¿Quién era Judá?
Los muchos errores de Judá
Judá, el cuarto hijo de Lea y Jacob, cometió numerosos errores a lo largo de su vida. Sin embargo, Dios lo eligió para formar la tribu de Israel de la cual nació Jesucristo. En este estudio continuamos nuestro recorrido por el libro de Génesis, examinando algunos de los muchos errores de Judá.
Judá el ávido
Todos los hermanos odiaban a José y conspiraron para matarlo. Fue entonces cuando Judá, movido por conveniencia y cobardía, los convenció de no derramar sangre. En lugar de matarlo, propuso aprovechar la situación y obtener algo de dinero, vendiéndolo como esclavo a los ismaelitas para que ellos hicieran el trabajo sucio, deshaciéndose de él. Así comienza la historia, con Judá como el instigador de la venta de su propio hermano.
Vendámoslo a los ismaelitas
Génesis 37:26-27: Judá les dijo a sus hermanos:
—¿Qué ganamos con matar y esconder la muerte de nuestro hermano? Mejor, vayamos y vendámoslo a los ismaelitas. No le hagamos daño, él es nuestro hermano y tiene nuestra misma sangre.
Todos los hermanos estuvieron de acuerdo.
El primer error: vendió a José
Este fue el primero de muchos errores que Judá cometió. Al vender a su hermano, pensaba que, como esclavo, José terminaría muriendo y así evitarían matarlo directamente. De esa manera, mantenía sus manos limpias, dejando el trabajo sucio a los ismaelitas, o a su destino final en manos de un amo desconocido. Judá no quería matarlo, pero sí que sufriera por ser un fanfarrón con sus sueños y abrigo distinguido, hijo de la amada, y el preferido de su papá.
Como lectores, nos deja sin aliento su razonamiento: matar a José sería una pérdida de ganancias. ¿Qué tan endurecido estaba su corazón para que se le ocurriera vender a su propio hermano como esclavo, aprovechando la oportunidad de obtener unas monedas? Después de años de sentirse ignorado y de ver cómo su padre mimaba a José, Judá dejó que la ira lo dominara y se desquitó con el hijo predilecto. Se engañó a sí mismo, creyendo falsamente que venderlo no sería dañarlo.
El segundo error: Judá se aisló de la presencia de Dios
Después de vender a José, Judá se apartó del campamento de su padre; fue el único hijo que no permaneció junto a Jacob. Se fue a vivir entre los paganos, en un entorno donde no se honraba al Dios de sus padres. El texto no explica por qué tomó esa decisión, pero tal vez por una culpa insoportable, intentaba huir de su familia y de todo lo que le recordaba a su medio hermanito.
La memoria lo perseguía: cómo lo vendieron por su sugerencia, cómo deleitaba en ganar unas monedas, cómo inventaron una mentira para su padre, cómo una mentira llevó a otra. No importaba lo lejos que se alejara, no podía borrar las imágenes de José luchando contra sus nuevos amos, azotado, gritando de dolor, marchando hacia una muerte joven.
El tercer error: se casó con una pagana
Lejos de su familia, Judá conoció a un hombre llamado Hirá, con quien se hizo amigo y fueron compañeros de casa. Hirá ejerció una mala influencia sobre él, y es posible que le presentara a la mujer pagana con la que Judá terminó casándose. Como era común en aquella tierra, tal vez ella estaba acostumbrada a adorar a dioses falsos y no quiso escuchar del único y verdadero Dios. Juntos criaron a tres hijos lejos de la fe en Dios: Er, Onán y Selá.
Cuando su hijo mayor alcanzó la edad para casarse, Judá lo casó con una cananea llamada Tamar. A pesar de ser una pagana, Tamar deseaba cumplir con la tradición de la familia de su suegro y hacer las cosas correctamente.
Hijos desobedientes
Er no agradó a Dios, y el Señor lo mató. El texto no explica la razón, pero algunos eruditos sugieren que quizá se negó a embarazar a Tamar para no arruinar su belleza. Según la costumbre de la época, si una viuda no se casaba con el hermano del difunto, quedaba atada a la familia, sin posibilidad de rehacer su vida. Cuando su suegro muriera, estaría desamparada, sin un hijo que la sostuviera. Judá quería proveer para Tamar, entregándole a su segundo hijo, Onán. Pero Onán también se negó a darle descendencia, y Dios lo mató. ¿Por qué eran sus hijos tan rebeldes y desobedientes? Porque Judá no les dio un buen ejemplo. Crecieron aferrados a las costumbres paganas de su madre, lejos de las creencias y enseñanzas del Dios verdadero.
El cuarto error: le mintió a Tamara
La muerte de sus dos hijos afectó profundamente a Judá. Probablemente, en su dolor, recordó con mayor peso la venta de José y la mentira a su padre, comprendiendo lo terrible que era perder a un hijo. Sin embargo, no pensó que sus hijos murieran por su propia maldad, sino que culpó a Tamar. Temiendo perder también a su hijo menor, le ordenó regresar a la casa de su padre con la promesa de darle a Selá en matrimonio cuando creciera. Pero nunca tuvo la intención de cumplir su palabra. Así, Judá cometió otro gran error mintiendo a su nuera.
Tamar volvió a la casa de su padre como viuda y esperó. El texto dice que pasó mucho tiempo, y en ese lapso murió la esposa de Judá. Mientras tanto, Tamar no recibió ninguna noticia de su suegro.
El plan
Un día, Judá y su amigo Hira fueron a Timnat para trasquilar sus ovejas. Alguien se lo comentó a Tamar, y al enterarse de que su suegro estaba en la ciudad sin visitarla para fijar una fecha para la boda, comprendió que nunca le daría a Selá. Entonces ideó un plan para asegurar su futuro.
No sabemos cómo supo que Judá estaría dispuesto a acostarse con una prostituta. Quizás, durante el tiempo que vivió en su casa, notó que él las buscaba, o tal vez simplemente lo supuso, pensando que, como viudo, estaría dispuesto a relacionarse con una ramera. Lo cierto es que Tamar, desesperada, decidió arriesgarlo todo. Así continúa la historia, con el encuentro entre Tamar y su suegro.
La nuera ramera
Génesis 38:14-19: Entonces ella se quitó sus vestidos de viuda, se cubrió con un velo y se sentó en la entrada de Enayin, que quedaba en el camino a Timnat. Tamar sabía que Selá ya había crecido y que a ella aún no le habían permitido casarse con él. Cuando Judá la vio, pensó que era una prostituta porque tenía la cara cubierta. Judá se le acercó al lado del camino y, sin saber que ella era su nuera, le pidió que tuvieran relaciones sexuales. Entonces ella le preguntó:
—¿Qué me vas a dar por tener relaciones sexuales contigo?
Judá le respondió:
—Voy a mandarte un cabrito de mi rebaño.
Y ella dijo:
—Acepto sólo si me das algo en garantía mientras me mandas el cabrito.
Él le preguntó:
—¿Qué quieres que te dé en garantía?
Ella respondió:
—Dame tu sello con el cordón y el bastón que tienes en la mano.
Entonces él le dio esas cosas, tuvo relaciones sexuales con ella y ella quedó embarazada. Después ella se levantó, se fue para su casa, se quitó el velo, y se puso la ropa de viuda.
El quinto error: tuvo sexo con su nuera
Judá creció en el campamento de Jacob y conoció al único Dios. Entonces, ¿por qué se casó con una pagana? ¿Por qué buscó a una prostituta? Con el tiempo, la influencia de vivir entre pueblos idólatras lo transformó, hasta el punto de adoptar sus costumbres. Al ver a Tamar con un velo, quizá pensó que era una prostituta consagrada a un dios, para quien las relaciones sexuales con desconocidos formaban parte del culto. El hecho de que no reconociera su voz mientras negociaban el pago, muestra que, durante los años en que Tamar vivió en su casa, apenas interactuó con ella.
Tamar, en cambio, lo conocía muy bien. Al pedirle su sello con el cordón y su bastón, sabía que Judá no tendría dinero en ese momento y que esas pertenencias serían pruebas irrefutables de su encuentro. Judá, sin pensarlo demasiado, le entregó lo más personal que tenía, como si alguien diera su identificación y sus tarjetas de crédito a una desconocida.
Acostarse con su suegro era un riesgo enorme, pero Tamar sabía que, si lograba embarazarse, él tendría que protegerla. En su último intento de permanecer en la familia de Judá y asegurar un descendiente de su línea, pecó con su suegro, manteniéndose la cara cubierta con el velo. Judá la usó para gratificarse y luego se marchó.
Malo pero leal
Después, envió a su amigo Hirá con un cabrito para recuperar sus pertenencias. Evidentemente, Hirá había visto a la mujer y por eso la reconocería. La buscó y preguntó por ella, pero nadie supo de quién hablaba; incluso le dijeron que tal mujer jamás había estado allí. Hirá demostró ser un amigo leal: no obligó a Judá a buscarla él mismo, ni lo juzgó─tal vez porque consideraba normal lo que había hecho. Además, preguntó a varias personas, mostrando que realmente intentaba cumplir con la tarea.
Al no encontrarla, Judá desistió. Prefirió que ella se quedara con sus pertenencias antes que arriesgarse a que la gente lo señalara por acostarse con una prostituta. Así que, Tamar conservó objetos mucho más valiosos que un cabrito, y su suegro quedó impotente, sin manera de sellar documentos ni negociar, marcado por su propia imprudencia.
La nuera embarazada del suegro
Pasaron tres meses y el embarazo comenzó a mostrarse. Alguien se lo contó a Judá, y su reacción fue inmediata y severa. Así continua la historia con la reacción de Juda a la noticia.
¡Tu nuera es una prostituta!
Génesis 38:24-26: A los tres meses, alguien le contó a Judá:
—Tu nuera Tamar ha actuado como una prostituta, y como resultado de eso, quedó embarazada.
Entonces Judá dijo:
—Tráiganla y quémenla.
Cuando la estaban sacando, ella le mandó un mensaje a su suegro:
—El dueño de estas cosas fue el que me embarazó. ¡Mírenlas! ¿De quién son este sello, este cordón y este bastón?
Judá las reconoció y dijo:
—Yo tengo la culpa, no ella; no le entregué a mi hijo Selá como se lo había prometido.
Judá nunca más volvió a tener relaciones sexuales con Tamar.
El sexto error: engaño e hipocresía
Cuando alguien le dijo que su nuera se embarazó, usó la palabra prostituta para describirla. Furioso por lo que consideraba adulterio, exigió que la trajeran para quemarla junto con el hijo que llevaba en su vientre. Judá mostró así su carácter hipócrita: había tenido sexo con una desconocida, pero quería condenar a su nuera por hacer lo mismo.
Tamar, que había previsto esta reacción, intercedió con la segunda parte de su plan. En lugar de exponerlo públicamente, le envió un mensaje privado mostrándole su propio sello, cordón, y bastón. Judá comprendió entonces el gran error que había cometido: negarle a su tercer hijo, acostarse con ella y ahora intentar condenarla. Reconoció su culpa y la protegió. Quizás incluso se casó con ella para ser padre de los gemelos que dio a luz, aunque nunca más volvió a tener relaciones con ella.
Judá tuvo que cargar con las consecuencias de sus pecados: recordar la venta de su hermano José, vivir con el peso de su adulterio y pensar en cómo casi mató a Tamar y a sus propios hijos. Sin embargo, en medio de esta historia de pecado y engaño, vemos la obra de Dios. Tamar dio a luz gemelos, reemplazando a los hijos que habían muerto. Y de uno de ellos, Pérez, vendría la línea del rey David y, finalmente, Jesucristo.
Arrogante e impaciente
Luego hubo una hambruna que se extendió por toda la región, incluso en Canaán. Los hermanos viajaron a Egipto, el único lugar que tenía alimento, gracias al sabio plan de José. Al llegar, José no reveló su identidad, sino los acusó de ser espías. Para demostrar lo contrario, el exigió que regresaran con Benjamín. Pero Jacob se negó: no quería arriesgar la vida de su hijo menor y el único que tenia de su amada Raquel.
Cuando el grano que habían comprado se terminó, la tensión aumentó. Fue entonces cuando Judá, impaciente y arrogante, reprendió a su propio padre. Le exigió que permitiera que Benjamín fuera con ellos en el próximo viaje, como si Jacob no tuviera derecho a protegerlo. Así continua la historia: Judá, cegado por la urgencia y por su carácter dominante, trató a su padre con dureza, olvidando el respeto que le debía.
Si no nos hubieras retrasado ya habríamos hecho dos viajes
Génesis 43:8-10: Después Judá le dijo a su papá, Israel:
—Manda al muchacho conmigo, déjanos ir de una vez para que así tú, nosotros y nuestros hijos, sobrevivamos. Yo mismo te garantizo que estará a salvo. Puedes hacerme responsable de él. Si no te lo traigo de regreso, me puedes culpar toda la vida. Si no nos hubieras retrasado ya habríamos hecho dos viajes.
El séptimo error: Judá no cambió
Observamos en Judá la misma arrogancia e impaciencia, incluso hacia su propio padre. No le importó hablar con dureza al patriarca de la familia. Le dijo que si Benjamín no regresó sano y salvo, él mismo asumiría la responsabilidad. Pero Judá no fue un héroe al ofrecer esta garantía: más bien, parecía una manera de presionar a Jacob para que tomara una decisión rápida, sin medir las consecuencias de sus palabras.
La evidencia de su carácter es clara: Judá era impulsivo y engañoso. Vendió a su hermano como esclavo, dejándolo a merced de sus amos. Se casó con una pagana y no corrigió a sus hijos. Se acostó con su nuera, creyendo que era una prostituta, y tuvo dos hijos con ella. Y ahora, reprendía a su padre, culpándolo por retrasar el viaje a Egipto.
Pero la historia de Judá no termina aquí. En los próximos capítulos de Génesis veremos cómo, en medio de la crisis en Egipto, Dios seguirá obrando en su vida y en la de su familia.
Reflexión
1. ¿Qué nos enseña la vida de Judá sobre cómo las decisiones impulsivas y los errores repetidos pueden marcar generaciones, y cómo Dios puede transformar incluso esas fallas en parte de su plan redentor?
2. ¿Cómo se refleja en Judá la tensión entre la culpa y la arrogancia, y qué nos dice su historia sobre la dificultad de reconocer nuestros propios pecados mientras juzgamos los de otros?
3. ¿De qué manera la línea de Judá, que culmina en Jesucristo, revela que la gracia de Dios no depende de la perfección humana, sino de su fidelidad para cumplir sus promesas?

