Rebeca- una matriarca de nuestra fe
Rebeca: hermana, esposa y madre
Hoy vamos a estudiar la vida de Rebeca: cómo fue elegida para casarse con Isaac, su embarazo doloroso con gemelos, y su preferencia por su hijo Jacob.
Después de la muerte de Sara, Abraham quería que Isaac se casara, pero no con una mujer de Canaán, sino con uno de su tierra natal. Echamos un vistazo a cómo encontraron a Rebeca, hija de Betuel y hermana de Labán.
Cuando Abraham era ya muy anciano, pidió a su siervo más antiguo y leal —probablemente Eliezer— que le hiciera una promesa solemne ante Dios: encontrar una esposa para Isaac entre las mujeres de su tierra natal, en Mesopotamia.
El siervo hizo el juramento y emprendió el viaje, que según estimaciones de estudiosos bíblicos fue de al menos 800 kilómetros. Llevaba consigo un generoso dote para la mujer desconocida.
El siervo tomó la tarea con total seriedad; no quería fallarle a su amo, y por eso oró buscando sabiduría. Su oración nos deja un ejemplo poderoso de cómo orar: reconoció la soberanía de Dios y pidió con precisión que le mostrara a la mujer indicada. No pidió belleza ni estatus, sino una mujer con el corazón de Dios, alguien que agradara a Abraham y que no se sintiera por encima de realizar trabajo manual. Quería una mujer dispuesta a servir, incluso a un desconocido.
La señal que pidió no era sencilla: la mujer tendría que ofrecer agua no solo para él, sino también para diez camellos—una labor agotadora que revelaría su carácter. El siervo no buscaba apariencia, sino virtud.
Fue una oración que Dios respondió de inmediato, porque antes de que el siervo terminara de orar, una joven hermosa se acercó a la fuente para llenar su cántaro. Iba de regreso cuando el siervo se le acercó y le pidió agua. Ella no solo le ofreció agua a él, sino también a sus camellos.
El siervo, deseando confirmar si realmente era la respuesta a su oración, se quedó en silencio, observándola trabajar. Después de que terminó la ardua labor de dar agua a los camellos, él le entregó un anillo para la nariz y dos brazaletes de oro, ofreciéndole una muestra de la riqueza de su amo. Así continúa la historia, leyendo lo que sucedió después de presentarle regalos tan valiosos.
¿Quién es su papá?
Génesis 24:23-25: (el siervo) le dijo:
—¿Quién es su papá? ¿Hay lugar en la casa de su papá para que los hombres que están conmigo y yo podamos pasar la noche y alojar los animales?
Rebeca le respondió:
—Mi papá es Betuel, el hijo de Milca y Najor. Sí, tenemos mucha paja y forraje para que coman sus camellos y lugar para que puedan dormir.
¡Bendito sea el Señor!
Al escuchar la respuesta de Rebeca, el siervo supo que Dios había contestado su oración. Najor, uno de los hermanos de Abraham, era el abuelo de Rebeca, así que ella era parienta, tal como Abraham lo había deseado. Rebeca regresó a casa para contarle todo a su familia. Su hermano, Labán, salió al encuentro del siervo, mientras Rebeca le mostraba el anillo y los brazaletes, relatando lo sucedido.
Al ver las joyas tan valiosas, Labán comprendió que el siervo representaba a un hombre rico y poderoso. Sería una imprudencia no invitarlo a hospedarse con ellos. Así que ofreció alojamiento al siervo y a los que lo acompañaban. Les lavaron los pies y les sirvieron comida.
Pero el siervo no quiso comer hasta explicar la razón de su viaje. Les habló de la fe y la riqueza de su amo Abraham, de la encomienda que había recibido, de su oración, y de cómo todo se había cumplido exactamente como lo había pedido a Dios.
El siervo les relató cómo adoró a Dios al encontrarse con Rebeca. Así continua la historia con la respuesta de la familia de Rebeca.
¿Puedo llevarla lejos?
Génesis 24:50-53:
Labán y Betuel respondieron:
—Vemos que esto viene directamente del SEÑOR así que no tenemos nada que decir. Aquí está Rebeca, tómala y vete. Haz que se case con el hijo de tu amo para obedecer la palabra del SEÑOR.
Cuando el siervo de Abraham les oyó decir esto, se arrodilló en el piso ante el SEÑOR. Luego el siervo sacó todo el oro, la plata y la ropa y se la dio a Rebeca. También les dio regalos muy caros al hermano y a la mamá de ella.
Aquí está Rebeca, tómala y vete
El siervo les explicó que Isaac era el único heredero de toda la riqueza de su padre. Puede parecer que el hermano y el padre de Rebeca tomaron una decisión precipitada, pero sabían que jamás recibirían un dote igual. Al recibir la respuesta que tanto anhelaba, el siervo y los hombres que viajaban con él comieron y pasaron la noche en la casa de Betuel.
A la mañana siguiente, al despertar, informaron a sus anfitriones que debían regresar al campamento de Abraham. Pero Labán y la madre de Rebeca querían que ella se quedara unos diez días más, quizás con la esperanza de obtener aún más tesoros. Aun así, el siervo insistió: no podía esperar, debía partir ese mismo día.
Entonces decidieron preguntarle a Rebeca si quería irse de inmediato con ellos. Sin pensarlo dos veces, respondió con un sonoro “sí”. Empacaron, y Rebeca partió junto a su nana Débora y los hombres. Así continúa la historia, leyendo la bendición que su familia le dio al marcharse hacia una tierra desconocida.
La bendición
Génesis 24:60: La familia de Rebeca la bendijo de esta manera:
«Hermana nuestra, ¡que seas madre de millones! ¡Que tus descendientes conquisten las ciudades de sus enemigos!»
¡que seas madre de millones!
Fue un viaje largo, y seguramente el siervo le contó a Rebeca muchas cosas de su futuro marido y suegro. Por fin se acercaron al campamento. Así continua con la última parte de esta historia, leyendo la primera vez que Isaac y Rebeca se vieron.
¿Quién es ese hombre?
Génesis 24:63-67: Isaac salió a caminar al campo y vio que venían unos camellos. Rebeca levantó su mirada y vio a Isaac. Luego se bajó del camello y le dijo al siervo:
—¿Quién es ese hombre que viene por el campo hacia nosotros?
El siervo respondió:
—Es mi amo.
Entonces Rebeca tomó su velo y se tapó la cara.
El siervo le contó a Isaac todo que le había pasado. Después Isaac llevó a Rebeca a la carpa de Sara, su mamá, y se casó con ella. Isaac amó a Rebeca y así se consoló de la muerte de su mamá.
Isaac amó a Rebeca y así se consoló de la muerte de su mamá
Rebeca se cubrió el rostro con un velo, como muestra de modestia. No quiso revelar su belleza a su futuro esposo; deseaba que la aceptara por ser la voluntad de Dios, no por su apariencia.
El siervo le relató a Isaac todo lo acontecido. Como era el siervo más antiguo y leal de su padre, Isaac confiaba plenamente en él y no dudó en casarse con Rebeca de inmediato.
La llevó a la carpa que había pertenecido a su madre Sara, lo cual simbolizaba que Rebeca sería la nueva matriarca del campamento. E Isaac llegó a amarla profundamente—este tesoro elegido por Dios.
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Como Sara, la suegra que nunca llegó a conocer, Rebeca también enfrentó dificultades para concebir. Isaac oró por ella, y Dios escuchó su súplica: Rebeca quedó embarazada. Pero su embarazo fue doloroso. La historia continúa, revelando por qué aquel embarazo le causó tanto sufrimiento.
Los bebés peleaban dentro de su vientre
Génesis 25:22-23: Los bebés peleaban dentro de su vientre y Rebeca se preguntó: «¿Por qué me está pasando esto a mí?», así que consultó al SEÑOR. El SEÑOR le respondió: «Tienes a dos naciones dentro de tu vientre. Van a nacer de ti los líderes de dos familias y serán separados. Uno de tus hijos será más fuerte que el otro, y el mayor servirá al menor».
Engaña a su marido en su vejez
Cuando Isaac ya era anciano y casi ciego, llamó a su hijo preferido, Esaú, y le pidió que fuera a cazar un animal, lo preparara como a él le gustaba, y se lo trajera para así darle la bendición del primogénito.
Esaú salió a cazar un venado. Pero Rebeca, que estaba escuchando a escondidas, no quiso que su hijo mayor recibiera la bendición. Llamó a Jacob y le contó todo lo que había oído. Así comienza el plan de Rebeca.
El plan
Génesis 27:9-10: Ve al rebaño y consígueme dos cabras jóvenes y buenas para que así yo pueda prepararlas deliciosas, como le gustan a tu papá. Tú le llevarás la comida a tu papá, y él te dará su bendición antes de morir.
Rebeca ayudó a Jacob recibir la bendición del primogénito
Notamos que fue Rebeca, y no Jacob, quien ideó el plan e insistió en llevarlo a cabo. Parecía que había estado esperando este momento, lista con una estrategia precisa.
Sabemos que Jacob y Esaú no se parecían en absoluto. Jacob le mencionó a su madre que no tenía el vello de su hermano, y que al tocarlo, su padre sabrá que intenta engañarlo. Pero Rebeca lo persuadió a seguir sus instrucciones.
Jacob fue y mató unas cabras del rebaño, cuidando de no ser visto. Rebeca las preparó en secreto, asegurándose de que nadie sospechara. Después de tantos años de matrimonio, conocía perfectamente el gusto de Isaac: cuántas especias añadir, cómo mezclar los condimentos, y el punto exacto del asado que él prefería.
Rebeca fue a la carpa de Esaú, tomó su mejor ropa y vistió a Jacob. Luego, colocó las pieles de las cabras sobre los brazos y el cuello de su hijo amado.
Es fácil culparla por haber engañado a su esposo, pero quizás tenía presente las palabras que Dios le dio cuando estaba embarazada. No sabemos si compartió ese mensaje con Isaac. Si lo hizo, entonces Isaac estaba desobedeciendo a Dios al intentar bendecir a Esaú. Pero si no lo hizo, ¿debía ella tomar en sus manos el cumplimiento de la voluntad de Dios?
El segundo plan de Rebeca
Tras bendecir a Jacob, Isaac, sin saberlo, desató la furia de Esaú, quien juró matar a su hermanito. Otra vez por escuchar a escondidas, Rebeca se enteró del plan de su hijo mayor. Entonces ideó una nueva estrategia: enviar a Jacob a Padán Aram, la tierra donde ella había crecido. Confiaba en que el enojo de Esaú se disiparía, y que su hijo amado podría regresar en paz después de unos días.
Rebeca mostraba una inclinación hacia el engaño, que tenía un lado tramposo, aunque no con la astucia de su hermano Labán ni la persistencia de Jacob. Para ella, manipular parecía casi natural.
Aunque el relato guarda silencio, es fácil imaginar que Esaú jamás volvió a confiar en su madre. Tal vez, como una forma de herirla, tomó por esposas a dos mujeres paganas: Judit y Basemat.
Y así concluye este estudio, con las palabras de Rebeca resonando en el aire.
Ay, pobre de mi
Génesis 27:46: Luego Rebeca le dijo a Isaac:
—Se me arruinó la vida por causa de esas mujeres heteos, me moriría si Jacob se llegara a casar también con una mujer de esas.
Reflexión
1. ¿Qué nos revela el silencio del texto bíblico sobre los sentimientos de Esaú hacia su madre, y cómo podríamos imaginar las heridas invisibles que se gestaron en esa familia?
2. Si Rebeca actuó movida por fe, ¿cómo reconciliamos su deseo de obedecer a Dios con las consecuencias dolorosas que sus decisiones provocaron en sus hijos y en ella misma?