¿Quién era Nicodemo?
Jesús le explica a Nicodemo el verdadero propósito de su llegada
En el previo estudio, Jesús se enojó con lo que el templo se había convertido, y con un látigo, hizo que los vendedores de animales y cambiadores de dinero salieran. Le rompió el corazón que la gente no tomara en serio el propósito de los sacrificios. En este estudio, Nicodemo, conmovido por las señales que ha visto, conversa con Jesús y averigüe por qué viniera- y no es para declararse rey ni derrotar a Roma.
¿Quién era Nicodemo?
Cuando la historia se abre, conocemos a un hombre llamado Nicodemo. El texto dice que era un fariseo y un líder importante. Era un miembro del Sanedrín, un grupo en Jerusalén compuesto de 71 miembros, una mezcla de fariseos, saduceos, escribas, y sumo sacerdotes, todos de la clase alta. Este grupo era responsable por interpretar y aplicar las leyes a varios aspectos de la vida en Israel, hasta fallar una sentencia de muerte, aunque en los tiempos de Jesús, Roma les había quitado esta autoridad. Crearon leyes (más de las que Dios les había dado) e impusieron castigos; cuando dictaron un fallo, era final. Era Roma y el Sanedrín quien eligió el rey y el sumo sacerdote, por lo tanto, sabemos que cualquier que eligieron era su marioneta. Durante el ministerio de Jesús, trabajaron con el gobernador Pilato y los romanos.
Los fariseos
Nicodemo era un fariseo. Los fariseos creían en los ángeles, la vida eterna, la resurrección de los muertos, y la llegada del Mesías. Como un fariseo, las creencias de Nicodemo eran más en línea con la verdad que otras sectas del judaísmo en ese entonces. El texto dice que Nicodemo se encontró con Jesús por la noche. ¿Tenía miedo de ser reconocido y rechazado por el Sanedrín? Comenzamos la historia, leyendo cómo Nicodemo trata de reconciliar las cosas que ha visto, las palabras de Jesús y todo de lo que se ha aferrado hasta ese momento.
Sabemos que Dios te envió
Juan 3:2-3: Este fue de noche a donde estaba Jesús y le dijo:
—Maestro, nosotros sabemos que Dios te envió a enseñarnos porque nadie sin la ayuda de Dios puede hacer las señales milagrosas que tú haces.
Jesús le respondió:
—Te digo la verdad: el que no nace de nuevo, no puede tener parte en el reino de Dios.
El que no nace de nuevo, no puede tener parte en el reino de Dios
A diferencia de los demás, Nicodemo no pidió ver una señal; ya ha visto unas, y reconoce que Dios lo envió. La mayoría del Sanedrín va a creer que Jesús hace señales milagrosas por Satanás, y que su poder proviene del diablo. Nicodemo está en conflicto; a lo mejor cree que podría ser el Mesías, pero no era como creía que sería. Enseña y hace milagros, pero no está juntando un ejército; su mensaje era uno de perdonar y arrepentimiento, no uno de un rey. Por la condenación del Sanedrín más adelante, sabemos que su declaración de fe fue su opinión y no la del Sanedrín.
Por ser un miembro importante del Sanedrín, Jesús le dice algo más profundo que no le ha dicho a los demás: la necesidad de nacer de nuevo para entrar en el reino de Dios. Los israelitas creían que la salvación proviene de ser judío, de ser los hijos de Abraham, que su salvación ya fue asegurada. Continuamos con la historia, leyendo el asombro de Nicodemo al enterarse de la verdad.
¿Acaso puede regresar al vientre de su mamá y nacer otra vez?
Juan 3:4-8: Nicodemo le dijo:
—Pero si uno ya es viejo, ¿cómo puede nacer de nuevo? ¿Acaso puede regresar al vientre de su mamá y nacer otra vez?
Jesús respondió:
—Te digo la verdad: el que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar al reino de Dios. El que nace de padres humanos tiene vida física, pero el que nace del Espíritu tiene vida espiritual. No te sorprendas si te digo: “Ustedes tienen que nacer de nuevo”. El viento sopla para donde quiere ir. Tú lo escuchas soplar pero no sabes de dónde viene ni para dónde va. Así es con todos los que nacen del Espíritu.
Tienes que nacer de nuevo espiritualmente
Es totalmente comprensible que Nicodemo esté confundido. Como Jesús le explica, nacer de nuevo literalmente no sirve porque todos nacemos en pecado, y así no se puede entrar en el reino de Dios. Nacer de nuevo espiritualmente es dejar lo que uno fue antes, un ser caído, pecaminoso, y aceptar la naturaleza de Jesús, un ser perfecto, no nacido en pecado. Nacer de nuevo implica morir: morir al pecado, al vivir según los deseos de la carne, a perseguir nuestras metas y preferencias en vez de las Suyas. Nacer de nuevo también significa morir a religiosidad y nacer a una relación personal con Cristo, El Salvador.
Este, pero, mi mamá está muerta
Nicodemo es tan abrumado por este concepto que hace una pregunta que parece tonto, pero nos muestra que quiere entender; lo que acaba de escuchar no es lógica. Jesús menciona el agua. ¿Se refiere al bautismo? El bautismo no es un requisito para la salvación, pero el agua nos limpia. Para entrar en el reino de Dios, hay que estar limpio espiritualmente. Recordamos el diluvio que Dios envió para limpiar la línea de sangre que el Nefilim ensució para impedir que El Mesías jamás podría venir a salvarnos.
Después de escuchar esto, el texto dice que Nicodemo le pregunta cómo nacer de nuevo es posible. A diferencia de la mayoría de los en una posición similar, Nicodemo no se indigna, sino que, como María, no entiende cómo sucederá lo que acaba de escuchar. Continuamos con la historia, leyendo la respuesta de Jesús.
¿cómo van a creer si les hablo de cosas del cielo?
Juan 3:10-15: Jesús le contestó:
—¿Eres tú un maestro importante del pueblo de Israel y sin embargo no lo entiendes? Te digo la verdad: nosotros hablamos de lo que sabemos. Contamos lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan lo que decimos. Les he hablado de cosas de la tierra y no creen ¿entonces cómo van a creer si les hablo de cosas del cielo? El único que ha subido al cielo es el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.
»Así como Moisés levantó una serpiente de metal en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre para que todo el que crea en él tenga vida eterna.
Tendré que ser levantado como la serpiente de metal
¿Jesús reprende a Nicodemo? Tal vez sea una reprende para expertos en la ley, que, a pesar de estudiar por tantos años, no entienden la verdad cuando se les presente. Dice que habla de cosas que sabe, cosas que ha visto, así que es posible que esté hablando de él y Su Padre. Su queja de Nicodemo es la misma que tiene con nosotros: nos habla de cosas de la tierra y no le creemos, así que ¿para qué revelarnos cosas del cielo?
Sin duda, Nicodemo había estudiado las historias de Moisés y los israelitas vagando por el desierto. Los israelitas tenían las mismas quejas de siempre, de haber salido de las supuestas comodidades de Egipto, de estar cansados de únicamente comer maná, de la falta de agua, a pesar de que Dios les hubiera próvido todo. Así que, Dios les envió serpientes venenosas que los mordieron y muchos murieron. Para entender mejor las palabras de Jesús a Nicodemo, leemos la cosa extraña que Dios le encargó a Moisés.
La serpiente de bronce
Números 21:7-8: El pueblo se acercó a Moisés y le dijo:
—Hemos pecado al hablar mal del SEÑOR y de ti. Pídele al SEÑOR que aparte las serpientes de nosotros.
Entonces Moisés oró por el pueblo, y el SEÑOR le dijo a Moisés:
—Haz una serpiente y ponla en un poste. Todo el que haya sido mordido y la mire se salvará.
Haz una serpiente y ponla en un poste
Aunque parecía idolatría, Moisés obedeció. Como Dios le instruyó, la colocó en un poste, y cuando una serpiente le mordió a una persona, únicamente tenía que ver la serpiente de bronce y se salvó.
Imagina por un momento ser uno de los israelitas vagando por el desierto. Dondequiera que veas, hay serpientes, y una acaba de morderte. De repente, te caes, la vista se te oscurece, y sientes un dolor agudo creciendo mientras el veneno se extiende por todo el cuerpo. De reojo, ves a tu madre; una serpiente acaba de morderla y no hay nada que puedes hacer para salvarla de tu mismo destino. Pero aquí viene Moisés, el representante de Dios, con un poste y una serpiente de bronce en ello. Ves que ella lo ve, y comienza a llorar, alabando a Dios. En un instante, la ves ponerse de pie y Moisés hace lo inimaginable; descalzado, aplasta a la serpiente que la mordió y muere en un instante. Tu madre te dirige a ti y te dice, “Mira la serpiente en el poste, que únicamente así te salvarás.” Es tu madre, pero ¿puede ser? No tiene sentido. Ves a Moisés, y él te dice lo mismo. Moisés nunca les ha mentido, pues, se reúne con Dios, y es Su representante. Antes de respirar tu último, totalmente desesperado, te concentras en la serpiente y crees a todo corazón que las palabras de Moisés son verdaderas. Y sucede un milagro- te pones de pie, totalmente salvado. Después, ves a tu alrededor; unos hacen lo mismo que hiciste, pero hay muchos que no creen, y rechazan la salvación porque parece una tontería.
Era una prueba de fe. ¿Obedecerían a Dios aun cuando no tiene sentido? A fin de cuentas, una serpiente de bronce no tiene ningún poder para sanar el veneno, al contrario, parecía uno de los muchos dioses de Egipto. En realidad, era un eco de Satanás en el jardín de Edén; la serpiente engañó a Eva, pero Dios proveyó la forma de salvación y colgó a Satanás en un poste, sin ningún poder. Para los israelitas, la transferencia del pecado a un animal era parte del sistema de sacrificios en el templo, así que, entendían el concepto de transferir el pecado, aunque todavía requería fe. Esta historia corta nos da una sombra al futuro, con Nuestro Mesías colgado en una cruz, pero al contrario de Satanás, con todo el poder. Jesús le revela a Nicodemo cómo va a morir, que la gente tendrá que poner su fe en él en la cruz, algo que no tendrá sentido tal y como no tuvo sentido cuando vieron la serpiente en el poste.
Continuamos con la historia leyendo un secreto que Jesús comparte con Nicodemo, la primera persona con quien le explica la razón por la cual vino al mundo.
Nicodemo, te digo un secreto
Juan 3:16-18: »Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo único para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él. El que crea en el Hijo de Dios no será condenado.
Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo
Dios amó tanto al mundo, no tan solo a los israelitas, que sacrificó a su único Hijo para que todos crean en Él para su salvación. No importó si los israelitas en el desierto tuvieran una mordida o mil, poniendo su fe en las palabras de Dios cuando vieron la serpiente de bronce en el poste los salvó, tampoco dependía de la fuerza con que uno creía. Vemos el corazón de Dios: es salvar, es tener la vida eterna con Él. Terminamos con el final de esta historia leyendo lo que le pasará a cada uno que no pone su fe en lo que Jesús hizo en la cruz por nosotros.
La gente del mundo será juzgada porque con sus malas acciones no quiso la luz
Juan 3:18-21: Pero el que no cree ya ha sido condenado por no haber creído en el Hijo único de Dios. La gente del mundo será juzgada porque con sus malas acciones no quiso la luz que vino al mundo, sino que prefirió la oscuridad. Todo el que odia la luz no se acerca a ella porque la luz muestra todo lo malo que ha hecho. Pero el que practica la verdad se acerca a la luz para que muestre que sus hechos se hicieron por obra de Dios.
Todo el que odia la luz no se acerca a ella
Todos los que no ponen su fe en la cruz serán condenados, no por Dios, sino por ellos mismos, igual que los israelitas en el desierto que rechazaron poner su fe en el poste con la serpiente de bronce. Dios está dispuesto salvar a todos; los que lo rechazan recibirán una eternidad separados de Él porque así lo escogen, no porque Dios sea malvado, al contrario. En vez de señalar a Dios a su hijo en la cruz, la única entrada aceptada en el reino de Dios, serán juzgados por sus acciones, las buenas y las malas. Los que no escogen la cruz merecen la muerte, la condenación, la separación eterna de Dios. No importa si aborrecieran a Dios o si simplemente lo ignoraran. Los que ponen su fe en la cruz no son buenas personas, sino salvadas. Jesús menciona el proceso de toda la vida de la gente salvada: la santificación, o sea, acercarse a la luz, a la verdad, a Él, para que Él nos haga más como Su Hijo.
No leemos la respuesta de Nicodemo, pero lo veremos más adelante defendiendo a Jesús ante el Sanedrín, y luego enterrando a Jesús, así que sabemos que aceptó la palabra de Jesús. En el próximo estudio, Juan el Bautista enseña sobre Jesús y luego va a la cárcel.
Para procesar:
La desesperación de los israelitas muriendo por las mordidas de las serpientes es la misma desesperación que debemos tener al poner nuestra fe en Jesús en la cruz, que estamos muriendo, destinado al infierno, y Él es nuestra única salvación.
Si estás listo para poner tu fe en la única verdad, las palabras de Dios, puedes orar algo sencillo como esto:
Dios, Sé que merezco las consecuencias y castigo por ser un pecador. Sé que no hay nada que pueda hacer para salvarme. Lo siento mucho por todos mis pecados. Yo creo en el sacrificio que hizo Jesús para mí en la cruz y en su resurrección. Sé que mi única salvación se encuentra en aceptar este regalo. Gracias por mandar a Su hijo para morir la muerte que merezco. Gracias por quitarme los pecados y por darme una nueva vida. ¡Amén!