José en la cárcel: Dios presente en la adversidad
Encarcelado y casi olvidado
En el estudio anterior vimos cómo la esposa de Potifar acusó falsamente a José de intentar violarla, y Potifar lo arrojó a la cárcel. Sin embargo, aun allí, Dios seguía con José.
Si alguna vez te encuentras en un lugar del que parece no haber salida, recuerda: Dios está contigo, no lo dudes. La fidelidad de Dios no depende de las circunstancias, sino de Sus promesas. Así comienza la historia de José en prisión, donde descubrimos cómo el Señor permaneció con él incluso bajo las peores condiciones, transformando la tragedia en preparación para su futuro.
El SEÑOR estaba con José y lo ayudó
Génesis 39:21-23: Pero el SEÑOR estaba con José y lo ayudó haciendo que se ganara la confianza del carcelero. Entonces el carcelero puso a todos los prisioneros bajo el mando de José, quien dirigía todo lo que ahí se hacía. El carcelero no supervisaba lo que hacía José porque el SEÑOR estaba con José y por eso el SEÑOR hizo que le saliera bien todo lo que hacía.
El carcelero no supervisaba lo que hacía José
José no tuvo juicio ni oportunidad de defenderse y presentar la verdad. En antigüedad, muchos prisioneros permanecían encarcelados hasta la muerte, fueran inocentes o culpables. Resulta difícil imaginar que el carcelero confiara tanto en un prisionero como para ponerlo a cargo de su trabajo, pero eso es precisamente lo que relata el texto.
El deber del carcelero era supervisar a todos los prisioneros y dirigir lo que hacían. Sin embargo, fue José quien asumió esa responsabilidad, y lo hizo tan bien que el carcelero dejó de vigilarlo. ¿Qué hacía entonces el carcelero? El texto no lo dice, pero podemos suponer que no era un hombre recto; quizá vagaba por allí, recibiendo un salario que no merecía, mientras José administraba y ordenaba la prisión.
La presencia de Dios se manifestaba en ese lugar oscuro: el carcelero confiaba plenamente en José y le otorgó privilegios y libertad que, sin la influencia de Dios, jamás habría recibido. Aun así, seguía siendo un prisionero, condenado injustamente.
¿El carcelero era Potifar?
Algunos han especulado que el carcelero y Potifar podrían haber sido la misma persona. Si así fuera, Potifar ya conocía las capacidades de José y lo puso a cargo de todo en la prisión, tal como lo había hecho en su casa. Sin embargo, esta idea parece poco probable: el carcelero trataba bien a José y lo confió todo a su cuidado, mientras que, si Potifar hubiera hecho lo mismo, la gente habría pensado que no le importaba el supuesto intento de violación contra su esposa. Más que nada, Potifar debía proteger su imagen.
Lo más probable es que fueran dos personas distintas: el carcelero y el capitán de la guardia del faraón. Aun así, es posible que Potifar visitara la prisión de vez en cuando, observando el buen trabajo de José y admirando su fidelidad. Sin embargo, nunca pudo decir una palabra en su favor, atrapado entre la verdad que conocía y la reputación que debía mantener.
El copero y el panadero
Tiempo después, dos siervos del faraón fueron encarcelados junto con José. El texto dice que, por alguna razón, el faraón se enojó mucho con el jefe de los coperos y el jefe de los panaderos. Como ambos estaban encargados de la comida real, quizá le sirvieron vino o comida que lo enfermó, y el faraón sospechó un intento de asesinato. Como hacía con todos los prisioneros, el capitán los puso bajo el cuidado de José. Pasaron muchos días allí, lejos de las delicias del palacio.
En aquella época, se daba gran importancia al significado de los sueños, pues se pensaba que los dioses hablaban a través de ellos. Una noche, los dos tuvieron sueños que no entendían. Al amanecer, José los vio preocupados. Como supervisor atento, les preguntó por qué estaban tristes. José no les guardaba rencor por ser egipcios; más bien se compadeció de ellos al ver su sufrimiento.
Ellos confiaban en José, como todos los prisioneros, y le confesaron que habían tenido sueños que nadie podía interpretar. En la cárcel no había sacerdotes que pudieran conjurar significados, como los egipcios creían que se comunicaban con los dioses. José, que también había recibido dos sueños de Dios, les respondió con firmeza: “Solo Dios puede interpretar los sueños”. Entonces decidieron contárselos. Así continúa la historia con el primero de los sueños que José interpretó, el del jefe de los coperos.
El sueño del jefe de los coperos
Génesis 40:9-15: Entonces el jefe de los coperos le contó su sueño. Le dijo:
—En mi sueño vi una vid. La vid tenía tres ramas. Vi como a las ramas les crecían flores y después se convertían en uvas. Yo tenía la copa del faraón en mis manos, tomé las uvas y exprimí su jugo en la copa. Después le entregué la copa al faraón.
Luego José le dijo:
—Esta es la interpretación del sueño: Las tres ramas son tres días. En tres días el faraón te va a perdonar. Te va a devolver tu empleo y tú le servirás el vino al rey tal como hacías antes, cuando eras su jefe de coperos. Oye, cuando estés libre, acuérdate de mí, hazme ese favor. Cuéntale al faraón sobre mí para que así yo pueda salir de esta prisión. A mí me sacaron a la fuerza de la tierra de los hebreos, y no hice nada para merecer estar en este hueco.
Acuérdate de mí
José no necesitó tiempo para pensar: de inmediato supo el significado, revelado por Dios. El trabajo del copero del faraón era probar toda la comida y bebida ante la presencia del rey; si él se enfermó, el faraón no comería. Aunque era una posición privilegiada, también era arriesgada, incluso fatal. Sin embargo, el copero anhelaba regresar a su vida en el servicio real.
Seguramente el jefe de los coperos se sintió aliviado con la interpretación de José. Parece que la aceptó sin hacer preguntas, aunque tampoco leemos que le agradeciera. José le pidió que cuando regresara al palacio —porque estaba seguro de que regresaría— que hablara al faraón sobre él, para que lo liberara de la cárcel donde estaba injustamente. Probablemente, en el éxtasis de sus buenas noticias, el copero prometió hacerlo. Pero surge la pregunta: ¿por qué pensó José que al faraón le interesaría su caso? A fin de cuentas, era un extranjero, un esclavo acusado de intentar violar a una noble egipcia. Sin la protección de Dios, lo más probable es que hubiera pasado el resto de su vida en prisión.
Pero el segundo sueño que José interpretó tuvo una resulta distinta. Así continua la historia con el sueño del jefe de los panaderos.
El sueño del jefe de los panaderos
Génesis 40:16-19: Cuando el jefe de los panaderos vio que la interpretación resultó buena, le dijo a José:
—Yo también tuve un sueño: Tenía tres canastos de pan blanco sobre mi cabeza. En el canasto superior había comida horneada de todo tipo para el faraón, pero los pájaros se la estaban comiendo.
José le respondió:
—Esta es la interpretación de tu sueño: Los tres canastos son tres días. En tres días el faraón te va a cortar la cabeza. Va a colgar tu cuerpo de un árbol y los pájaros se van a comer tu carne.
Va a colgar tu cuerpo de un árbol y los pájaros se van a comer tu carne
Imagina por un momento saber que en tres días morirás, y no de manera natural, sino por una ejecución horrenda. El texto no describe cómo reaccionó el jefe de los panaderos; quizá no creyó la interpretación, pero sin duda pasó esos tres días en profunda angustia.
Mientras ambos permanecían en la cárcel, tal vez el faraón —quizá con la ayuda de Potifar— investigó los acontecimientos que los habían encarcelado. Descubrió que uno era inocente y el otro culpable.
Al tercer día, el jefe de los coperos y el jefe de los panaderos recibieron una inesperada invitación: salir de la cárcel para asistir al cumpleaños del faraón. Era una gran fiesta, con todos sus siervos presentes. Allí, en medio de la celebración, se cumplió exactamente lo que José había dicho: el copero fue restaurado a su puesto, y el panadero ejecutado.
Uno restablecido, uno matado
Génesis 40:21-23: Le devolvió su antiguo empleo al jefe de los coperos quien le volvió a servir el vino al faraón, y colgó al jefe de los panaderos, tal como José había dicho. Pero el jefe de los coperos no se acordó de José, sino que se olvidó de él.
El jefe de los coperos se olvidó de él
Tal como José había dicho, el jefe de los coperos regresó a su antiguo empleo y, como parte de la celebración, el jefe de los panaderos fue ejecutado.
La última frase de esta historia es profundamente triste: el jefe de los coperos se olvidó de José. Quizá no encontró el momento oportuno para hablar con el faraón, o tal vez prefirió no arriesgar su recién recuperada posición. Mientras tanto, aunque nadie supervisaba lo que José hacía y gozaba de cierta libertad dentro de la cárcel, seguía siendo un prisionero. Bendecido y protegido por Dios, sí, pero todavía encerrado injustamente.
Sin embargo, el olvido del copero no fue definitivo. En el próximo estudio veremos cómo, en el momento señalado por Dios, recordará a José y lo mencionará ante el faraón. Entonces, José interpretará otro sueño, pero esta vez el del rey de Egipto.
Reflexión:
1. ¿Qué nos revela la actitud de José en la cárcel —sirviendo con fidelidad y compasión aun en la injusticia— sobre cómo podemos vivir con propósito en medio de circunstancias que parecen sin salida?
2. ¿Cómo cambia nuestra perspectiva al ver que la cárcel, un lugar de sufrimiento y olvido, se convirtió en el espacio donde Dios preparó a José para su futuro?
3. ¿De qué manera la confianza de José en Dios, incluso cuando los hombres lo olvidaron, nos invita a reflexionar sobre dónde ponemos nuestra esperanza en tiempos de prueba?

