Noé, el diluvio, y una promesa
Noé, el diluvio, y una promesa
La gente se vuelve mala
Han transcurrido al menos mil años desde el nacimiento de Caín hasta la llegada de Noé, y durante ese extenso período, la humanidad se ha hundido en una espiral de corrupción progresiva. Siguiendo el ejemplo de Caín, los hombres se volvieron violentos, engañosos y crueles, entregándose a todo tipo de inmoralidad. Eran artesanos de sus propios ídolos, tallados en madera y piedra, y mezclaban la adoración con rituales sexuales degradantes. Satanás actuó con rapidez tras el anuncio del Mesías en Génesis 3:15, intentando sabotear la línea mesiánica desde su inicio. Mujeres completamente entregadas a la perversión se unieron voluntariamente a hombres poseídos por demonios, engendrando una generación corrompida: los Nefilim, gigantes malvados, violentos y perversos, cuyo impacto agravó la maldad sobre la tierra.
Aunque cada uno hacía lo que le parecía bien, en realidad estaban perdidos, siguiendo a Satanás sin saberlo, intentando adormecer su miseria espiritual con placeres vacíos. La maldad había alcanzado tal magnitud que Dios lamentó lo que Satanás intentó hacer y la necesidad de comenzar de nuevo. No permitiría que Su Mesías naciera de una descendencia endemoniada; por lo tanto, decretó destruir a Su creación para, paradójicamente, salvarla.
Sin embargo, en medio de esa oscuridad, había un hombre que caminaba en rectitud: Noé. En este estudio, continuamos nuestra travesía por el libro de Génesis, enfocándonos en la vida de Noé, su familia, y el diluvio que transformó la historia. Comenzamos leyendo el lamento de Dios ante la maldad total de Su creación.
Borraré de la faz de la tierra al ser humano
Génesis 6:6-8: El SEÑOR lamentó haber creado a los seres humanos en la tierra y se indignó. Entonces el SEÑOR dijo: «Borraré de la faz de la tierra al ser humano que yo he creado. Destruiré a los seres humanos, a los animales domésticos, a los que se arrastran por el suelo y a las aves del cielo porque lamento haberlos hecho».
Sin embargo, el SEÑOR tenía un buen concepto de Noé.
Noé le agradó a Dios
No sabemos con certeza cuánta gente habitaba la tierra antes del diluvio, pero muchos eruditos bíblicos estiman que ya habia millones de personas. La magnitud de la maldad en ese tiempo puede inferirse por el hecho de que Noé fue el único hombre justo y recto en toda la tierra. Escuchaba directamente de Dios, y vivía en obediencia. Era bisnieto de Enoc, aquel que tuvo una relación tan íntima con Dios que no murió, sino fue llevado directamente al cielo.
Noé estaba casado, y tenía tres hijos: Sem, Cam y Jafet. Todos sus hijos estaban casados. Esto plantea una pregunta inquietante: si Noé era el único justo, ¿de dónde provinieron las esposas de sus hijos? ¿Eran también rectas, o simplemente las menos corrompidas entre una generación perversa? Vale la pena pensar en eso porque el pecado no desapareció con el diluvio. Como veremos más adelante, uno de los hijos de Noé revelará una naturaleza malvada, lo que sugiere que la semilla de la maldad no fue erradicada por las aguas, sino que sobrevivió en el corazón humano, incluso dentro del arca.
Dios habló directamente con Noé, revelándole que destruiría a todos los seres vivientes sobre la tierra, excepto a él y a su familia. Aun en medio del diluvio, Dios abrió el camino para preservar la humanidad, demostrando que Su justicia nunca está divorciada de Su misericordia. Le dio a Noé instrucciones detalladas para construir un arca de tres niveles, con una sola puerta y compartimentos aptos para su familia y los para una pareja de cada especie animal.
Parece que antes del diluvio, jamás había llovido, sino que el agua brotaba desde la tierra (Génesis 2:6). Por lo tanto, ver agua cayendo del cielo habría sido una experiencia aterradora y sin precedentes. Si nunca había llovido, la obediencia de Noé adquiere una dimensión aún más admirable: construyó un barco colosal sin evidencia visible de la amenaza anunciada. Leemos el elogio del autor del libro de Hebreos en cuanto a la fe de Noé.
Fe ciego en el Dios que ve todo
Hebreos 11:7: Por la fe, Noé recibió una advertencia de Dios sobre algo que aun no se podía comprobar. Respetó la advertencia de Dios y construyó un barco muy grande para salvar a su familia. Con su fe, Noé demostró que el mundo estaba equivocado, y así recibió las bendiciones del que agrada a Dios.
Con su fe, Noé demostró que el mundo estaba equivocado
Para sus vecinos, su fe parecía una locura, y sin duda se burlaron de él. Sin embargo, Noé perseveró, guiado por la voz de Dios y no por la opinión de los hombres. Continuamos la historia con las instrucciones específicas que Dios le dio para prepararse para el diluvio.
Estoy a punto de destruir todo
Génesis 6:17-21: Estoy a punto de enviar un gran diluvio a la tierra para destruir todo ser bajo el cielo que tenga aliento de vida. Todo en la tierra morirá, pero haré un pacto contigo. Tú entrarás al barco con tus hijos, tu esposa y tus nueras. Mete al barco una pareja de cada especie de todos los animales, para que sobrevivan contigo. Esa pareja debe ser un macho y una hembra. Dos de cada especie…de animal…vendrán a ti para que sobrevivan. También debes almacenar y llevar un poco de cada tipo de comida para que se alimenten tú y los animales».
Noé obedeció al pie de la letra
Después de décadas del trabajo obediente y silencioso, probablemente unos setenta y cinco años, Noé y sus hijos completaron el arca exactamente según las instrucciones que Dios le dio. Entonces Dios le ordenó a él y a su familia entrar en el arca, anunciando que llovería durante cuarenta días consecutivos. En la Escritura, el número cuarenta suele representar un período de prueba espiritual: Jesús ayunó en el desierto durante cuarenta días, Elías caminó sin alimento durante ese mismo lapso, y los israelitas vagaron cuarenta años por el desierto.
¡Vamos al arca!
Noé, su esposa, sus tres hijos y sus nueras entraron al arca junto con una pareja de cada especie animal. El texto dice que en lugar de tener que buscarlos, Dios mismo los trajo, guiándolos desde los rincones más remotos de la creación. Podemos imaginar la escena: animales emergiendo de selvas, montañas y cielos, acercándose voluntariamente al arca como si obedecieran una voz inaudible.
Cuando todos estuvieron dentro, Dios cerró la puerta. ¿Cómo fue escuchar los golpes desesperados en la madera, los gritos, las súplicas, y luego el silencio absoluto? La lluvia cayó sin cesar, elevando el arca hasta que flotó sobre la tierra. Las aguas continuaron hasta cubrir incluso las montañas más altas. En el siguiente pasaje, contemplaremos el poder del diluvio y el juicio que transformó la historia humana.
Adiós a… todo
Génesis 7:23-24, 8:1: Así Dios borró a todo ser viviente de la faz de la tierra: seres humanos, animales, criaturas que se arrastran y aves. Todos fueron destruidos en la tierra, sólo quedaron Noé y los que estaban con él en el barco. El agua se mantuvo a ese nivel durante 150 días. Entonces Dios se ocupó de Noé y de todos los animales salvajes y domésticos que estaban con él en el barco. Hizo que un viento soplara sobre la tierra y el agua comenzó a evaporarse.
Dios se ocupó de Noé
Dios se ocupó de Noé, de su familia y de todos los animales que estaban con ellos en el arca. La provisión nunca faltó, nadie se enfermó, y cada criatura sobrevivió. Imaginemos por un momento la realidad de aquel encierro: más de un año viviendo en la oscuridad, rodeados por el hedor persistente del excremento, los gemidos inquietos de los animales, y la incertidumbre que pesaba sobre cada día. Tenían que limpiar las habitaciones sin tener a dónde desechar los residuos, soportar el temor de que la estructura no resistiera la presión de las aguas, que la comida se agotara, o que la enfermedad se infiltrara en aquel espacio cerrado. Pero nada de eso ocurrió. Dios, en Su fidelidad, sostuvo cada vida dentro del arca, cuidando cada detalle con precisión. En medio del diluvio, el arca se convirtió en un santuario de gracia, y la presencia de Dios fue el verdadero sostén que los mantuvo vivos.
Fin del diluvio
Finalmente cesó la lluvia, y Dios hizo soplar un viento sobre la tierra para que las aguas comenzaran a retirarse. Pasaron los días, y la familia de Noé notó que el arca ya no se movía: luego se enteraron de que se había posado sobre las montañas de Ararat. Sin embargo, aún faltaban meses para que la tierra fuera seca y pudieron salir.
Después de un largo tiempo, Noé abrió la ventana del techo. No habían visto la luz del sol en meses, y el resplandor los cegó momentáneamente. Para comprobar si la tierra estaba suficientemente seca, soltó una paloma, pero esta regresó sin encontrar dónde posarse. Siete días después, la soltó nuevamente, y volvió con una hoja de olivo en el pico —una muy buena señal. Una semana más tarde la paloma fue liberada por tercera vez, y no regresó: había encontrado un nuevo hogar.
La familia esperó aún dos meses más, hasta que Dios les indicó que podían salir. Habían pasado aproximadamente dieciocho meses dentro del arca. Al salir, liberaron a todos los animales. Noé, profundamente agradecido, construyó un altar al Señor. Tomó animales puros y los ofreció en sacrificio; tal vez eran animales extras, y no parte de la parejas. El aroma agradó a Dios, y en respuesta, hizo una promesa que marcaría el inicio de una nueva era para la humanidad.
Nunca volveré a destruir todo ser viviente
Génesis 8:21-22: El SEÑOR olió el agradable aroma de los sacrificios y se dijo a sí mismo el SEÑOR: «Puesto que desde su juventud el ser humano tiende siempre a hacer el mal, nunca más volveré a maldecir la tierra por culpa del hombre. Así que nunca volveré a destruir todo ser viviente como lo acabo de hacer. »Mientras el mundo exista, siempre habrá siembra y cosecha, frío y calor, verano e invierno, día y noche».
Génesis 9:11-13: « Les prometo a ustedes que nunca más usaré un diluvio para terminar con la raza humana y nunca más habrá un diluvio que destruya la tierra».
Y Dios dijo: «Esta es la señal del pacto que hago con ustedes y con todos los seres vivientes. Mi pacto continuará por todas las generaciones. En las nubes cuelgo mi arco, el arco iris, que servirá como señal del pacto que yo hago con el mundo.
El nuevo comienzo
Tras el diluvio, Dios estableció un nuevo comienzo para la humanidad. Como señal de Su pacto, colocó el arco iris en el cielo, prometiendo que jamás volvería a destruir la tierra mediante un diluvio. Aunque hoy en día el símbolo del arco iris se ha convertido en promover esa misma maldad que prevalecía antes del diluvio, su origen representa la fidelidad de Dios hacia Su creación. Dios bendijo a Noé y a su familia, instruyéndolos a multiplicarse y llenar la tierra.
El mundo después del diluvio trajo cambios significativos: antes del diluvio, la humanidad era vegetariana, pero ahora se les permitió consumir carne, con la restricción explícita de no ingerir sangre. Además, Dios advirtió que los animales, aunque bajo el dominio del hombre, ahora le temerían, marcando una nueva dinámica entre criatura y humanidad.
En esta tierra renovada, Noé comenzó a cultivar, convirtiéndose en el primero en plantar un viñedo, e hizo vino. Pero al probar el fruto de su labor, se envolvió en una situación problemática que revelaría que, aunque el diluvio había purificado la tierra, el corazón humano seguía necesitando redención. Continuamos la historia con el episodio que expone la persistencia del pecado, incluso después del diluvio.
Borracho y burlado
Génesis 9:21-23: De las uvas hizo vino. Un día, tomando del vino en su carpa se emborrachó, se desnudó y terminó inconsciente. Cam, el papá de Canaán, vio a su papá desnudo y salió a contárselo a sus hermanos. Sem y Jafet tomaron un manto, lo pusieron sobre sus hombros y caminaron de espaldas cubriendo la desnudez de su papá. Caminaron de espaldas y no vieron a su papá desnudo.
Maldiciones y Bendiciones
Cuando Noé despertó y supo lo ocurrido, no maldijo directamente a Cam, sino a su nieto Canaán, proclamando que sería esclavo de sus hermanos. Muchos estudiosos bíblicos sugieren que Canaán compartía o reflejaba la naturaleza irreverente de su padre, y, por lo tanto, el abuelo maldijo a su nieto. Esta maldición, más que una reacción impulsiva, fue una profecía que anticipaba el futuro de los cananeos bajo el dominio de los descendientes de Sem, los hebreos. Sin embargo, el cumplimiento de esa maldición tomaría siglos.
Noé vivió 950 años. Este último episodio marca el cierre de su relato bíblico, dejando una advertencia solemne sobre el poder de la honra y las consecuencias de la irreverencia.
Reflexión
1. ¿Cómo puedo cultivar una fe como la de Noé, que obedeció a Dios sin evidencia visible y en medio de la burla social?
2. ¿Qué áreas de mi vida muestran señales de contaminación espiritual que necesitan ser purificadas, así como Dios limpió la tierra en el diluvio?