El importante papel de Juan el Bautista
Cuando nadie entiende su misión
En el previo estudio, leímos sobre quiénes eran los sabios del oriente que adoraron al niño Jesús. En este estudio, vamos a echar un vistazo a la vida de Juan el Bautista, quien preparó a los israelitas para recibir El Mesías. Vamos a examinar las profecías sobre Juan, su papel de bautista, y cómo preparó el camino para Jesucristo con el arrepentimiento del pecado.
En ambos testamentos hay profecía por la llegada de Juan, quién sería y qué haría. Comenzamos la historia de Juan el Bautista leyendo la profecía de Isaías sobre él unos 700 años antes de su nacimiento.
¡Preparen un camino para el SEÑOR en el desierto!
Isaías 40:3: Una voz grita: «¡Preparen un camino para el SEÑOR en el desierto! Háganle a nuestro Dios un camino recto en el desierto.
Y unos 700 años después
El nacimiento de Juan fue un milagro; era el hijo de padres mayores, Zacarías y Elisabet. Habían rezado y esperado tener un hijo por años, pero cuando los conocemos en el texto, ya dejaron de esperar. Sin duda, Zacarías, un sacerdote, conocía muy bien esta profecía de Isaías, pero jamás pensó que hablara del hijo que iba a tener en su vejez hasta que el ángel Gabriel lo visitó. Le dijo que su esposa iba a tener un hijo y que le pusieran el nombre Juan. Gabriel le dijo a Zacarías que tal y como Dios escogió otro nombre para él, eligió otro papel en vez de sacerdote. Le comunicó que Juan sería un gran hombre en los ojos de Dios y prepararía las mentes y corazones de la gente para el tan esperado Mesías. Cuando María visitó a Elisabet, aun todavía en el matriz de su madre, Juan saltó de alegría por la presencia de Jesús, evidencia de que este niño estaba lleno del Espíritu Santo. Continuamos con esta historia, leyendo unos de los detalles que Gabriel le dijo a Zacarías sobre el niño que su mujer le daría.
Juan hará que muchos israelitas se vuelvan al Señor su Dios
Lucas 1:15-17: Juan será un gran hombre ante los ojos de Dios. No tomará vino ni ninguna bebida alcohólica. Aun antes de su nacimiento estará lleno del Espíritu Santo. Juan hará que muchos israelitas se vuelvan al Señor su Dios. Con el mismo poder espiritual de Elías, él preparará el camino para el Señor. Hará las paces entre padres e hijos y hará que los que no obedecen a Dios cambien y piensen como él manda. Así Juan preparará al pueblo para que esté bien dispuesto cuando el Señor venga.
Hará que los que no obedecen a Dios cambien y piensen como él manda
Cuando Juan nació, hace unos 400 años que Israel no ha escuchado de Dios; será el primer profeta en mucho tiempo y lo tratarán igual de mal que trataban a los profetas de antigüedad. El papel de Juan era difícil pero muy necesario. A través del antiguo testamento leemos una y otra vez cómo los israelitas se apartaron de adorar a Dios para seguir a dioses extranjeros, una práctica muy común cuando Juan nació. Además de la adoración de Baal, Astarté y otros dioses, los israelitas se creían justos por ser hijos de Abraham y por seguir la ley. ¿Pecaste? No hay problema si tienes dinero; ve al templo, compra el animal apropiado por el pecado que cometiste y llévalo ante el sacerdote de modo que lo sacrifique para ti. Los expertos en ley no reconocieron sus pecados y la mayoría no hicieron nada para corregirlos. Juan fue encargado de prepararlos para el mensaje de Jesús, de mostrarles su pecado personal y ayudarles a entender la necesidad de arrepentirse de verdad. Los ayudó a ver sus errores y lamentar sus pecados de una forma genuina. Después del nacimiento de Juan, Zacarías alabó a Dios por este milagro y profetizó sobre su recién nacido. Continuamos la historia leyendo la alegre profecía de este nuevo padre.
Te llamarán profeta del Dios Altísimo
Lucas 1:76-79: »En cuanto a ti, hijito mío, te llamarán profeta del Dios Altísimo. Irás delante del Señor para prepararle el camino. Tú le anunciarás a su pueblo que él los salvará por medio del perdón de sus pecados. »Porque por el amor y la compasión de Dios, nos mandará del cielo un nuevo día. Iluminará a los que viven en la oscuridad atemorizados por la muerte. Su luz guiará nuestros pasos hacia el camino que lleva a la paz».
Él los salvará por medio del perdón de sus pecados
Es fácil imaginar que Zacarías se llenó de orgullo y amor por la criatura que cargaba en los brazos, admirándolo, sabiendo que iba a ser un profeta, que tendría un papel importantísimo en preparar a los israelitas para el esperado Mesías. Como sacerdote, Zacarias tenía el privilegio y la gran responsabilidad de guiar a la gente hacia Dios. Quizás estuviera algo frustrado con el sistema de sacrificios y ver que, por su comportamiento, la gente no se arrepentía de verdad. La profecía de Zacarías es bella y nos dice el propósito del Mesías: Él nos salvará por medio del perdón de sus pecados. No será un líder militar. No se trata de una rebelión contra los romanos, sino la salvación de las consecuencias del pecado personal. Su hijo va a difundir este mensaje a su pueblo. El texto dice que El Espíritu Santo era evidente en él. Para cargar al recién nacido, sabiendo que este niño iba a tener un papel en cambiar este sistema de religión a una relación con Dios, pudo morir en paz, aunque nunca llegó a ver el cumplimiento de la profecía. No sabemos en qué momento Juan perdió a sus padres. Es posible que creciera con los dos o uno de sus padres hasta que pudiera cuidarse.
Bicho raro
En algún momento se fue a vivir en el desierto hasta que fuera su momento de presentarse ante su pueblo. Era un bicho raro. El texto dice que se vestía de pelo de camello, llevaba un cinto de cuero, y comía langostas y miel silvestre. ¿Por qué será? Esto nos demuestra algo que quizás nos incomoda: Dios no nos llamó a una vida cómoda. Juan no tenía bienes materiales, enfocándose totalmente en su misión al Señor. Comía las pocas cosas disponibles en el desierto. No se casó, pero tenía unos seguidores como Andrés y Felipe, quienes conoceremos más adelante. Viajaba por el área del río Jordán, anunciando al pueblo que tenía que cambiar cómo pensaban y actuaban. Aunque era algo excéntrico, la gente venía constantemente, hasta unos cobradores de impuestos y unos soldados (probablemente soldados del templo, no romanos).
Muchos vinieron a Juan a ser bautizados. En esa época, el bautismo no era nada nuevo; bautizaban a los gentiles que querían convertirse en judíos- a fin de cuentas, esos gentiles eran una bola de pecadores, pero no ellos, los judíos. Tenemos que entender que el bautismo no era parte del culto judío. No se identificaban con el pecado y la necesidad de arrepentirse- por eso existía el templo y los sacrificios. Juan los bautizaba para simbolizar el arrepentimiento y en reconocimiento de la necesidad de pedirle perdón a Dios. Juan era el único que ofrecía esta oportunidad de mostrar el arrepentimiento a través del bautismo, y, por eso su apodo, El Bautista. Antes de ser bautizados, el texto dice que le confesaron sus pecados. Con el bautismo que ofreció, vemos una desviación del sistema del sacrificio en el templo hacia algo más relacional: la confesión y arrepentimiento del pecado. Muy pronto, sería posible tener esta relación directamente con Dios para los que creen en Él. El hecho de que la gente le confesó nos indica que, aunque tenía un mensaje duro, era confiable. No iba chismeando de los pecados ajenos. Creía plenamente en el poder de confesar y arrepentirse, que eran necesarios para el perdón y que debían coexistir. Le exhortaba a la gente participar en los dos, no tan solo la confesión. A diferencia de Jesús y sus apóstoles, Juan no hizo señales ni milagros, pero sí predicaba la palabra de Dios. Continuamos con el texto leyendo el mensaje duro que predicaba y cómo hablaba del proviniendo Mesías.
¡Partida de víboras!
Mateo 3:7-9, 11-12: Cuando Juan vio que muchos fariseos y saduceos venían para ser bautizados, les dijo:
«¡Partida de víboras! ¿Quién les advirtió que escaparan de la ira de Dios que está por venir? Vivan de tal manera que demuestre que realmente han cambiado. Y no me vengan con que “Abraham es nuestro antepasado”, porque les aseguro que Dios puede convertir hasta estas piedras en descendientes de Abraham. Yo los bautizo con agua como demostración de que han cambiado su vida, pero el que viene después de mí es más poderoso que yo. Ni siquiera soy digno de ayudarle a quitarse las sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. Vendrá preparado para separar el trigo de la paja. Guardará el trigo bueno en el granero y quemará lo que no es bueno en un fuego que nunca se apagará».
Vivan de tal manera que demuestre que realmente han cambiado
El mensaje de Juan era sencillo pero polémico: arrepiéntete y cámbiate antes de que sea demasiado tarde. ¿Por qué se refirió a los fariseos y saduceos como una partida de víboras? Las serpientes eran asociadas con Satanás; a lo mejor les llamó hijos de Satanás, lo cual sería un grave insulto. En esa época la creencia era que por ser judío (hijos de Abraham), no se pudo ser condenado al infierno, tan solo los paganos iban allí. Ellos se creían por encima de la ley; más que ser bautizados, venían al río para discutir con Juan. Ellos no creían necesitar el perdón de Dios porque seguían al pie de la letra la ley, aunque, claro, nadie nunca pudo seguirla perfectamente, ni siquiera Moisés. No dejaron que las palabras de Juan penetraran sus corazones, sino que se endurecieron aun más. Decían estar ansiosos por la llegada del Mesías, pero sus palabras y acciones declaraban que no querían que nadie los corrigiera ni señalara el problema verdadero, el pecado.
Ni siquiera soy digno de ayudarle a quitarse las sandalias
Hay que recordar que Israel se ubica en el desierto, donde el polvo forma parte del aire; como tal, al andar con sandalias era casi igual que caminar descalzado. Era el trabajo de un siervo quitarle las sandalias de sus amos y lavar los pies de todo el mugre. Era un trabajo muy necesario pero desagradable. Cuando Juan dice que ni siquiera es digno de ayudarle a quitarse las sandalias, es un comentario sobre la perfección del Hijo de Dios. Los fariseos y saduceos creían que El Mesías no vendría a juzgarlos, tan solo juzgaría a los gentiles, pero estaban equivocados. Pero, había muchos que tomaban su pecado en serio y querían saber qué hacer para cambiar. Continuamos con la historia, leyendo las recomendaciones de Juan para los arrepentidos.
¿Entonces qué debemos hacer?
Lucas 3:10-14: La multitud le preguntó:
—¿Entonces qué debemos hacer?
Juan les contestó:
—El que tenga dos mantos que le dé uno al que no tiene y el que tenga comida que la comparta.
Algunos cobradores de impuestos vinieron también a bautizarse y le dijeron a Juan:
—¿Maestro, qué debemos hacer?
Él les dijo:
—No cobren más de lo debido.
Algunos soldados también le preguntaron:
—¿Y qué debemos hacer nosotros?
Él les dijo:
—No estafen ni chantajeen a nadie y confórmense con su salario.
Dar a los necesitados, no estafen y confórmense
Mucha gente ordinaria veía la necesidad de cambiar. Le preguntaron qué debían hacer para cambiar. Juan les aconsejó tres cosas básicas: dar a los necesitados, no ser codiciosos ni estafadores, y estar contentos con lo que tenían. Además de un apodo, Juan iba ganando seguidores, aunque unos simplemente querían escuchar lo que este tipo raro les iba a decir. Pero había gente que pensaba que era El Mesías, aunque Juan les enseñaba que iba en camino. Unos sacerdotes y levitas le preguntaron quién era. Continuamos con la historia, leyendo lo que Juan les contestó.
Yo no soy el Mesías
Juan 1:19-27: Este es el testimonio de Juan, dado cuando los judíos de Jerusalén enviaron unos sacerdotes y levitas a Juan y le preguntaron:
—¿Quién eres tú?
Juan respondió sin titubear y sin ocultar la verdad:
—Yo no soy el Mesías.
También le preguntaron:
—Entonces, ¿quién eres? ¿Eres Elías?
Juan respondió:
—No lo soy.
—¿Eres tú el Profeta?
Él contestó:
—No.
Entonces le dijeron:
—¿Quién eres tú? Dínoslo y así podremos llevar alguna respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices sobre ti mismo?
Él dijo:
—Yo soy el que grita en el desierto: “¡Enderecen el camino para el Señor!”, como dijo el profeta Isaías.
Ellos le preguntaron:
—Si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta, entonces, ¿por qué bautizas?
Juan les respondió:
—Yo bautizo con agua, pero entre ustedes hay alguien que no conocen y él viene después de mí. Yo no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias.
Si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta, entonces, ¿por qué bautizas?
Cuando le preguntaron si era El Mesías, Juan les contestó claramente que no lo era, pero no estaban satisfechos con su respuesta. Como Elías no se murió, sino fue llevado al cielo, es comprensible que le preguntaran si fuera él. Parece que aceptaron su respuesta, pero querían saber por qué bautizaba si no era “nadie”. Lo que realmente estuvieron cuestionado fue con qué autoridad bautizaba.
En el próximo estudio, veremos el bautismo y tentación de Jesús.
Para procesar:
El mensaje de Juan era directo: confiésate y arrepiéntete. Si no tienes a nadie con quien confesar tus pecados, confiésalos a Dios, y un espíritu de arrepentimiento, recibe Su perdón.