José interpretó los sueños del faraón

De esclavo prisionero al segundo más poderoso en Egipto

Después de interpretar los sueños del panadero y del copero, nada cambió para José: siguió en la cárcel dos años más, sintiéndose olvidado. Pero una noche, el faraón tuvo dos sueños que lo perturbaron profundamente. En Egipto, en aquel tiempo, se daba gran importancia al significado de los sueños, pues se pensaba que eran mensajes divinos. Los sacerdotes y magos consultaron sus libros y a sus dioses, pero ninguno pudo dar una interpretación convincente, al menos no con la exactitud que el faraón exigía.

El jefe de los coperos finalmente se acordó de José y le contó al faraón que había un joven hebreo que conoció en la prisión, quien había interpretado sus sueños y los del panadero, y que todo se cumplió exactamente como lo había dicho. El copero asumió que José aún permanecía en la cárcel, y efectivamente, Dios lo había mantenido allí para ese preciso momento.

De inmediato, en un momento de desesperación, el faraón ordenó que trajeran a José ante él. Tras un rápido cambio de ropa y un afeitado, José se presentó en la corte real, frente al faraón y sus magos y sabios. Así comienza la historia con los sueños del faraón.

Los sueños del faraón

Génesis 41:15-24: El faraón le dijo:

—Tuve un sueño y no hay quién me lo pueda interpretar, pero he oído que cuando tú escuchas un sueño, lo puedes explicar.

José le respondió al faraón:

—¡Yo no puedo! Pero tal vez Dios se lo pueda explicar.

Entonces el faraón le contó:

—En mi sueño estaba yo parado al lado del río Nilo. De repente, del río salieron siete vacas gordas y hermosas que se pararon a pastar. Después salieron del río otras vacas que se veían muy mal, feas y flacas. Nunca he visto vacas tan feas en todo Egipto. Luego las vacas flacas y feas se comieron a las primeras siete vacas, las gordas. Pero no se les notaba que se habían comido a las otras vacas ya que seguían estando igual de flacas y feas. En ese momento me desperté.

»Después vi en mi sueño que había siete espigas de trigo, llenas y hermosas, que crecían en un mismo tallo. Después crecieron siete espigas secas y quemadas por los vientos del este.  Luego las espigas secas se tragaron a las espigas llenas y hermosas. Les conté esto a mis magos y nadie me pudo decir su significado.

Tal vez Dios se lo pueda explicar

José no tomó el crédito por la interpretación de los sueños; declaró con firmeza que él no podía hacerlo, pero Dios sí. El chico que hizo alarde de sus sueños frente a sus hermanos había sido transformado en un hombre sabio y humilde. Al decir la verdad, José corría el riesgo de enojar al faraón o de ser arrojado nuevamente a la cárcel. Sin embargo, permaneció fiel a Dios, incluso después de tantos años de encierro sin esperanza de salir.

Explicó al faraón que los dos sueños eran uno solo: Dios le había enviado esa revelación para advertirle lo que estaba por venir. La repetición de siete vacas y siete espigas significaba siete años de abundancia, seguidos por siete años de escasez. Las vacas flacas y feas y las espigas quemadas representaban un tiempo de hambre tan severo que borraría el recuerdo de la abundancia. No habría escapatoria en otras regiones, pues la crisis afectaría a todo el territorio, desde Egipto hasta Canaán y más allá.

José pensó rápidamente: además de transmitir el mensaje de Dios, propuso un plan para salvar al país. Así continúa la historia con el consejo que José le sugirió al faraón.

El plan de José

Génesis 41:32-36:  »Y el significado de haber tenido dos sueños repetidos es este: Dios ya decidió que va a hacer esto y todo va a comenzar a suceder muy pronto. Entonces el faraón debe buscar un hombre sabio e inteligente para ponerlo a cargo de Egipto. Después el faraón debe asignar gente que recoja una quinta parte de lo que produzca Egipto en los siete años de abundancia.  Deben recolectar toda la comida de estos años buenos que vienen, almacenar el grano bajo el control del faraón en ciudades determinadas y cuidarlo. Esta comida va a ser una reserva para el país para los siete años de escasez que caerán sobre Egipto. De esta manera no se destruirá el país.

El faraón debe buscar un hombre sabio

El faraón era el soberano, cuya palabra era ley. Aun así, no se ofendió ante el atrevido consejo de un prisionero extranjero. José propuso algo que no sería popular entre los egipcios: aumentar los impuestos del trigo en un veinte por ciento. La gente vivía en abundancia, y tal vez muchos se preguntaban: ¿para qué imponer más cargas por un futuro incierto? Seguramente hubo quienes se opusieron, sin importar la razón.

Sin embargo, después de escuchar la interpretación y el plan de José, tanto el faraón como sus consejeros aprobaron la propuesta. El faraón quedó profundamente impresionado con el Dios de José. Es posible que Potifar estuviera presente, secretamente orgulloso del plan que su antiguo esclavo había concebido con tanta rapidez y sabiduría.

Lo que aconteció después transformó la vida de José y marcó la trayectoria del pueblo hebreo para siempre. Así continúa la historia con la implementación del plan.

Tú estarás a cargo de mi palacio y toda mi gente obedecerá tus órdenes

Génesis 41:39-41: Entonces el faraón le dijo a José:

—Como Dios te ha mostrado todo esto a ti, no existe nadie más sabio e inteligente que tú.  Tú estarás a cargo de mi palacio y toda mi gente obedecerá tus órdenes. El faraón será el único con más poder que tú….

—Mira, te he puesto a cargo de toda la tierra de Egipto.

De esclavo prisionero al segundo al cargo de Egipto

José no sabía que su vida estaba a punto de cambiar. Bien podría haber sucedido que, después de interpretar los sueños, el faraón lo devolviera a la cárcel para pudrirse. Aunque se sentía olvidado, las habilidades que había adquirido tanto en la casa de Potifar como en la prisión, junto con su fe en Dios, lo convirtieron en el único adecuado para la tarea que se avecinaba.

El hecho de que el faraón le confiara todo parece un milagro. No lo conocía, pero no necesitaba conocerlo: bastaba con percibir el espíritu de Dios en él. Quizás el faraón se sintió honrado de compartir su reino con alguien que poseía un espíritu divino, pues él mismo era considerado el Horus Vivo, la encarnación del dios Horus.

El relato no lo dice, pero es fácil imaginar que el supuesto crimen de José fuera perdonado y borrado, quizá incluso declarado una acusación falsa. Potifar, avergonzado por lo que ya sabía que era la verdad, se viera obligado a examinar más a fondo las palabras de su esposa y decidir qué hacer con ella: divorciarla o imponerle una consecuencia aún más severa.

El nuevo estilo de José

Para mostrar que hablaba en serio, el faraón se quitó su anillo real y lo colocó en la mano de José. Con ese anillo, usado para sellar y firmar en nombre del faraón, le otorgó gran poder y autoridad. Lo vistió con ropa fina y le puso una cadena de oro en el cuello. Le dio una carroza real, y desde ese momento lo estableció como el encargado de todo Egipto, el segundo más poderoso en la tierra. De un día para otro, José salió de la cárcel y entró en un mundo de riqueza y honor, quizá viviendo en el palacio mismo.

Guapo, rico y todavía humilde

José tenía diecisiete años cuando fue vendido como esclavo, y el texto señala que tenía treinta cuando comenzó a servir al faraón. Para hacerlo más “egipcio”, el faraón le cambió el nombre a Zafenat Panea y lo casó con Asenet, hija de Potifera, sacerdote de los muchos dioses de Egipto.

El relato bíblico no dice nada más sobre ella: si su devoción a los dioses egipcios impidió que se entendieran, o si José, con su fe firme, le habló del único Dios y la sacó de las tinieblas. El silencio del texto nos invita a imaginar cómo se desarrolló esa relación y qué papel pudo tener en la vida de José.

A pesar de sus diferencias, durante los años de abundancia, José y Asenat tuvieron dos hijos. Al nacer su primogénito, Manasés, José dijo: «Dios me hizo olvidar todos mis sufrimientos y a la familia de mi papá». Y cuando nació Efraín, declaró: «Dios me ha dado hijos en la tierra donde he sufrido».

¿Realmente pudo olvidar todo lo que había padecido, incluso haber sido vendido en esclavitud por sus propios hermanos? Tal vez lo que quiso expresar es que, aunque jamás borraría el recuerdo del dolor, en comparación con el propósito que le fue encargado, y con una esposa y dos hijos, el impacto de aquel sufrimiento se había difuminado.

José recorrió todo Alto y Bajo Egipto durante los siete años de abundancia, implementando un sistema para recolectar una quinta parte de la comida y almacenarla en distintas ciudades. Quizá en algunas ocasiones viajaba acompañado de su antiguo amo, Potifar, quien ahora debía obedecerle; tal vez en privado le pidiera disculpas por haberlo arrojado a la cárcel.

Como había sucedido en la casa de Potifar y más tarde en la prisión, José tuvo éxito en todo lo que emprendió. Así continua la historia con lo exitoso que era su plan de recolección y almacenamiento, siempre bajo la guía y la ayuda de Dios.

Tanto trigo como la arena del mar

Génesis 41:49: Entonces José almacenó mucho trigo, tanto como la arena del mar. Había tanto que dejó de medirlo, porque no se podía medir.

Abundancia a hambruna

Los siete años de abundancia pasaron rápidamente. Luego, la lluvia cesó y las aguas del Nilo bajaron. El sol quemó las cosechas, y la tierra se volvió tan seca que nada podía crecer. Para los egipcios, aquella quemadura era la rabia derramada de Ra, dios del sol, por algún error cometido. El texto no lo dice, pero es fácil imaginar que durante los años de abundancia todos fueron amables con José; sin embargo, en tiempos de hambre, aun con alimento almacenado, lo culparon, acusándolo de no adorar a sus dioses o de ser extranjero. A pesar de cualquier acusación, el faraón nunca lo obligó a rendirse ante sus dioses.

Pero Dios no envió a José a Egipto solo para salvar a los egipcios. Así continua el final de esta historia con cómo su preparación y fidelidad se convirtieron en salvación para Egipto y para muchos pueblos de la región, librándolos de una hambruna devastadora.

Vayan a ver a José, hagan lo que él les diga

Génesis 41:55-57: Cuando la comida empezó a escasear en toda la tierra de Egipto, la gente comenzó a implorar pan al faraón. El faraón les dijo: «Vayan a ver a José, hagan lo que él les diga».

Cuando la escasez se esparció por todo el país, José abrió sus bodegas y comenzó a venderles trigo a los egipcios. La escasez era muy grande en todo Egipto. Gente de todo el mundo fue a Egipto a comprarle trigo a José, ya que era muy grande la escasez en todo el mundo.

El faraón confiaba totalmente en José

Después de imponer un impuesto del veinte por ciento, José no entregó a los egipcios una porción gratuita del trigo, sino que tuvieron que comprarlo. Esto enriqueció al faraón y, al mismo tiempo, agravó la situación económica de los egipcios. Tal vez algunos se quejaron de tener que pagar por lo que ya habían entregado, pero sin este sistema, todos habrían muerto.

No solo los egipcios compraron trigo: personas de toda la región acudieron a Egipto al escuchar que únicamente allí había alimento. El faraón no llamó a José por su nombre egipcio, Zafenat Panea, sino por su nombre hebreo, lo que muestra que lo aceptó tal como era y no lo obligó a cambiar. Además, instruyó al pueblo a obedecer todo lo que José dijera, tanta era su confianza en él. En el próximo estudio conoceremos más sobre la nueva familia de José y veremos el reencuentro con su familia de origen.

Reflexión:

1.      ¿Qué nos enseña la transformación de José —de prisionero olvidado a gobernador de Egipto— sobre la manera en que Dios prepara y utiliza nuestras experiencias difíciles para un propósito mayor?

2.       ¿Cómo podemos aplicar hoy la sabiduría práctica de José, que supo convertir la revelación de Dios en un plan concreto, en nuestras propias decisiones frente a tiempos de abundancia y escasez?

3.      El faraón reconoció en José “el espíritu de Dios” y confió plenamente en él. ¿Qué significa para nosotros vivir de tal manera que otros puedan percibir la presencia de Dios en nuestra vida, incluso en contextos hostiles?

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