Jacob se enamoró de Raquel, pero se casó con Lea

El tramposo fue engañado

En el estudio anterior, vimos cómo Jacob tuvo un sueño que lo acercó a Dios. Sin embargo, a pesar de esa revelación, intentó negociar con Él, mostrando que su fe aún estaba en proceso.

En este nuevo capítulo, Jacob llega a la casa de su tío Labán y se enamora de su hija menor, Raquel. Según la tradición rabínica, Rebeca, la madre de Jacob, se mantenía en contacto con su hermano Labán, y juntos habían planeado el matrimonio de Jacob y Esaú con sus hijas. Lea, la mayor, había sido prometida a Esaú. Pero Esaú se casó con dos mujeres paganas, y luego tomó una tercera. No fue el plan de Dios que Lea se casara con Esaú. Muy pronto, conocerá al hijo menor—Jacob—y su futuro esposo.

Llegó a Padán Aram

Después de tener su primer encuentro con Dios y de intentar negociar con Él, Jacob continuó su viaje hacia Padán Aram. Todo el tiempo viajaba con temor, preocupado de que Esaú o alguno de sus hombres estuvieran escondidos detrás de una roca o en una cueva, esperando matarlo.

Ansioso por llegar a la casa de su tío, Jacob viajó lo más rápido que pudo hacia el oriente. Finalmente, llegó a un campo donde tres rebaños de ovejas descansaban junto a una fuente cubierta con una piedra grande. Jacob se acercó a los pastores que estaban allí y les preguntó de dónde eran, y respondieron que eran de Jarán. Emocionado al pensar que por fin había llegado a su destino, Jacob les preguntó si conocían a Labán, y confirmaron que sí.

Mientras Jacob conversaba con los pastores, apareció Raquel, la hija menor de Labán, trayendo las ovejas de su padre. Al parecer, Jacob deseaba estar a solas con ella, porque les sugirió a los pastores que reunieran sus rebaños, les dieran agua y los llevaran de nuevo a pastar. Pero no logró deshacerse de ellos tan fácilmente; le respondieron que no podían hacerlo hasta que todos los rebaños estuvieran reunidos.

Raquel llegó con las ovejas. Le gustara o no, era la encargada de cuidarlas, llevándolas a pastar cada día mientras soportaba la charla interminable de los hombres. Soñaba despierta con el día en que su príncipe azul llegaría y la llevaría muy lejos, a un lugar donde jamás tendría que cuidar ningún animal.

Recordamos que Jacob acababa de tener su primer encuentro con Dios. Y ahora, tendría su primer encuentro con la mujer que sería el amor de su vida. Así comienza la historia del encuentro entre Jacob y Raquel.

La conoció y la besó

Génesis 29:10-12: …Cuando Jacob vio a Raquel, fue y movió la piedra de la boca de la fuente y les dio agua a las ovejas. Luego le dio un beso a Raquel y se puso a llorar.  Jacob le contó a Raquel que él era pariente del papá de ella y que era el hijo de Rebeca. Entonces Raquel fue corriendo a la casa de su papá a avisarle.

El fanfarrón

Cuando Rebeca conoció al siervo de Abraham, les dio agua a sus camellos. Ahora, su hijo Jacob movió él solo la piedra que cubría la fuente y dio agua a todas las ovejas, aunque los pastores acababan de decirle que no lo hiciera.

Jacob estaba siguiendo las instrucciones de sus padres, quienes le habían indicado casarse con una de las hijas de su tío Labán. Y justo en ese momento, una de ellas se acercó. Desde la distancia, Jacob pudo ver que era bella. Antes de conocerla, quiso mostrarle su fuerza—como si su cuerpo hablara antes que sus palabras.

Parece que Jacob conoció a Raquel y se enamoró instantáneamente de ella. La besó, ya fuera por sentirse atraído, o por la emoción de haber llegado finalmente a su destino, agradecido de estar con su familia extendida. La segunda opción parece más probable. Es importante recordar que, en aquella época, los hombres solo besaban a sus madres o a sus esposas. Por lo tanto, podemos suponer que no fue un beso en los labios, sino uno en la mejilla—un gesto de afecto, no de pasión.

Cuando Labán supo que su sobrino había llegado, corrió a recibirlo, no tanto por bondad, sino porque sabía que su hermana Rebeca se había casado con un hombre muy rico, y esperaba compartir algo de esa fortuna. Le dio una calurosa bienvenida y lo llevó a su casa. Jacob le contó sobre su viaje, quizás incluso sobre su encuentro con Dios, y explicó por qué había llegado sin nada: su hermano Esaú quería matarlo, y no podía regresar a Canaán.

Tal vez Labán ya había escuchado sobre el carácter de Esaú, y simpatizó con Jacob. Quizás incluso lo admiraba por haber sido lo suficientemente astuto como para robarle la bendición.

Al escuchar la historia de Jacob y verlo sin recursos, la mente tramposa de Labán se encendió. En circunstancias normales, habría exigido una dote para permitir que se casara con una de sus hijas. Pero ahora cambió de estrategia. Le dio otro abrazo, y lo invitó a quedarse en su casa el tiempo que quisiera. Jacob comenzó a trabajar para su tío en los campos. Era trabajo duro y sucio. Así continúa la historia, con la oferta que Labán le hizo a Jacob—una oferta que lo haría pensar que estaba obteniendo la ganga del siglo.

Labán engaña a Jacob por la primera vez

Génesis 29:15-19: Un día Labán le dijo a Jacob:

—No está bien que sigas trabajando para mí sin recibir pago a cambio. Tú eres mi pariente, no mi esclavo. Dime, ¿cuánto debo pagarte?

Labán tenía dos hijas. La mayor se llamaba Lea y la menor Raquel.  Lea era de ojos tiernos pero Raquel era linda y tenía un cuerpo hermoso. 

Jacob amaba a Raquel, así que dijo:

—Trabajaré para ti durante siete años si dejas que me case con Raquel, tu hija menor.

Labán dijo:

—Es mejor que te cases con ella y no que ella se case con cualquier otro hombre. Así que quédate conmigo.

¿Una fea y una bella?

La tradición rabínica contiene varias teorías sobre Lea y Raquel. La idea de que Raquel era hermosa y que Lea era fea podría ser una interpretación exegética, o quizás una traducción imprecisa. Es posible que lo más acertado sea decir que Lea tenía mala visión, más que afirmar que era fea.

Si Lea no veía bien, ese rasgo habría sido algo que necesitaba compensar o incluso ocultar. En una cultura donde la belleza tenía gran peso, una debilidad visual podía marcar su destino matrimonial. Pero como veremos, Dios no escoge según la apariencia, sino según el propósito.

El salario de siete años que un siervo ganaría era mucho más que la dote requerida. Jacob parece ingenuo por ofrecerle tanto a su tío, y Labán no pudo resistir una oferta tan tentadora.

Recordemos que, en Canaán, Jacob nunca realizó trabajo manual pesado; su rol era más bien administrativo, ayudando en la gestión del negocio de su padre. Pero para casarse con Raquel—y mantenerse lejos de Esaú—propuso hacer el trabajo de un siervo. Por la oferta que Labán le hizo, sabemos que, aunque Jacob no tenía experiencia en labores físicas, trabajaba bien, y Labán lo reconoció. Es probable que, además de su esfuerzo, Jacob aportara algo de su experiencia en administración—una habilidad que un siervo común no tendría.

No tengo dinero ni nada que dar

Jacob no tenía nada: ni dinero, ni casa, y todo por haber engañado a su padre y enfadado a su hermano. Durante siete años, lo único que recibió fue comida y un lugar donde dormir.

Si no fuera por esa situación, podría haber regresado a Canaán con una dote aún más impresionante que la que se ofreció para Rebeca. Después de todo, sus padres lo habían enviado a Labán con el propósito específico de casarse con una de sus hijas. Por eso resulta incomprensible que lo enviaran sin nada, ni siquiera en medio del caos de su huida.

Así que Jacob trabajó siete años. Cada día se levantaba temprano, con una sonrisa, soñando con el momento en que despertaría con Raquel a su lado. Tenemos que recordar que, en aquella época, nunca se dejaba a solas a los prometidos. Este detalle será importante más adelante, cuando intentemos entender cómo Labán logró engañar a su sobrino. Jacob realmente no conocía a las hermanas; simplemente percibió que Raquel era hermosa.

Jacob no estaba pensando las promesas de Dios—en si Raquel sería una madre ejemplar para sus descendientes—sino en su belleza. Mientras cuidaban los rebaños, soñaba despierto con cómo sería su vida con Raquel a su lado: los muchos hijos que tendrían, y el día en que regresarían juntos a Canaán para estar con sus padres.

Pero ese no fue el plan de Dios.

El tiempo se acabó

No sabemos con certeza cuántos años tenía Jacob, pero si Esaú tenía 40 años cuando se casó con dos mujeres—antes de la huida de Jacob—entonces Jacob tendría alrededor de 47 años cuando terminaron los siete años de trabajo. Es probable que Raquel fuera más joven que su prometido.

Al cumplir el tiempo acordado para la dote, Jacob pidió a su tío Labán que le entregara a Raquel, tal como había prometido. Labán organizó una gran fiesta de bodas. Debía haber sido el día más feliz de sus vidas.

Pero no lo fue.

Así continúa la historia, con el engaño que Labán le hizo a Jacob en la noche de bodas—un engaño muy parecido al que Jacob había cometido contra su padre Isaac.

Labán engaña a Jacob otra vez

Génesis 29:23, 25-27: pero, por la noche, Labán le llevó a su hija Lea, y Jacob tuvo relaciones sexuales con ella. …A la mañana siguiente Jacob se dio cuenta de que se había acostado con Lea y entonces le dijo a Labán:

 —¿Por qué me hiciste esto? Trabajé muy duro para casarme con Raquel. ¿Por qué me engañaste?

Labán respondió:

—En nuestro país no se permite que la hija menor se case antes que la hija mayor. Cumple con la semana de celebración de bodas y también te daré a Raquel para que te cases con ella, si trabajas otros siete años para mí.

Si trabajas otros siete años para mí

Según la costumbre, la hija mayor debía casarse antes que la menor. Pero, ¿por qué Labán no se lo comunicó a Jacob en todos esos años? ¿Por qué no buscó otro esposo para Lea?

El texto no lo dice, pero tal vez la descripción de Lea nos da una pista. Tal vez era fea o quizás no veía bien, y por esa discapacidad, ningún pretendiente se presentó. Tal vez pensaban que no sería saludable, o que tendría dificultades para tener hijos.

Cada vez que Labán pensaba en todo el trabajo que su sobrino haría sin recibir un salario, no podía evitar sonreír. El estafador había sido vencido por el estafador maestro.

Las hermanas participaron en el engaño

Engañar a Jacob no fue culpa exclusiva de Labán; sus hijas también tuvieron un papel en la trama. Es probable que Labán les comunicara sus intenciones antes de la ceremonia, y que ellas, aunque inconformes, se vieran obligadas a obedecer la voluntad de su padre. Por su comportamiento posterior, parece que Lea realmente amaba a Jacob, mientras que Raquel mostraba cierta indiferencia.

En las bodas de aquella época, la novia siempre estaba cubierta con un velo hasta el momento de estar a solas con su esposo. Cuando llegó la noche, trajeron a Lea, cubierta con el velo, a la nueva tienda que Jacob había preparado para Raquel. El siervo más leal de Labán aseguró que no había lámparas encendidas; estaban en completa oscuridad. Además, Jacob había bebido durante la fiesta, y es posible que estuviera borracho, lo cual facilitó el engaño.

Y allí, pensando que era Raquel, la hizo suya.

Una sorpresa muy desagradable

La mañana siguiente, Jacob se despertó y recibió la sorpresa de su vida: no era Raquel, su amor, quien dormía a su lado—era Lea. Confundido, se cubrió y le preguntó qué estaba haciendo allí. Lea, esperando que él se enojara, no sabía qué decir.

De repente, Raquel entró en la tienda con los ojos rojos de tanto llorar. Le confesó todo a Jacob: que su padre había planeado el engaño. Aún incrédulo, Jacob se vistió rápidamente y fue en busca de su tío, exigiéndole una explicación. Al descubrir el engaño, ¿por qué no devolvió a Lea? Labán le aseguró que eso no era posible: en aquel entonces, una vez consumado el matrimonio, ya era demasiado tarde para devolver a la novia.

Jacob nunca tuvo la intención de casarse con ambas hermanas. Tampoco trabajó siete años por Lea y siete por Raquel—trabajó catorce años por Raquel. Así como Esaú fue un obstáculo para recibir la bendición del primogénito, Lea se convirtió en un obstáculo para recibir a la mujer que Jacob amaba. En lugar de disfrutar su primera semana con Raquel, tuvo que pasarla con una mujer que no amaba. Esa semana pareció durar una eternidad.

Finalmente, Jacob y Raquel se casaron. Pero no fue la gran fiesta que habían tenido la primera vez. Así termina esta parte de la historia, con la tan esperada noche de bodas.

La boda más esperada

Génesis 29:30: Entonces Jacob tuvo relaciones sexuales también con Raquel. Él amó a Raquel más que a Lea y trabajó para Labán otros siete años.

Él amó a Raquel más

El texto no dice que Jacob no amaba a Lea, sino que amaba más a Raquel. Como veremos más adelante, Lea le dará muchos hijos, y quizás Jacob llegó a sentir amor por ella como madre de su descendencia. Pero quien lo atrajo desde el principio fue Raquel—ella tenía su corazón.

Después de casarse con Raquel, Jacob tuvo que dividir su tiempo entre su amada y la otra. Y como veremos más adelante, parece que Jacob fue engañado por la belleza de Raquel. Era una mujer de carácter difícil, exigente y caprichosa. Sin embargo, Jacob la amaba, aparentemente a pesar de todo.

Reflexión

1.      ¿Alguna vez he deseado algo con tanta intensidad que no pude ver las señales de advertencia que Dios estaba poniendo en mi camino? ¿Cómo puedo discernir entre lo que deseo y lo que realmente me conviene según el propósito de Dios?

2.      ¿Qué hago cuando mis planes se desvían por decisiones ajenas o circunstancias injustas? ¿Resisto, me resigno, o busco cómo Dios podría estar formando mi carácter a través de esa desviación?

3.      ¿Qué revela mi forma de amar sobre mis prioridades, mis heridas y mis expectativas? ¿Estoy buscando belleza, seguridad, reconocimiento… o estoy dispuesto a amar más allá de lo que el otro puede ofrecerme?

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