Jesús llama a Pedro y Mateo para ser sus discípulos
¿Qué tienen en común un pescador y un publicano?
En el estudio anterior, Jesús enseñó en la sinagoga en Nazaret, su pueblo natal. Cuando les dijo que él es el Mesías, lo rechazaron y procuraron matarlo. En este estudio leemos el momento en que Jesús llamó a Simón, Andrés, Santiago, Juan, y Mateo, viendo qué tienen en común unos pescadores con un cobrador de impuestos. Vamos a leer dos historias cortas: primero, la llamada de Simón el pescador, y luego la de Mateo el publicano.
Busco pecadores, digo, pescadores
En ese entonces, Jesús ya tenía unos seguidores, incluso Felipe y Natanael. Ahora el ministerio de Jesús está creciendo y busca más discípulos que aprenderán de él y serán como él. Cuando la historia comienza, Jesús está enseñando a la orilla del lago de Genesaret (también conocido como el mar de Galilea). Había tanta gente que, en su ansiedad por escucharle, lo apretujaban. Jesús vio a dos barcas que estaban cerca de la orilla; una era de los hermanos Simón y Andrés, y la otra, sin duda, a los hermanos Juan y Santiago. Los pescadores ya habían terminado de pescar y estaban limpiando sus redes. La historia cuenta que, para que la gente pudiera escucharlo mejor, Jesús subió a la barca de Simón, pidiéndole que la alejara un poco de la orilla. Se sentó en ella y prosiguió a enseñar.
Simón estaba exhausto; había pasado toda la noche pescando, pero no pescaron nada. Toda una velada sin nada, ni siquiera un pez para alimentar a su familia. Cuando Jesús terminó de enseñar y la multitud comenzó a dispersarse, volteó su atención hacia Simón. Comenzamos la historia leyendo lo sorprendente que le sucedió a un pescador cansado y desilusionado.
Maestro, esto no va a funcionar, pero te complaceré
Lucas 5:4-8: Cuando terminó de hablar, le dijo a Simón:
—Lleva la barca a aguas profundas y lancen las redes para pescar.
Simón le respondió:
—Maestro, estuvimos trabajando toda la noche y no pescamos nada. Pero si tú lo dices, lanzaré las redes.
Así lo hicieron y atraparon tantos peces que las redes se rompían. Entonces les hicieron señales a sus compañeros de la otra barca para que los ayudaran. Ellos fueron y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían.
Al ver esto Simón Pedro se arrodilló delante de Jesús y le dijo:
—¡Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador!
Soy un pescador pecador
Recordamos que Andrés presentó a Simón a Jesús, citando las palabras de Juan el Bautista: "He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". Andrés había sido seguidor de Juan el Bautista, pero Simón continuaba pescando todas las noches. En las muchas noches que pasaba solo, rezaba, rogando a Dios que se manifestara, que hiciera algo, que cambiara sus vidas. No tenía idea de que eso sucedería ese mismo día.
Aunque Simón no creía que tendrían éxito, obedeció. Si no creía en Jesús como el Mesías, ¿por qué lo obedeció? Tal vez por el entusiasmo contagioso de su hermano, o quizás por el simple hecho de estar cansado y no querer discutir con nadie, mucho menos sobre la autoridad de este maestro. Al final, a pesar de estar cansado y frustrado, acababa de escucharlo enseñar, y tenía que admitir que nunca había oído a nadie enseñar como él.
¿Tantos peces? ¡Tiene que ser un milagro!
Las barcas de pesca no eran muy grandes, pero que se llenaran dos de ellas indicaba una pesca extraordinaria, tanto que Simón Pedro sabía que no había sido por casualidad; debía ser un milagro. Aunque no se sabe el valor exacto de tantos peces, es posible que fuera suficiente para que los cuatro hombres mencionados pudieran dejar de pescar y seguir a Jesús a tiempo completo. Sin embargo, Simón Pedro no estaba pensando en la pesca, sino en que Andrés tenía razón: el Mesías estaba en su barca. La reacción de Simón Pedro es la correcta cuando nos damos cuenta de que Jesús es quien dice ser. Su pensamiento es profundo: los judíos creían que eran justificados por ser hijos de Abraham, y, por lo tanto, que todos irían al cielo. Pero Simón se dio cuenta de que él, siendo un judío, era un pecador, y que este hombre, por ser el Mesías, no lo es, y no quería mancharlo con sus pecados. Quizás es por esta realización que Jesús amaba tanto a Pedro, porque él entendía lo pecaminoso que era. En vez de alejarse, Jesús se acercó más.
El texto dice que Andrés, Santiago, y Juan se asombraron por el tamaño de la pesca. Continuamos con la historia, leyendo el mensaje de Jesús para Simón y la reacción de los cuatro pescadores.
De ahora en adelante vas a pescar gente
Lucas 5:10-11: Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo y compañeros de Simón, también estaban asombrados. Entonces Jesús le dijo a Simón:
—No tengas miedo. De ahora en adelante vas a pescar gente.
Ellos trajeron sus barcas a la orilla, dejaron todo y siguieron a Jesús.
Hoy renuncié a ser pecador, digo, pescador
Jesús les dijo algo que no entendían: «Ahora van a pescar hombres». Sin embargo, los judíos no evangelizaban; creían que los gentiles estaban perdidos y que solo los judíos iban al cielo. El concepto de "pescar hombres", es decir, capturarlos y salvarlos de la perdición, era una idea muy extraña para ellos. A pesar de esto, el texto dice que dejaron todo y lo siguieron. Dejar todo solo lo harían si no pensaran regresar a pescar jamás.
La historia continúa, contándonos que Jesús vio a los hermanos Santiago y Juan arreglando sus redes en una barca, junto con su papá Zebedeo, preparándose para ir a pescar. El texto dice que Jesús los llamó y, de inmediato, dejaron a su padre y lo siguieron. Zebedeo no procuró detenerlos, diciéndoles que seguir a un maestro no iba a llenar sus panzas.
¿Por qué pescadores?
¿Por qué los tres discípulos más cercanos de Jesús eran pescadores comunes? Los pescadores eran hombres fuertes, capaces de cargar mucho equipo y caminar largas distancias sin quejarse. No tenían estudios formales, lo cual, para Jesús, era una ventaja, ya que no tendría que borrar una educación errónea. Podían soportar días sin pescar nada con paciencia y cambiar de táctica cuando fuera necesario.
En aquella época, los estudiantes elegían a un rabí con quien querían estudiar en la sinagoga, aprendiendo sobre diferentes perspectivas de la interpretación de las leyes. Sin embargo, a Jesús no le interesaban las escuelas de interpretación de la ley, porque Él mismo era el cumplimiento de la ley. A sus discípulos, Jesús les ofreció una educación del mejor maestro que jamás haya existido, pero era poco tradicional, enseñando la verdad de las Escrituras y revelando el corazón de Dios. No les pidió que solo fueran estudiantes, sino que lo imitaran en todo, incluso en sacrificar sus vidas por el evangelio.
Mateo el publicano- y claro, un pecador
La segunda historia es sobre la llamada de un publicano, o cobrador de impuestos, llamado Mateo (también conocido como Leví). A diferencia de los hermanos en la historia anterior, no sabemos cuándo o cómo Jesús se encontró inicialmente con Mateo. Es probable que lo escuchara enseñar. Sabemos muy poco de Mateo más allá de que era un publicano, pero, siendo esa su profesión, podemos deducir algunas cosas sobre él. Era muy astuto con los números, sabía leer y escribir —un requisito para el puesto—, a diferencia de los cuatro pescadores que tal vez eran analfabetos. Tenía amistades con personas que no seguían la ley.
Los cobradores de impuestos eran odiados por los judíos por colaborar con Roma, recolectando sus tributos y por cobrar incluso más de lo debido, ganándose así una vida cómoda, pero de poca ética. Probablemente tenía a un soldado romano acompañándolo a donde fuera mientras recaudaba los impuestos de Roma. A veces tenían que encarcelar a los que no podían pagar o arrestar a alguien que no se conformaba con cuánto debía. Mateo era rico pero miserable. Sentía el peso de ser un traidor de su propio pueblo.
Según expertos bíblicos, los publicanos eran marginalizados; sus testimonios no valían nada, no podían asistir a la sinagoga, y sus familias tampoco eran bienvenidos. Todos aborrecían a los publicanos- todos menos Jesús. Jesús sabía que Mateo estaba listo para dejar su vida de publicano y comenzar una nueva vida.
Continuamos con la historia, leyendo su breve mensaje para Mateo, su respuesta, y la reacción de los religiosos.
Una guarida de pecadores
Mateo 9:9-13: Jesús ya se iba cuando vio a un hombre llamado Mateo sentado en el lugar donde se pagaban los impuestos. Jesús le dijo: «Sígueme». Entonces Mateo se levantó y lo siguió.
Jesús estaba comiendo en la casa de Mateo y allí llegaron muchos cobradores de impuestos y pecadores. Todos comieron con Jesús y sus seguidores. Cuando los fariseos vieron esto, empezaron a preguntar a los seguidores de Jesús:
—¿Cómo es que su maestro está comiendo con los cobradores de impuestos y pecadores?
Jesús los oyó y les dijo:
—Los sanos no necesitan médico, los enfermos sí. Así que vayan y averigüen lo que significan estas palabras: “Yo no quiero sacrificios, sino que ustedes tengan compasión”. Pues yo no he venido a invitar a los buenos a que me sigan, sino a los pecadores.
No he venido a invitar a los buenos, sino a los pecadores
¿Por qué Jesús escogió a Mateo? No era precisamente honesto. Y aunque era rico, sus riquezas no lo ayudaron tampoco. Sabía de contabilidad y escritura, pero Jesús no necesitaba ese conocimiento para usarlo. A los ojos de los israelitas, los publicanos eran lo peor de lo peor: traidores a su propio pueblo. Tal vez Jesús lo eligió precisamente por eso, porque no busca a personas "buenas", sino a pecadores arrepentidos. A diferencia de los pescadores, después de dejar su puesto como recaudador de impuestos, Mateo jamás podría volver a trabajar para Roma, que lo consideraría un traidor doblemente desleal.
¿Qué tipo de pecadores vinieron a la casa de Mateo para comer con Jesús? Dado que los judíos odiaban tanto a los publicanos, es poco probable que los invitados fueran judíos piadosos, o al menos no judíos que observaran la ley. Tal vez los pecadores eran rameras y gentiles que no tenían reparos en cenar con cobradores de impuestos. Si los seguidores de Jesús aborrecían comer con los samaritanos, aún más repulsiva les parecía la idea de compartir la mesa con publicanos y otros pecadores. Esta fue otra lección para ellos de no juzgar y de tener compasión. Curiosamente, la versión de esta misma historia en el evangelio de Marcos dice que muchos cobradores de impuestos y pecadores estaban cenando en la casa de Mateo porque muchos de ellos también seguían a Jesús.
Porque amo a los pecadores
Esta es una de mis escenas favoritas de toda la Biblia. Unos fariseos se enteraron de que Jesús estaba comiendo con gente de mala fama y les preguntaron a sus discípulos por qué lo hacía. Pero Jesús no les dio la oportunidad de responder, y citó Oseas 6:6: “Lo que deseo de ti es amor fiel y no sacrificios”. Luego les dijo que no había venido a llamar a los ‘buenos’, sino a los pecadores. Jesús ya tenía seguidores, pero ninguno era realmente bueno, porque todos somos pecadores. Si alguien se cree bueno o sano, Jesús no puede usarlo. Él buscaba a personas como Pedro, que sabía que era un pecador, y a personas como Mateo, dispuesto a dejar una vida lujosa para seguirlo.
En el próximo estudio, Jesús sana a varias personas.
Para procesar:
Cuando Dios te llamó, ¿Cómo era? ¿Dejaste todo para seguirlo enseguida o te llamó varias veces antes de seguirlo?