sacerdote, todos la miraban como un ejemplo a seguir. En aquel tiempo, una pareja sin hijos era vista como bajo la maldición de Dios.

Cuando los conocemos, ya eran ancianos y no esperaban tener hijos, pero aun así seguían cumpliendo fielmente todas las leyes. El texto nos asegura que el pecado no fue el impedimento para que formaran una familia.

Los sacerdotes pertenecían a grupos, y a cada grupo le correspondía cumplir sus funciones en el templo dos veces al año, por un periodo de una semana. El resto del tiempo vivían con sus familias y servían en sus comunidades. Ese año, durante una de sus semanas de servicio en el templo, Zacarías fue escogido para la oportunidad de su vida: quemar incienso y orar por Israel. Mientras oraba, el ángel Gabriel se le apareció y le anunció que él y Elisabet tendrían un hijo. Pero Zacarías no lo creyó, y por lo tanto quedó mudo hasta el nacimiento del niño. Así continúa la historia con la reacción de Elisabet ante este milagro.

Elisabet quedó embarazada

Lucas 1:23-25: Cuando terminó su tiempo de servicio, se fue a su casa. Poco tiempo después, su esposa Elisabet quedó embarazada y no salió de su casa por cinco meses. Ella pensaba: «¡Qué bueno ha sido el Señor conmigo! Él me ayudó y ahora la gente ya no me despreciará por no poder tener hijos».

La gente ya no me despreciará por no poder tener hijos

Al llegar a su casa, Zacarías ya no pudo hablar. ¿Cómo le comunicó el mensaje de Gabriel a Elisabet? Como sacerdote, tenía una educación que incluía la escritura, pero como la mayoría de las mujeres, es posible que Elisabet fuera analfabeta. Aun así, Zacarías encontró la manera de comunicarle todo lo que había acontecido, aunque tuviera que escribirlo y pedir a un vecino que se lo leyera.

Cuando entendió lo que le había sucedido a Zacarías, ¿cómo reaccionó? ¿Le pidió a Zacarías que la llevara a la cama de inmediato? El texto no lo indica, pero por su fe, sin duda recibió el mensaje con alegría, alabando a Dios. Tal vez, al contarle su embarazo a Zacarías, él se sintió mal por no poder compartir un grito de júbilo.

¿Por qué Elisabet no salió de su casa durante cinco meses? Quizá como una precaución para evitar un aborto espontáneo, permaneció en reposo hasta que pasó el peligro de perder a su bebé.

Sentimos compasión por ella cuando declara que la gente ya no la despreciará. En aquel tiempo, los hijos lo eran todo para una mujer casada. Su valor como persona estaba estrictamente vinculado a su capacidad de dar a luz, preferiblemente varones. Ser estéril era casi como recibir una sentencia de muerte. Sin hijos, no había manera de mantenerse si llegaban a quedar viudas.

No sabemos con precisión qué edad tenía, pero como el texto la describe como anciana, ya había pasado la menopausia. Como Sara, quien concibió en su vejez, Elisabet quedó encinta mientras sus amigas disfrutaban de ser abuelas, o incluso bisabuelas. Sin embargo, a diferencia de Sara y de Zacarías, Elisabet no dudó.

Gabriel también visitó a María  y le dijo que su pariente Elisabet estaba en el sexto mes de embarazo. Entonces María fue a visitar a Elisabet y se quedó con ella durante tres meses. Así continúa la historia con la alegría que su visita brindó al bebé que Elisabet llevaba en su vientre.

Elisabet se llenó del Espíritu Santo, y gritó

Lucas 1:40-45: Fue a la casa de Zacarías y saludó a Elisabet. Cuando Elisabet escuchó el saludo de María, el bebé saltó dentro de ella. Entonces Elisabet se llenó del Espíritu Santo, y gritó:

—¡Dios te ha bendecido más que a todas las mujeres, y ha bendecido al bebé que tendrás! ¿Quién soy yo para que la mamá de mi Señor venga a verme? Cuando oí tu saludo, el bebé dentro de mí saltó de alegría. El Señor te bendecirá porque creíste que sucedería lo que él te dijo.

Elisabet y María 

Dios le regaló algo muy especial a Elisabet a través del bebé que llevaba en su vientre: le dio el Espíritu Santo y, con él, la capacidad de reconocer a su Señor. Aun con fuertes dolores en todo el cuerpo, se mantenía alegre por la promesa que acompañaba aquel nacimiento: preparar el camino para el Hijo de Dios que María llevaba.

Elisabet transmitía humildad, reconociendo que la madre del Rey de Reyes estaba ante ella. Tiene sentido que se llenó por un momento del Espíritu Santo, porque Juan, aun no nacido, ya lo poseía.

Había sido un gran alivio para María no tener que explicarle nada a Elisabet; ella la creyó y sabía que seguía siendo virgen, sin necesidad de convencerla. Elisabet la confortó, asegurándole que el Señor la bendeciría por haber creído. Durante su visita, es probable que María ayudara a su pariente con los quehaceres y le hiciera compañía, ambas gozando de la fortaleza espiritual y del apoyo emocional mutuo. Los eruditos bíblicos creen que María regresó a Nazaret justo antes del nacimiento de Juan, para mantenerse ritualmente pura y evitar contacto con la sangre.

Antes de emprender el viaje, es probable que Elisabet la consolara, preparándola para hablar con sus padres y con José, pero, sobre todo, dejando que el Espíritu Santo obrara. Así continúa el final de la historia de Elisabet: llegó por fin el día tan anticipado.

Elisabet dio a luz a Juan

Lucas 1:57-60: Cuando llegó el momento de dar a luz, Elisabet tuvo un hijo. Sus vecinos y parientes se alegraron con ella al escuchar que el Señor había sido tan bueno con ella.  A los ocho días de nacido, cuando el niño iba a ser circuncidado, vinieron, y querían ponerle por nombre Zacarías, como su papá. Pero la mamá levantó la voz y dijo:

—¡No! Su nombre debe ser Juan.

Elisabet la mamá

Para Elisabet, dar a luz a un hijo seguramente fue muy difícil y sumamente doloroso, pero al recibir a su pequeño en brazos por primera vez, toda la agonía valió la pena. Todos esperaban que le pusieran el nombre de su padre, Zacarías. Sin embargo, la nueva madre no permitió que esto sucediera; anunció que su hijo se llamaría Juan. Esto causó confusión, porque no era un nombre de la familia. Entonces preguntaron a Zacarías qué nombre debía ponerle a su hijo, y él confirmó con firmeza que se llamaría Juan.

Después del nacimiento de Juan, el texto la identifica como mamá en vez de Elisabet, lo cual significa que, al convertirse en madre, su identidad cambió por completo. Más importante aún que salir del desprecio, el hijo que tuvo preparó el camino para Él que llevó nuestro desprecio, haciendo posible que, en lugar de recibir el castigo que merecemos, al poner nuestra fe en Él —como hizo Elisabet— podamos pasar la eternidad con Él. Cuando nacemos de nuevo en Cristo, nuestra identidad ya no está definida por lo que éramos antes, sino que somos hijos de Dios.

Reflexión:

1. Seguir a Dios no es una garantía de no padecer; al contrario, Él pone a prueba a todos sus hijos para que crezcan y tengan más fe en Él. Si estás pasando por algo difícil, orando sin recibir respuesta, es posible que estés atravesando una prueba espiritual.

¿Hay algo que le has pedido a Dios por mucho tiempo sin obtener respuesta?

Si es así, después de tanto esperar, ¿ha disminuido tu fe?

¿Le has dicho al Señor que no entiendes por qué aún no te ha contestado?

2. Dios nos habla a través de su Palabra, de los acontecimientos y, a veces, de otras personas.

Cuando has escuchado una palabra de Dios, ¿qué fue lo que te dijo?

¿Cómo reaccionaste: como Elisabet, con fe y alegría, o como Zacarías, con duda e incredulidad?

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