Jesús se enoja con los comerciantes en el patio del templo

Jesús se enoja con el mercado lucrativo en el patio del templo

En el previo estudio, Jesús asistió a una boda en Caná, y allí hizo su primer milagro público, convirtiendo el agua en vino. En este estudio, Jesús va al templo en Jerusalén y echa a los vendedores de animales y los que cambian el dinero.

Los sacrificios se convirtieron en un gran negocio

Al abrir la historia, Juan, el autor, nos dice que era casi la Pascua y, como de costumbre, Jesús fue a Jerusalén. Recordamos que hace alrededor de 18 años que Jesús se quedó después de la Pascua y los expertos en la ley lo escucharon detalladamente, muy impresionados con sus preguntas y entendimiento. A diferencia de aquel día, esta vez Jesús va a enojar a los expertos en la ley en el templo. Para la Pascua, había muchos visitando a Jerusalén y el templo en particular. Los guardias del templo tanto como los soldados romanos estaban en alerta por una rebelión o cualquier disturbio a la paz.

Entre los cientos de leyes que Moisés les dio a los israelitas, había varias sobre los sacrificios para los pecados, y leyes sobre cuáles animales servían para los sacrificios; todos tenían que ser perfectos, sin ningún defecto. Recordamos a los pastores en Belén que vieron a los ángeles y fueron a conocer a Jesús la noche que nació; probablemente trabajaran para alguien que se ganaba la vida vendiendo animales al templo en Jerusalén. Los sacrificios eran un gran negocio. En vez de identificarse con su pecado y el propósito de sacrificar a los animales, o sea, poner sus pecados en él y que él recibiría el castigo que uno se merece, actuaron más como las naciones paganas. Sacrificaban animales y hacían peticiones a Dios, enojándose con Él si no las cumplió de la forma esperada. En vez de causar la confesión y arrepentimiento, la gente creía que le agradaba a Dios sacrificar a animales y pagar los impuestos del templo, que era todo lo requerido.

El patio era el único lugar donde se permitía a los gentiles

El patio del templo era el único lugar donde se permitía a los gentiles a rezar y adorar a Dios, pero los comerciantes lo arruinaron. El texto dice que, al entrar en el patio del templo, Jesús encontró a la gente vendiendo terneros, ovejas y palomas. Según los expertos bíblicos, los gentiles no podían pagar por un animal sacrificial ni el impuesto del templo con su dinero extranjero porque llevaba imágenes de dioses. Por eso, había hombres en el patio que cambiaban su dinero por una tasa de servicio. Los vendedores trataban el patio como un mercado, gritando sus mejores ofertas. <<¡Terneros, terneros de la mejor calidad! ¡Ven acá y cómprate tus terneros, ovejas y palomas!>> Por la mala influencia de los vendedores, al regresar a sus casas, a lo mejor los gentiles les contarían a sus vecinos que el Dios de los judíos es tan corrupto como sus divinidades. En vez de la casa de Dios, era un mercado sin ningún arrepentimiento ni adoración. Comenzamos con la historia, leyendo lo que Jesús hizo al ver este alboroto.

¡Sáquenlas de aquí!

Juan 2:15-16: Entonces Jesús hizo un látigo de cuerdas y echó a todos del área del templo junto con las ovejas y los terneros. Arrojó al suelo las monedas de los que cambian dinero y les volcó sus mesas. A los que estaban vendiendo palomas les dijo:

—¡Sáquenlas de aquí! ¡No hagan de la casa de mi padre una plaza de mercado!

Marcos 11:17: Jesús comenzó a enseñarles:

—¿Acaso no está escrito: “Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones”? ¡Pero ustedes la han convertido en una “guarida de ladrones”!

Una casa de oración a una guarida de ladrones

Para que Jesús hiciera un látigo de cuerdas, andaba por un rato, encontrando cuerdas y pensando en lo que iba a hacer. Con cada paso, su enojo creció. ¿Cómo se olvidaron de Su Padre? ¿Cómo que la ley que les dio para la confesión y el arrepentimiento del pecado terminó así? Imaginamos estar allí por un momento; hay muchos gentiles andando por el patio. Unos viajaron desde lejos, y deseaban orar y adorar a Dios. El aire olía como una mezcla de sangre, heces, dinero, y carne asada. Observaron a los judíos comprando animales, buscando la mejor ganga, pero sin una cara de arrepentimiento.

Imaginamos el alboroto que Jesús hizo para que todos se fueran del área. Sin duda, los soldados del templo llegaron para ver de qué se trataba todo ese ruido. No arrestaron a Jesús a pesar de llamarlos ladrones y golpearlos con un látigo. Seguramente los vendedores tuvieron que salir del patio para recoger a sus animales. Cuando la gente vio las monedas brillando en el aire, probablemente apurara para agarrar lo que pudiera.

¿Jesús pecó?

¿No fue un pecado enojarse y hacer un desastre en el templo? No, no pecó porque mostró el enojo y el corazón roto de Dios, destruido por Su pueblo que ya no le importaba su pecado. Continuamos con esta historia, leyendo la exigencia de los judíos y la respuesta de Jesús.

Muéstranos una señal milagrosa

Juan 2:18-22: Los judíos le respondieron:

—¿Qué señal milagrosa puedes mostrarnos para probar que tienes derecho de hacer esto?

Jesús les contestó:

—Destruyan este templo y lo volveré a construir en tres días.

Ellos le dijeron:

—Para construir este templo se demoraron 46 años, ¿y tú vas a construirlo en tres días?

Con la palabra templo, Jesús se refería a su propio cuerpo. Después de que él fue resucitado de la muerte, sus seguidores recordaron lo que había dicho. Entonces creyeron en las Escrituras y en lo que Jesús dijo.

Pero nadie entendía la señal

Como Satanás, los judíos le pidieron una señal milagrosa para mostrarles que él tenía el derecho de interrumpir su sistema de vender el perdón a los ricos y negárselo a los pobres sin que nadie se arrepintiera de verdad. Jesús les contestó cómo les contesta a muchos, con una respuesta que tan solo tiene sentido para los que meditan en su palabra, que están dispuestos a arrepentirse y cambiar. Es posible que los presentes creyeran que era un loco: ¿primero grita, echa a los vendedores y animales con un látigo, y luego dice que sin la ayuda de nadie, va a construir un nuevo templo en tres días? Jesús sabía que los que pidieron una señal serían los mismos que participarán en su crucifixión, o sea, en destruir su templo. Tal vez hubieran respondido mejor si llamara un relámpago del cielo y hablara de formar un ejército para destruir a Roma.

Juan nos da una nota al pie: después de la resurrección de Jesús, ellos se dieron cuenta de lo que estaba hablando, y creyeron. No dice que los judíos en el templo creyeron, sino los que habían sido sus seguidores, sirviéndole y escuchándolo atentamente. Terminamos con la historia leyendo sobre la soledad de Jesús mientras sus seguidores crecían.

Jesús no confiaba en ellos porque sabía lo que estaban pensando

Juan 2:23-25: Mientras Jesús estaba en Jerusalén, durante la fiesta de la Pascua, mucha gente creyó en él porque vio las señales milagrosas que hizo. Pero Jesús no confiaba en ellos porque sabía lo que estaban pensando. Él no necesitaba que nadie le dijera cómo era la gente porque sabía de antemano lo que todos pensaban.

Sabía de antemano lo que todos pensaban

El texto dice que mientras estaba en Jerusalén por la Pascua, hizo señales milagrosas, pero no las mostró en el templo a los que las exigieron. Como Jesús sabía lo que estaban pensando, no confiaba en ellos; a lo mejor estaban pensando en lo que Él podría darles, no en quien es. Tal vez tan solo creyeran en él por las señales milagrosas, las curaciones y cómo proveyó por sus necesidades. Eran esas mismas personas que lo dejaron cuando Él no cumplió el papel de rey y líder militar que querían.

En el próximo estudio, Jesús habla con Nicodemo y le enseña sobre la salvación verdadera.

Para procesar:

¿Jamás te has enojado con un enojo justo? ¿Cuál fue el motivo y cómo expresaste el enojo?

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