¿Quién era el verdadero Labán?
Padre, tío, suegro, y estafador
¿Quién era el verdadero Labán: un padre y tío que cuidaba de los suyos, o un empresario despiadado que procuraba engañar hasta a su propia familia? Para contestar esta pregunta, hoy continuamos nuestro estudio en el libro de Génesis, echando un vistazo a los diferentes etapas en la vida de Labán.
Comenzamos con su introducción: Abraham envió a uno de sus siervos a Padán Aram para encontrar una esposa para su hijo Isaac. Al llegar, el siervo conoció a Rebeca, hermana de Labán, y le entregó regalos muy valiosos. Al enterarse, Labán salió a conocerlo. Rebeca y el siervo le contaron todo lo acontecido—la misión, la oración respondida, y la propuesta de matrimonio. Así comienza la historia de Labán, leyendo la respuesta que él y su padre Betuel dieron ante la propuesta del siervo de Abraham.
Aquí está Rebeca, tómala y vete
Génesis 24:50-53: Labán y Betuel respondieron:
—Vemos que esto viene directamente del SEÑOR así que no tenemos nada que decir. Aquí está Rebeca, tómala y vete. Haz que se case con el hijo de tu amo para obedecer la palabra del SEÑOR.
Cuando el siervo de Abraham les oyó decir esto, se arrodilló en el piso ante el SEÑOR. Luego el siervo sacó todo el oro, la plata y la ropa y se la dio a Rebeca. También les dio regalos muy caros al hermano y a la mamá de ella.
Hay más, ¿no?
El siervo les explicó que Isaac era el único heredero de toda la riqueza de Abraham. Podría parecer que Labán y Betuel tomaron una decisión precipitada, pero sabían que jamás recibirían una dote tan generosa. A la mañana siguiente, cuando el siervo despertó, les dijo a sus anfitriones que debía regresar al campamento de Abraham. Pero Labán y la madre de Rebeca insistieron en que ella se quedara unos diez días más, quizás con la esperanza de obtener aún más tesoros. Este momento revela el origen de la avaricia que marcaría la historia de Labán. El siervo, sin embargo, se mantuvo firme: no podía esperar, tenía que marcharse ese mismo día.
La siguiente vez que aparece Labán en la narrativa es aproximadamente 60 años después de la partida de Rebeca. Ahora es el amo y dueño de todo lo que pertenecía a su padre Betuel.
Después de engañar a su padre Isaac para recibir la bendición de la primogenitura, Jacob tuvo que huir a Padán Aram, buscando asilo con su tío Labán hasta que Esaú se calmara. Cuando Labán supo que su sobrino había llegado, corrió a recibirlo con una calurosa bienvenida, llevándolo a su casa—a lo mejor pensando que venía con tantos regalos como el siervo de Abraham había traído décadas atrás.
Pero al enterarse de que Jacob no tenía nada, y que tampoco podía regresar a Canaán, comenzó a formar una trampa para obtener años de trabajo sin pagarle nada. Tal vez Labán notó las miradas furtivas que Jacob dirigía a su hija menor, Raquel. Bajo circunstancias normales, habría exigido una dote por el privilegio de casarse con una de sus hijas, pero ahora cambió de idea.
Así continúa la historia de Labán, con la oferta que le hizo a Jacob—una propuesta que parecía justa, pero escondía condiciones que cambiarían su vida para siempre.
Labán engaña a Jacob
Génesis 29:15-19: Un día Labán le dijo a Jacob:
—No está bien que sigas trabajando para mí sin recibir pago a cambio. Tú eres mi pariente, no mi esclavo. Dime, ¿cuánto debo pagarte?
Labán tenía dos hijas. La mayor se llamaba Lea y la menor Raquel. Lea era de ojos tiernos pero Raquel era linda y tenía un cuerpo hermoso.
Jacob amaba a Raquel, así que dijo:
—Trabajaré para ti durante siete años si dejas que me case con Raquel, tu hija menor.
Labán dijo:
—Es mejor que te cases con ella y no que ella se case con cualquier otro hombre. Así que quédate conmigo.
Dame Raquel Ya
Cuando Jacob cumplió el tiempo acordado para trabajar como la dote, pidió a su tío que le entregara a Raquel, tal como había prometido. Labán organizó una gran fiesta para celebrar la boda. Pero esa noche, en lugar de cumplir su promesa, Labán engañó a Jacob. Así continúa la historia, con uno de los actos más dolorosos y decisivos en la vida del patriarca más joven.
Labán engaña a Jacob otra vez
Génesis 29:23, 25-27: pero, por la noche, Labán le llevó a su hija Lea, y Jacob tuvo relaciones sexuales con ella. …A la mañana siguiente Jacob se dio cuenta de que se había acostado con Lea y entonces le dijo a Labán:
—¿Por qué me hiciste esto? Trabajé muy duro para casarme con Raquel. ¿Por qué me engañaste?
Labán respondió:
—En nuestro país no se permite que la hija menor se case antes que la hija mayor. Cumple con la semana de celebración de bodas y también te daré a Raquel para que te cases con ella, si trabajas otros siete años para mí.
Si trabajas otros siete años para mí
A la mañana siguiente, Jacob despertó y recibió la sorpresa de su vida. Aún incrédulo, fue en busca de Labán, exigiéndole una explicación. Al descubrir el engaño de su tío, ¿Por qué no le devolvió a Lea? Labán aseguró que esto no pasaría, porque Jacob ya se acostó con ella.
Después de trabajar catorce años por Raquel sin recibir nada, Jacob deseaba regresar a Canaán. Así continúa la historia, con el intercambio entre yerno y suegro cuando Jacob le pide permiso para regresar a su tierra.
¿Qué tengo que darte?
Génesis 30:27- 31: Labán le dijo:
—Si me permites decirlo, he concluido que el SEÑOR me ha bendecido gracias a ti. Dime cuánto te debo pagar y eso te pagaré.
Jacob respondió:
— … Cuando yo llegué tú tenías muy poco, ahora tienes muchísimo más. Cada vez que yo hice algo para ti, el SEÑOR te bendijo….
Labán preguntó:
—¿Qué tengo que darte?
Jacob respondió:
—No tienes que darme nada…
No te vayas
Labán no quería perder la labor de su yerno; sabía que, gracias al esfuerzo de Jacob y a la bendición de Dios, sus rebaños habían crecido mucho. Más adelante veremos que Labán usaba ídolos para adivinar el futuro. Cuando dijo que había concluido que “el Señor” lo bendecía por medio de Jacob, no se refería al único Dios, Creador del universo, sino a uno de los muchos dioses adorados en aquella época.
Le preguntó cuánto quería que le pagara para quedarse y seguir trabajando para él. Los rebaños eran una gran fuente de riqueza. Jacob pidió como salario solo las ovejas manchadas, rayadas y los corderos negros—es decir, los considerados defectuosos. Era una forma de probar su lealtad: si Labán encontraba un animal en el rebaño de Jacob que no fuera manchado o negro, sabría que lo había robado.
Labán aceptó los términos, pero lo que hizo después revela que su intención era engañarlo una vez más. Después de hacer el trato, fue a sus rebaños y apartó todas las ovejas manchadas, rayadas y negras—los mismos animales que acababa de prometerle a Jacob—y los escondió a tres días de distancia. A pesar de esto, Dios intervino, bendiciendo a Jacob con un rebaño propio. Pronto, Jacob se volvió más rico que su tío Labán.
El peor empleador es mi suegro
Labán no quiso que Jacob tuviera más que él. Primero dijo que le pagaría con las ovejas manchadas, luego cambió de opinión y ofreció solo las rayadas, y así cambió su salario diez veces. No importó cuántas veces Labán alteró el acuerdo: Dios fiel a su promesa, hizo que los rebaños produjeran exactamente los colores que Labán había nombrado como salario. Dios no permitió que perjudicara a Jacob.
En medio de eso, Jacob se dio cuenta de que Labán ya no se portaba amablemente con él. Compartió todo esto con Raquel y Lea, incluyendo su decisión de abandonar la casa de su suegro.
Así continúa la historia, con la respuesta de Raquel y Lea ante el plan de Jacob.
Nos trata como extrañas
Génesis 31:14-15: Entonces Raquel y Lea le respondieron:
—Nuestro papá no tiene nada para darnos cuando se muera. Nos trata como extrañas. Nos vendió y ya se gastó lo que recibió por nosotras.
Nuestro padre nos trata como te trata a ti
Según sus hijas, Labán también las maltrataba; ellas mismas dijeron que se sentían como extrañas para él. Afirmaron que su padre ya había gastado todo lo que recibió por ellas, aunque en realidad no recibió nada, ya que nunca pagó a Jacob.
Planearon huir sin despedirse de Labán. Esperaron hasta los días en que él y sus hijos estaban en el campo esquilando ovejas. Antes de partir, Raquel robó los ídolos que su padre usaba para adivinar el futuro, un detalle que será importante más adelante.
Tres días después de la huida, los siervos de Labán se dieron cuenta de que Jacob se había ido, llevándose a sus esposas, hijos, concubinas, siervos y rebaños. Se lo comunicaron a Labán, quien se enfureció y partió de inmediato para perseguirlo. Aunque el texto no lo dice explícitamente, es evidente que Labán regresó a su casa antes de partir, y descubrió que sus ídolos ya no estaban.
Una semana después, Labán y sus hombres alcanzaron a Jacob. Pero antes de que pudiera entrar al campamento y ejecutar su venganza, cayó la noche, y Dios le habló en un sueño. Así continúa la historia, con el mensaje que Dios le comunicó a Labán en el silencio de la noche.
Dios reprendió a Labán
Génesis 31:24: Esa noche Dios se le apareció en un sueño a Labán el arameo y le dijo: «¡Cuidado! No le digas nada a Jacob, ni bueno ni malo».
No le hagas nada a Jacob
A la mañana siguiente, Labán llegó al campamento de su yerno. Quería hacerle daño, pero después de tantos años con Jacob, sabía que no debía desafiar al Dios que lo protegía. Así continúa la historia, con las palabras que Labán le dirigió a Jacob sobre el impacto de su huida: su enojo, su sentido de traición, y su intento de justificar años de manipulación bajo el disfraz de afecto familiar.
Me huiste, me engañaste, y llevaste a mis hijas y nietos
Génesis 31:26-30…—¿Por qué huiste y me engañaste? Te llevaste a mis hijas como si fueran mujeres capturadas en una guerra. ¿Por qué huiste en secreto? Si me lo hubieras dicho te habría despedido con alegría y con música de tambores y arpas. No dejaste que les diera un beso de despedida a mis nietos y nietas. ¡Fuiste un tonto al hacer esto! Yo soy capaz de hacerte daño, pero anoche se me apareció en un sueño el Dios de tu papá y me dijo: “¡Cuidado! No le digas nada a Jacob, ni bueno ni malo”. Yo sé que te fuiste porque quieres regresar a la casa de tu papá. Pero, ¿por qué te robaste los dioses de mi familia?
Soy capaz de hacerte daño
Vemos una clara contradicción en lo que Labán le dijo a Jacob: Primero lo regañó por huir, diciendo que quería darle una fiesta de despedida, pero al mismo tiempo lo llamó tonto y le recordó que tenía poder para hacerle daño—y que lo habría hecho si no fuera por la advertencia de Dios.
Labán era un maestro en usar la vergüenza como herramienta de control. No entendía cómo Jacob podía tener la bendición de un Dios que no permitía la adoración de otros ídolos, mientras que pensaba que su yerno se los robó. Jacob le dio permiso para buscar los ídolos donde quisiera. Lo retó a registrar todo el campamento, y si algo le pertenecía, que se lo llevara.
Labán y sus hijos buscaron en las carpas de todos. Cuando llegaron a la carpa de Raquel, ella no se levantó, diciendo como pretexto que estaba indispuesta. Como no buscaron debajo de su silla donde había escondido los ídolos, no encontraron nada.
Labán no se disculpó por la intrusión, ni por la acusación, ni por los años de estafa. Así continúa la historia, con las palabras que Labán pronunció en lugar de pedir perdón.
Todo lo que ves es mío
Génesis 31:43-44: Labán le dijo a Jacob:
—Estas hijas son mis hijas, estos niños son mis niños y los rebaños son mis rebaños. Todo lo que ves es mío. Sin embargo, ¿qué les puedo hacer ahora a mis hijas o a los hijos que ellas han tenido? Ven, hagamos un pacto entre tú y yo, y que haya un testigo entre los dos.
Hagamos un pacto
Labán afirmó que todo, incluso sus nietos, le pertenecía. Aun así, propuso que hicieran un pacto de todos modos, como si la paz dependiera de su permiso. Como lo hizo años atrás, después de soñar con la escalera al cielo, Jacob tomó una piedra como símbolo del pacto. Mandaron a sus siervos a cargar piedras hasta formar un montón. Tanto Labán como Jacob estaban de acuerdo en que ese montón serviría como testigo de su pacto, para que ninguno lo rompiera.
Pero el pacto vino con condiciones. Así continúa el desenlace de la historia de Labán, con las cláusulas que impuso para mantener la paz.
Tengo varias condiciones
Génesis 31:50, 52-53: Luego Labán dijo:
—Si les haces daño a mis hijas o si te casas con otra mujer además de ellas, aunque nadie te esté vigilando, recuerda que Dios es el testigo entre tú y yo. El montón de piedras y esta roca son testigos de que nunca cruzaré de aquí hacia tu lado y de que tú nunca cruzarás de aquí hacia mi lado, con intención de hacernos daño. Que el Dios de Abraham…sea el que nos juzgue.
Ya no se vieron de nuevo
En efecto, Labán se aseguró de que Jacob nunca regresara a Padán Aram, ni tuviera oportunidad de engañarlo de nuevo. Tampoco volvería a ver a sus hijas ni a sus nietos. Es difícil imaginar que un padre y abuelo pudiera ser tan cruel, dispuesto a renunciar a su familia con tal de proteger sus intereses.
A la mañana siguiente, Labán se despidió de sus hijas y de todos sus nietos, les dio un beso y su bendición. Luego volvió a su casa. Jacob y Labán jamás se vieron de nuevo.
Este es el último registro que tenemos de Labán. Parece que nunca cambió, que murió siendo un estafador que nunca conoció al único Dios de Abraham, Isaac y Jacob.
Reflexión
1. ¿Qué revela el pacto final entre Jacob y Labán sobre la necesidad de poner límites, incluso con personas cercanas? ¿Has vivido alguna vez una situación donde la paz solo fue posible al establecer distancia?
2. Cómo interpretas el silencio de Labán al final de la historia: ¿arrepentimiento encubierto, orgullo persistente, o simple resignación? ¿Qué te enseña esto sobre las personas que nunca reconocen el daño que causaron?
3. ¿Qué te dice la fidelidad de Dios en medio del engaño constante de Labán sobre cómo Él actúa en tus propias injusticias vividas? ¿Has sentido que Dios te protegió incluso cuando otros intentaban aprovecharse de ti?


