¿Quiénes eran los hijos de Dios y los Nefilim?
La verdadera causa del diluvio
En el estudio anterior, examinamos la historia de Caín y Abel: cómo Abel agradó a Dios por su fe y obediencia, mientras que Caín, movido por celos y rechazo, terminó asesinando a su hermano.
Ahora, antes del diluvio, el relato bíblico nos presenta un pasaje enigmático y profundamente polémico: Génesis 6 menciona a los “hijos de Dios” y a los Nefilim, figuras que han generado múltiples interpretaciones a lo largo de la historia. Este estudio se centrará en una de las explicaciones más sostenidas, explorando quiénes eran estos seres, cuál fue su propósito, y qué consecuencias tuvo su aparición en la narrativa bíblica. A través de este análisis, veremos cómo su presencia contribuyó a la corrupción de la humanidad, y por qué Dios tuvo que comenzar todo de nuevo con el diluvio para salvar a Su creación.
¿Quiénes eran “los hijos de Dios”?
Antes de que las aguas del diluvio cubrieran la tierra, el libro de Génesis nos presenta un pasaje enigmático que ha desconcertado a estudiosos por siglos. En Génesis 6, se menciona la interacción entre los llamados “hijos de Dios” y las “hijas de los hombres”, dando lugar a una generación malvada: los Nefilim. Este estudio propone una interpretación dentro de la corriente más aceptada por eruditos cristianos, reconociendo que existen otras explicaciones posibles.
La expresión “hijos de Dios” aparece en otros textos bíblicos (Job 1:6; 2:1). En esos contextos, se considera que eran ángeles caídos —es decir, demonios— que desobedecieron los límites establecidos por Dios, y fueron movidos por el deseo carnal hacia las mujeres humanas. Este acto no solo violó la separación entre el mundo espiritual y el mundano, sino que trajo consecuencias devastadoras para la humanidad. Leemos el texto:
“Cuando los seres humanos comenzaron a multiplicarse, a extenderse por toda la tierra, y tuvieron hijas, 2 los hijos de Dios vieron que las hijas de los seres humanos eran hermosas. Así que eligieron y se casaron con las que quisieron. 3 El SEÑOR dijo: «Mi espíritu no se quedará en los humanos para siempre porque ellos son mortales. Tan sólo vivirán 120 años». 4 Los gigantes vivían en la tierra en esos días, y también después, cuando los hijos de Dios tuvieron relaciones sexuales con las hijas de los seres humanos y ellas tuvieron hijos con ellos. Son los héroes famosos de tiempos antiguos,” (Génesis 6:1–4).
¿Seres espirituales con seres humanos?
Una de las dificultades más intrigantes del pasaje de Génesis 6 es la aparente unión entre seres espirituales —los llamados “hijos de Dios”— y mujeres. ¿Cómo podrían ángeles caídos, por naturaleza incorpóreos, tener relaciones con seres humanos?
Existen dos interpretaciones principales. La primera sostiene que estos seres tomaron forma humana, desobedeciendo los límites establecidos por Dios, y se unieron a mujeres en matrimonio. Aunque Mateo 22:30 afirma que los ángeles no se casan, este texto describe una excepción rebelde: entidades que no obedecieron su diseño original, lo cual indica que no eran ángeles fieles, sino demonios.
La segunda teoría, (y más aceptada), propone que estos seres espirituales poseyeron cuerpos de hombres impíos —hombres que voluntariamente se ofrecieron como instrumentos del mal— y, a través de ellos, se casaron con mujeres y tuvieron hijos. Estos descendientes, conocidos como el Nefilim, eran corrompidos por la influencia demoníaca, fueron conocidos por su violencia y, por razones no totalmente claras, por su estatura gigantesca y su maldad.
Sea cual sea la interpretación, el texto revela una humanidad tan depravada que no solo toleró lo antinatural, sino que lo abrazó voluntariamente. La presencia de esta generación de gente endemoniada intensificó la degeneración moral de la humanidad, y su legado de violencia fue una de las razones por las que Dios decidió enviar el diluvio.
El diluvio no fue un castigo, fue la misericordia de Dios
Hombres endemoniados teniendo relaciones con mujeres marcó un punto de quiebre. La maldad se multiplicó, la violencia se normalizó, y la tierra quedó llena de corrupción. Dios tuvo que intervenir. Este pasaje señala una degeneración progresiva de la creación. La belleza física se convirtió en criterio para la unión, desplazando el diseño de Dios para el matrimonio. La mezcla de lo demoniaco con lo humano, realizada en rebelión, produjo una descendencia violenta y poderosa: los Nefilim, seres que aterrorizaron la tierra y corrompieron la línea de sangre de la humanidad. El diluvio no fue un castigo impulsivo, sino un acto de misericordia para preservar la pureza de Su propósito para la humanidad. En su misericordia, Dios decidió borrar a los seres humanos, excepto a Noé, quien halló gracia ante sus ojos por caminar en rectitud.
Los “hijos de Dios” tuvieron relaciones con mujeres
El texto afirma que los “hijos de Dios” no tomaran por la fuerza a las mujeres; más bien, se indica que ellas accedieron libremente a unirse con ellos. Este detalle, lejos de suavizar el pecado, revela la gravedad de la corrupción espiritual que dominaba en ese tiempo: no se trató únicamente de una invasión demoníaca, sino de una entrega de cuerpo y alma a colaborar en la maldad.
En el Nuevo Testamento, se describe a los demonios como seres violentos, depravados, y destructivos: habitan en sepulcros, poseen fuerza sobrehumana, y atormentan a sus víctimas (Marcos 5:3–5; Mateo 8:28). Que mujeres aceptaran casarse con demonios —o con hombres dominados por ellos— muestra hasta qué punto la humanidad había perdido discernimiento, sensibilidad moral y reverencia por Dios. Si estas mujeres deseaban unirse a seres con tales características, no solo abrazaban la rebelión, sino que se exponían voluntariamente al horror. El deseo humano por lo profano, cuando se normaliza y hasta se romantiza, es una señal clara de que la maldad no solo ha entrado en el mundo —sino que ha sido aceptada. Esta unión no fue un accidente: fue una colaboración entre el cielo caído y la tierra corrompida, y sirvió como preludio inevitable del diluvio.
¿Cuál fue el propósito de “los hijos de Dios”?
El propósito de los “hijos de Dios” va mucho más allá de una simple atracción física hacia las mujeres humanas. Bajo la dirección de Satanás, estos ángeles caídos tenían como objetivo estratégico corromper el linaje humano, en un intento deliberado por frustrar la promesa mesiánica anunciada en Génesis 3:15. Desde el momento en que Dios declaró que la descendencia de la mujer aplastaría la cabeza de la serpiente, Satanás movilizó a sus seguidores para sabotear ese linaje de redención. Así, la unión entre seres endemoniados y mujeres no fue una transgresión casual, sino una intervención demoníaca calculada para contaminar la vía por la cual vendría el Salvador.
Este acto representa un esfuerzo abierto por desordenar el diseño de Dios, desafiar las leyes establecidas por Él y entrampar a la humanidad en una degradación irreversible. No solo revela el odio de Satanás por la vida humana creada a imagen de Dios, sino también su obsesión por procurar a impedir el cumplimiento de la victoria final de Cristo. En esa rebelión, el cielo caído y la tierra corrompida se unieron para distorsionar el plan eterno de Él, lo cual condujo inevitablemente al diluvio.
¿Cómo terminaron “los hijos de Dios”?
Dios no permitió que los “hijos de Dios” continuaran corrompiendo el linaje humano. Por causa de esta unión profana, el Señor tomó una decisión drástica pero amorosa: purificar la tierra mediante el diluvio, preservando únicamente a Noé y su familia.
Esta intervención no solo detuvo la expansión de una descendencia contaminada, sino que también marcó el fin de la actividad de “los hijos de Dios” en la historia humana. El apóstol Pedro afirma que Dios no dejó sin castigo a los ángeles que pecaron, sino que los arrojó al abismo y los confinó en cavernas oscuras hasta el día del juicio (2 Pedro 2:4). Judas, un hermano de Jesús, añade que estos ángeles abandonaron su posición original y fueron atados eternamente en tinieblas, esperando el gran día del juicio. Afirma que estos ángeles no conservaron su dignidad original, sino que la abandonaron voluntariamente, y por ello fueron atados con cadenas perpetuas en oscuridad profunda (Judas 1:6). Esta decisión no solo fue una respuesta al pecado, sino también una medida preventiva para preservar el linaje humano y proteger el cumplimiento del plan redentor.
Desde entonces, los “hijos de Dios” que participaron en esta rebelión no volvieron a tener contacto con los seres humanos. Su destino quedó sellado como advertencia: la transgresión contra el orden de Dios no quedará impune; en el juicio final, ambos Satanás y los demonios serán echados en el infierno.