Potifar y su esposa

Un guapo esclavo trabajador y una esposa adultera

Después de que sus medio hermanos lo vendieran como esclavo a los ismaelitas, José llegó a Egipto. Al regresar a Canaán, ellos engañaron a su padre Jacob mostrándole la túnica manchada de sangre; Jacob asumió que un animal salvaje lo había matado.

Mientras tanto, en Egipto, José fue vendido a Potifar, capitán de la guardia del faraón. Por su posición, Potifar pasaba gran parte del tiempo en el palacio y en distintas regiones del país, dejando sola a su esposa. Su estilo de vida revela que probablemente ambos fueran nobles egipcios. Sin embargo, la esposa de Potifar no fue fiel. El texto bíblico la recuerda únicamente como una mujer lujuriosa y caprichosa, sin siquiera mencionar su nombre, quizá como un intento de borrarla de la memoria.

Potifar pronto notó que José no era un esclavo común. Se dio cuenta de su inteligencia y sabiduría, y lo puso a cargo de todos sus asuntos personales. Aunque Potifar adoraba a los dioses de Egipto, reconoció que la excelencia de José provenía de una fuente divina. Así comienza la historia de José sirviendo en la casa de Potifar, destacando por la gracia de Dios en todo lo que emprendía.

El SEÑOR estaba con José

Génesis 39:2-6: El SEÑOR estaba con José e hizo que fuera un hombre muy exitoso. José vivió en la casa de su amo egipcio, quien se dio cuenta de que el SEÑOR estaba con José y que el SEÑOR hacía que le fuera muy bien en todo. José complacía a su amo y este nombró a José su asistente personal. Lo puso a cargo de la casa y todas sus otras posesiones. El SEÑOR bendijo la casa de ese egipcio desde el momento en que él puso a cargo de José todas sus posesiones. El SEÑOR bendijo a Potifar en todo lo que tenía, tanto en la casa como en el campo. Entonces entregó todo a cargo de José y no prestaba atención a nada que no fuera la comida que él mismo consumía…

Administrador fiel

Con sabiduría, Potifar puso a José encargado de toda su casa, y desde ese momento el Señor bendijo su hogar. Potifar ya no tenía que revisar cuentas, disciplinar sirvientes, ni planear cuándo comprar, vender, sembrar o cosechar. El texto dice que tenía casa y campo, lo que indica que era agricultor; bajo la administración de José, sus cosechas crecieron en cantidad y calidad.

En Canaán, José no había trabajado en los campos, pero en Egipto sobresalió incluso en aquello en lo que no tenía experiencia, porque la bendición de Dios estaba con él. Con José al mando, Potifar solo debía preocuparse de su cargo como capitán de la guardia del faraón, dedicando aún más tiempo a mostrar su lealtad al rey. Mientras tanto, el corazón de su esposa se abrió a otro.

Pero estar con la esposa de su amo nunca fue la intención de José. Su fidelidad en los negocios demostraba que era incapaz de traicionar a Potifar. Si no fuera así, el texto nos diría que Potifar aún tenía preocupaciones. Por el contrario, el capitán apreciaba profundamente a José, tanto por su habilidad administrativa como por su conducta impecable. José, por su parte, no le guardaba rencor a su amo, sino que lo servía con entusiasmo, trabajando largas horas cada día. El relato incluso aclara que José no vivía como un esclavo común: gozaba de libertad y privilegios, supervisando a los demás siervos.

Fue entonces cuando la esposa de Potifar, consumida por el aburrimiento, comenzó a fijarse en José. Así continúa la historia, con su propuesta indecente.

Apuesto objeto de deseo

Génesis 39:6-9: …José era un hombre muy apuesto y de buena figura.  Un tiempo después, la esposa de su amo comenzó a fijarse en José y le dijo:

—Acuéstate conmigo.

Pero José se rehusó y le dijo a la esposa de su amo:

—Mire, conmigo mi señor no tiene nada de qué preocuparse en la casa. Me dio todas sus posesiones para que yo las cuidara. No hay nadie en esta casa que se iguale a mí. Lo único que él me ha negado es a usted, porque es su esposa. ¿Cómo puedo yo hacerle a él algo tan malo y cometer un pecado ante Dios?

La propuesta Indecente

La esposa de Potifar no le pidió a José que se acostara con ella: le dio un mandato. No era una invitación, ni algo que dependiera de su voluntad; no habría reciprocidad. Es fácil imaginar que no fuera la primera vez que exigía sexo a algún esclavo de la casa, y probablemente ninguno se había atrevido a negarse. En la cultura egipcia, un esclavo estaba disponible para su amo si este lo deseaba. Pero José se negó. Le explicó que no podía traicionar a su amo, ni mucho menos a Dios. Su respuesta fue un acto de valentía y fidelidad, tanto humana como espiritual.

En Egipto, la infidelidad masculina era común, pero el adulterio femenino se castigaba severamente. ¿Por qué entonces la esposa de Potifar arriesgaba tanto? La tradición rabínica sugiere que Potifar quizá era estéril y que su esposa deseaba tener un hijo. Al ver lo apuesto que era José, hijo de la bella Raquel, quiso concebir con él. Si esa tradición tiene fundamento, es posible que Potifar, avergonzado por no poder darle descendencia, le permitiera tener relaciones con otros, siempre que fuera discreta.

La vida de la mujer de Potifar estaba marcada por el lujo: a lo mejor pasaba los días con mujeres de la nobleza, comprando en el mercado, recibiendo tratamientos de belleza y entreteniéndose con los sirvientes. Acostumbrada a que todos obedecieran sus caprichos, no aceptó el rechazo de José como una respuesta válida. Así continúa la historia, con lo que la esposa de Potifar hizo para salirse con la suya.

¡Acuéstate conmigo!

Génesis 39:10-15: A pesar de que ella hablaba con él día tras día, no lo convenció de que se acostara con ella. Un día, cuando José regresó de trabajar a la casa, no había ningún otro esclavo adentro.  Entonces ella lo agarró de su ropa y le dijo:

—¡Acuéstate conmigo!

Pero él dejó su ropa en las manos de ella y salió huyendo.

Cuando ella vio que él había dejado la ropa en sus manos y salido huyendo, llamó a los siervos de su casa y les dijo:

—Miren, mi esposo trajo a este hebreo para que nos insultara. Él vino a donde yo estaba para tratar de tener relaciones sexuales conmigo, pero yo grité fuerte. Cuando oyó que yo había gritado, dejó su ropa al lado mío y salió corriendo.

Este hebreo que sirve a mi esposo intentó violarme

Día tras día, la esposa de Potifar presionaba a José para que se acostara con ella, pero él seguía rechazando sus avances. Parece que José nunca le contó nada a Potifar sobre el comportamiento de su esposa, quizá para no perjudicarlo.

Un día, ella lo agarró con fuerza, exigiendo que se acostar con ella. José salió huyendo, dejando en sus manos la ropa que ella le había quitado. En ese instante comprendió que nunca lo tendría. Entonces, recurrió a la mentira: primero se quejó con los siervos, acusando a José de abuso sexual. Es difícil pensar que la creyeran, pues ellos habían visto su honestidad y dedicación, además de presenciar cómo ella lo presionaba. Pero la esposa de Potifar confiaba en que los siervos jamás se atreverían a contarle la verdad a su amo. Incluso culpó a su propio esposo, diciendo que había traído a “este hebreo” a la casa para burlarse de ellos.

José había tenido muchas oportunidades para estar con ella, y como era el encargado de todo, nadie se habría atrevido a denunciarlo. Sin embargo, resistió. Aunque el texto no lo presenta como una tentación para él, es probable que José tuviera que orar y luchar para mantenerse firme. Si hubiera cedido, la historia de su vida habría tomado un rumbo completamente distinto, quizá sin la oportunidad de salvar a los israelitas de la hambruna. Así continúa la historia: Potifar regresó a casa, y su esposa le contó su mentira.

Lo persiguió, no funcionó, y ella mintió

Génesis 39:16-20: Después ella se quedó con la ropa de José hasta que llegó su esposo. Luego le contó la misma historia:

—El siervo hebreo que trajiste vino a aprovecharse de mí. Pero cuando grité, dejó su ropa al lado mío y huyó hacia afuera.

El amo de José escuchó lo que le dijo su esposa y se enfureció. Entonces lo agarró y lo puso en la prisión donde metían a los prisioneros del rey, y José quedó encarcelado.

La mentira que cambió todo

La última vez que José rechazó a la esposa de Potifar, ella se sintió avergonzada y se llenó de ira. Tan enfadada estaba que prefirió denunciarlo en vez de seguir persiguiéndolo. Es difícil pensar que Potifar creyera realmente sus acusaciones: el comportamiento de José había sido intachable, y él conocía de sobra el carácter caprichoso de su mujer.

La reacción de Potifar parece fuera de lugar. Como capitán de la guardia del faraón, había sido entrenado para investigar, evaluar y responder con justicia. Sin embargo, en vez de investigar, se enfureció y arrojó a José a la prisión. Probablemente sabía que José era inocente, pero debía mantener su imagen pública. Su furia no era contra José, sino contra su esposa; aun así, descargó su enojo en el joven. Así, José terminó en la cárcel, donde permaneció alrededor de doce años.

Redención en la tragedia

Si no hubiera sido por la mentira de la esposa de Potifar, José nunca habría llegado a la prisión, el lugar donde Dios lo preparó para su futura posición junto al faraón. Lo que parecía un retroceso era, en realidad, un paso hacia su propósito.

Cuando atravesamos momentos de injusticia o sufrimiento, en lugar de buscar una salida inmediata, podemos pedirle a Dios que nos muestre hacia dónde nos está guiando y qué quiere enseñarnos en medio de la prueba. En el próximo estudio, seguiremos a José en la cárcel, donde Dios continuó protegiéndolo y bendiciéndolo.

Reflexión:

1.      ¿Qué nos enseña la reacción de Potifar sobre cómo las presiones sociales y el deseo de mantener una imagen pueden llevar a decisiones injustas, incluso cuando la verdad es evidente?

2.      ¿Cómo contrasta la conducta de la esposa de Potifar —caprichosa, manipuladora y egoísta— con la integridad de José, y qué nos revela este contraste sobre el poder de la fidelidad en medio de la tentación?

3.      ¿De qué manera la historia de José en la casa de Potifar muestra que la injusticia humana puede convertirse en el escenario donde Dios prepara a sus siervos para un propósito mayor?

Anterior
Anterior

José en la cárcel: Dios presente en la adversidad

Siguiente
Siguiente

El pecado de Judá y Tamar