Una historia de amor: Isaac y Rebeca
Buscando una esposa para Isaac
En el estudio anterior, vimos la prueba de fe que Dios le dio a Abraham al pedirle que sacrificara a su único hijo amado, Isaac. Después de aquella prueba, pasaron los años y Sara, la madre de Isaac, falleció. Tras la muerte de Sara, Abraham deseaba que Isaac se casara, pero no con una mujer de Canaán, sino con alguien de su tierra natal. En este estudio vamos a ver cómo encontraron a Rebeca, la futura esposa de Isaac.
Abraham no quiso que Isaac se casara con una mujer de Canaán
Cuando Abraham era ya muy anciano, pidió a su siervo más antiguo y leal —probablemente Eliezer— que le hiciera una promesa solemne ante Dios: encontrar una esposa para Isaac entre las mujeres de su tierra natal, en Mesopotamia. Isaac tenía ya cuarenta años y aún no se había casado, lo cual era inusual en aquella época. Abraham no sabía si viviría lo suficiente para conocer a la futura esposa de su hijo, y bajo ninguna circunstancia deseaba que Isaac se casara con una mujer de Canaán.
El siervo le preguntó qué debía hacer si la mujer no quería dejar su tierra y su familia para acompañarlo.
“¿Debo entonces llevar a Isaac hasta allá?”, le preguntó.
Abraham le respondió que no debía sacar a Isaac de la tierra que Dios le había prometido. Añadió que, si la mujer no aceptaba venir al campamento de Abraham, el siervo quedaría libre de su promesa. Sin embargo, Abraham confiaba en que Dios lo guiaría para encontrar a la mujer apropiada.
El siervo hizo el juramento y emprendió el viaje, que según estimaciones de estudiosos bíblicos fue de al menos 800 kilómetros. Llevaba consigo un generoso dote para la mujer desconocida. El siervo era un hombre de profunda fe en Dios. Así comienza la historia, con su oración.
Una oración muy específica
Génesis 24:11-14: Por la tarde cuando las mujeres salían a traer agua, el siervo hizo que los camellos se arrodillaran en la fuente, afuera de la ciudad. Entonces el siervo dijo:
«Oh SEÑOR, Dios de mi amo Abraham, haz que me vaya bien hoy. Sé bondadoso con mi amo Abraham hoy. Estoy de pie frente a la fuente y las mujeres del pueblo están saliendo a buscar agua. Voy a decirle a una de ellas: “Por favor, baje su cántaro para que yo pueda beber”, haz que la que me responda: “¡Beba, y también le daré agua a sus camellos!”, sea la mujer que tú has elegido para tu siervo Isaac. Así sabré que has mostrado tu fiel amor a mi amo».
Así sabré que es la mujer que has elegido para Isaac
El siervo tomó la tarea con total seriedad; no quería fallarle a su amo, y por eso oró buscando sabiduría. Su oración nos deja un ejemplo poderoso de cómo orar: reconoció la soberanía de Dios y pidió con precisión que le mostrara a la mujer indicada. No pidió belleza ni estatus, sino una mujer con el corazón de Dios, alguien que agradara a Abraham y que no se sintiera por encima de realizar trabajo manual. Quería una mujer dispuesta a servir, incluso a un desconocido.
La señal que pidió no era sencilla: la mujer tendría que ofrecer agua no solo para él, sino también para diez camellos—una labor agotadora que revelaría su carácter. El siervo no buscaba apariencia, sino virtud.
Fue una oración que Dios respondió de inmediato, porque antes de que el siervo terminara de orar, una joven hermosa se acercó a la fuente para llenar su cántaro. Iba de regreso cuando el siervo se le acercó y le pidió agua. Ella no solo le ofreció agua a él, sino también a sus camellos.
El siervo, deseando confirmar si realmente era la respuesta a su oración, se quedó en silencio, observándola trabajar. Después de que terminó la ardua labor de dar agua a los camellos, él le entregó un anillo para la nariz y dos brazaletes de oro, ofreciéndole una muestra de la riqueza de su amo. Así continúa la historia, leyendo lo que sucedió después de presentarle regalos tan valiosos.
¿Quién es su papá?
Génesis 24:23-25: (el siervo) le dijo:
—¿Quién es su papá? ¿Hay lugar en la casa de su papá para que los hombres que están conmigo y yo podamos pasar la noche y alojar los animales?
Rebeca le respondió:
—Mi papá es Betuel, el hijo de Milca y Najor. Sí, tenemos mucha paja y forraje para que coman sus camellos y lugar para que puedan dormir.
¡Bendito sea el Señor!
Al escuchar la respuesta de Rebeca, el siervo supo que Dios había contestado su oración. Najor, uno de los hermanos de Abraham, era el abuelo de Rebeca, así que ella era parienta, tal como Abraham lo había deseado. Rebeca regresó a casa para contarle todo a su familia. Su hermano, Labán, salió al encuentro del siervo, mientras Rebeca le mostraba el anillo y los brazaletes, relatando lo sucedido.
Al ver las joyas tan valiosas, Labán comprendió que el siervo representaba a un hombre rico y poderoso. Sería una imprudencia no invitarlo a hospedarse con ellos. Así que ofreció alojamiento al siervo y a los que lo acompañaban. Les lavaron los pies y les sirvieron comida.
Pero el siervo no quiso comer hasta explicar la razón de su viaje. Les habló de la fe y la riqueza de su amo Abraham, de la encomienda que había recibido, de su oración, y de cómo todo se había cumplido exactamente como lo había pedido a Dios.
Así continúa la historia, con el siervo relatando cómo adoró a Dios al encontrarse con Rebeca, y la pregunta que tenía para su familia.
¿Puedo tomar tu hija?
Génesis 24:48-53: Luego me incliné y adoré al SEÑOR, y bendije al SEÑOR, Dios de mi amo Abraham, quien me guió en el camino correcto para conseguirle al hijo de mi amo, una hija de su propio hermano. Ahora díganme, ¿van a mostrar fiel amor y lealtad a mi amo o no? Díganmelo para así saber qué es lo que debo hacer.
Labán y Betuel respondieron:
—Vemos que esto viene directamente del SEÑOR así que no tenemos nada que decir. Aquí está Rebeca, tómala y vete. Haz que se case con el hijo de tu amo para obedecer la palabra del SEÑOR.
Cuando el siervo de Abraham les oyó decir esto, se arrodilló en el piso ante el SEÑOR. Luego el siervo sacó todo el oro, la plata y la ropa y se la dio a Rebeca. También les dio regalos muy caros al hermano y a la mamá de ella.
Aquí está Rebeca, tómala y vete
El siervo les explicó que Isaac era el único heredero de toda la riqueza de su padre. Puede parecer que el hermano y el padre de Rebeca tomaron una decisión precipitada, pero sabían que jamás recibirían un dote igual. Al recibir la respuesta que tanto anhelaba, el siervo y los hombres que viajaban con él comieron y pasaron la noche en la casa de Betuel.
A la mañana siguiente, al despertar, informaron a sus anfitriones que debían regresar al campamento de Abraham. Pero Labán y la madre de Rebeca querían que ella se quedara unos diez días más, quizás con la esperanza de obtener aún más tesoros. Aun así, el siervo insistió: no podía esperar, debía partir ese mismo día.
Entonces decidieron preguntarle a Rebeca si quería irse de inmediato con ellos. Sin pensarlo dos veces, respondió con un sonoro “sí”. Empacaron, y Rebeca partió junto a su nana Débora y los hombres. Así continúa la historia, leyendo la bendición que su familia le dio al marcharse hacia una tierra desconocida.
La bendición
Génesis 24:60: La familia de Rebeca la bendijo de esta manera:
«Hermana nuestra, ¡que seas madre de millones! ¡Que tus descendientes conquisten las ciudades de sus enemigos!»
¡que seas madre de millones!
Fue un viaje largo, y seguramente el siervo le contó a Rebeca muchas cosas de su futuro marido y suegro. Por fin se acercaron al campamento. Así continua con la última parte de esta historia, leyendo la primera vez que Isaac y Rebeca se vieron.
¿Quién es ese hombre?
Génesis 24:63-67: Isaac salió a caminar al campo y vio que venían unos camellos. Rebeca levantó su mirada y vio a Isaac. Luego se bajó del camello y le dijo al siervo:
—¿Quién es ese hombre que viene por el campo hacia nosotros?
El siervo respondió:
—Es mi amo.
Entonces Rebeca tomó su velo y se tapó la cara.
El siervo le contó a Isaac todo que le había pasado. Después Isaac llevó a Rebeca a la carpa de Sara, su mamá, y se casó con ella. Isaac amó a Rebeca y así se consoló de la muerte de su mamá.
Isaac amó a Rebeca y así se consoló de la muerte de su mamá
Rebeca se cubrió el rostro con un velo, como muestra de modestia. No quiso revelar su belleza a su futuro esposo; deseaba que la aceptara por ser la voluntad de Dios, no por su apariencia.
El siervo le relató a Isaac todo lo acontecido. Como era el siervo más antiguo y leal de su padre, Isaac confiaba plenamente en él y no dudó en casarse con Rebeca de inmediato.
La llevó a la carpa que había pertenecido a su madre Sara, lo cual simbolizaba que Rebeca sería la nueva matriarca del campamento. E Isaac llegó a amarla profundamente—este tesoro elegido por Dios.
Reflexión:
1. ¿En qué momentos de tu vida has sentido que debías confiar en la voluntad de Dios más allá de tus emociones o expectativas personales?
2. Rebeca eligió cubrir su rostro como acto de modestia y fe. ¿Qué gestos o decisiones has tomado tú que reflejan una entrega silenciosa pero significativa a la voluntad de Dios? ¿Qué impacto tuvieron en tus relaciones o en tu camino espiritual?
3. Isaac amó a Rebeca después de recibirla como un regalo de Dios. ¿Cómo entiendes el amor que nace de la obediencia y la confianza, más que de la atracción inmediata? ¿Has vivido o deseado un amor así?