¿Quién era Rubén?
El primogénito de Jacob crecía en una familia dividida
Rubén era el primogénito de Jacob, pero nunca recibió la bendición que correspondía a su posición. Su padre no amaba a Lea, la madre de Rubén, y él, junto con sus hermanos, creció en una familia marcada por la división y el favoritismo. Rubén cargaba con el peso del rechazo: el hijo mayor sin autoridad, nacido de una mujer no amada.
Aunque era más recto que los otros hijos de Lea, tomó decisiones equivocadas que lo alejaron aún más del favor de su padre. Así comienza la historia de Rubén, con un nacimiento que lo colocó en el centro de una familia rota.
¿Mi primogénito me quita la humillación?
Génesis 29:32: Lea quedó embarazada y dio a luz a un hijo al que llamó Rubén. Le puso así porque pensó: «El SEÑOR se ha dado cuenta de mi humillación. ¡Seguro que ahora mi esposo sí me va a querer!»
¡Seguro que ahora mi esposo sí me va a querer!
Lea depositó muchas esperanzas en la llegada de su primer hijo. Con el tiempo, comenzó a depender emocionalmente de Rubén, especialmente ante la ausencia emocional de su esposo. Probablemente confiara en él, compartiéndole detalles de la compleja relación entre ella, Raquel, y las concubinas. Rubén sentía compasión por su madre y anhelaba que su padre le mostrara preferencia—tanto a ella como a él, su primogénito.
Después, Lea dio a luz a tres hijos más, pero luego dejó de concebir. Tal vez Jacob dejó de visitarla, o tal vez fue por causas naturales. Como esposa no amada, tenía pocas oportunidades de quedar embarazada. Rubén, sensible al dolor de su madre, deseaba ayudarla. Para lograrlo, intentó ofrecerle algo que, en su mente, le daría una ventaja. Así continúa la historia con el regalo de Rubén.
Un regalo para su mamá
Génesis 30:14: Durante la cosecha de trigo, Rubén se fue al campo, encontró unas plantas llamadas mandrágoras y se las llevó a su mamá, Lea…
Creciendo en una familia dividida
Las mandrágoras, una planta de raíz, eran consideradas un afrodisiaco y se creía que ayudaban a las mujeres a concebir. Es probable que Lea le haya confiado a Rubén su tristeza por no volver a embarazarse, y su hijo, atento y sensible, deseaba ayudarla. Quería darle una ventaja frente a su hermana Raquel. Como todos en la familia, Rubén notaba la preferencia evidente de su padre por Raquel. Aun siendo niño, deseaba encontrar alguna forma de equilibrar esa injusticia. Podemos imaginar lo difícil que era para él ver a su padre acurrucarse con Raquel, mientras ignoraba a su madre. Verlo elogiar a José, el hijo de la mujer amada, mientras él y sus hermanos quedaban al margen, debió doler profundamente.
Rubén se acostó con Bilhá
Quizás por sentirse ignorado, quizás por una atracción pasajera, o quizás por un deseo prohibido, Rubén se acostó con Bilhá, una de las concubinas de su padre. “Mientras Israel estaba viviendo en esa tierra, Rubén se acostó con Bilhá, la concubina de su papá. Cuando Israel se enteró, se puso furioso,” (Génesis 35:22).
A lo largo de la Biblia, las palabras utilizadas son significativas. En este caso, el texto dice que Rubén “se acostó con” Bilhá. No se menciona que la haya forzado, ni que ella se haya resistido, ni que el acto se repitiera. En otros relatos, como los de Dina o Tamar, el texto es explícito al describir una violación. La elección de palabras aquí sugiere que el encuentro con Bilhá fue mutuo.
Tenemos que preguntarnos: ¿por qué Rubén se arriesgó tanto por Bilhá? Una posibilidad es que lo hiciera para afirmar su posición como primogénito y expresar su descontento con el favoritismo que Jacob mostraba hacia José. Pero hay indicios que sugieren algo más íntimo, que Rubén y Bilhá se amaban en secreto, y que por razones obvias, reprimieron sus sentimientos durante mucho tiempo. Ambos tenían mucho que perder. Rubén arriesgaba su herencia, su lugar en la familia, y su honra. Para Bilhá, el castigo por adulterio podía ser la muerte por lapidación. Es difícil imaginar que se hubieran expuesto a tanto si no hubiera existido un vínculo profundo entre ellos.
Sabían que en un campamento tan pequeño no había secretos. Aun así, Rubén se acercó a esta mujer prohibida. Quizás durante mucho tiempo luchó contra el deseo, pensando en las consecuencias, intentando olvidarla. Se supone que Bilhá era más joven que Jacob, y Rubén, más cercano a ella en edad y más a su gusto. Una noche, tal vez cuando Jacob no estaba, cedieron a la tentación y pecaron. Luego, arrepentidos, juraron no volver a estar juntos.
El texto no explica cómo Jacob se enteró. Tal vez alguien los vio. Lo que sí sabemos es que Jacob se enfureció, pero no los confrontó directamente. Años más tarde, cuando estaba por morir, aún le guardaba rencor a Rubén por lo que hizo con su concubina.
No quiso matar a José
Como era costumbre, Jacob envió a José para observar el trabajo de sus hermanos y reportar cualquier falta. Esta vez, al verlo venir desde lejos, con su túnica fina ondeando al sol, los hermanos decidieron matarlo. Planeaban arrojarlo a un pozo y dejar que muriera—ya fuera por la caída, por el hambre, o como el postre de algún animal salvaje.
Pero a Rubén no le gustó ese plan. Fue el único que se opuso, el único que, en medio del odio, defendió a su medio hermanito. Así continúa la historia con Rubén como voz disonante en medio de la traición.
¡No derramemos sangre!
Génesis 37:21-22: Cuando Rubén escuchó esto, trató de librarlo de sus hermanos y dijo: —No lo matemos. ¡No derramemos sangre! Tírenlo en este pozo del desierto, pero no le hagan daño.
Rubén dijo esto para poderlo salvar y enviarlo de regreso a su papá.
Rubén no estaba de acuerdo con sus hermanos
A pesar de que tenía más que ganar que los demás con la muerte de José, Rubén no quiso matarlo. Pensó que bastaría con asustarlo, arrojándolo a un pozo. A primera vista, Rubén podría parecer magnánimo, pero sus palabras revelan otra motivación. Tenía miedo de su padre, probablemente porque su relación con él ya estaba fracturada por haberse acostado con su concubina Bilhá.
Rubén no quería más problemas. Sabía que, si permitía que sus hermanos mataran a José, su padre lo culparía principalmente a él, como primogénito. Tal vez aún tenía la esperanza de ser nombrado líder cuando su padre muriera, y si su padre sabía que tenía sangre en las manos, esa posibilidad se esfumaría para siempre.
Su plan era arrojar a José al pozo, dejarlo allí un tiempo para que se asustara, y luego sacarlo—si prometía no contarle nada a su padre. Pero, ¿cómo pensó que arrojarlo en un pozo no lo mataría? Rubén no estaba pensando en las consecuencias. Solo pensaba en su propio futuro, en salvarse del abismo en el que ya se había hundido. Así continua la historia con los hermanos vendiendo a José a los comerciantes ismaelitas, y la reacción de Rubén cuando se enteró.
Rubén regresó al pozo
Génesis 37:29-30: Cuando Rubén regresó al pozo, se dio cuenta de que José ya no estaba adentro, entonces rasgó su ropa para mostrar su tristeza. Después regresó donde estaban sus hermanos y dijo:
—¡El muchacho ya no está! ¿Qué vamos a hacer?
¿Dónde estaba Rubén?
Aparentemente, Rubén no estaba presente cuando vendieron a José. El texto no especifica dónde se encontraba, pero sabemos que regresó al pozo más tarde, probablemente con la intención de sacarlo, amenazarlo para que guardara silencio, y enviarlo de vuelta con su padre.
¿Dónde estaba Rubén en un momento tan decisivo? Sabía que sus hermanos lo habían arrojado al pozo—él mismo se había opuesto a matarlo. Tal vez, después de la caída, se aseguró de que estuviera vivo, hablándole desde el borde del pozo, diciéndole que se iba, pero que volvería para sacarlo. Pero entonces, ¿a dónde fue? No lo sabemos; es posible que fuera en busca de unos hombres que ayudarían a rescatarlo, o por lo menos una cuerda para sacarlo. Pero, parece que Rubén no encontró ningún tipo de ayuda.
Cuando Rubén descubrió que José ya no estaba en el pozo, rasgó su ropa en señal de duelo; era el único de los hermanos quien mostraba su arrepentimiento. Primero lamentó la desaparición de su hermano, y luego se levantó para reunirse con los demás, preguntándoles qué debían hacer. Era el primogénito, pero no cumplía con el rol. Un verdadero líder habría exigido que siguieran a los comerciantes para rescatar a José, o al menos habría buscado la ayuda de su padre, confesando lo que habían hecho. Pero ya estaba decidido: no iban a decirle la verdad a Jacob. El silencio se convirtió en pacto, y Rubén, por miedo o debilidad, lo aceptó.
La muerte de Jacob
En su lecho de muerte, Jacob pronunció una bendición para cada uno de sus hijos. Pero cuando llegó el turno de Rubén, no hubo bendición, sino una declaración de pérdida. Por haber tenido relaciones con Bilhá, Jacob le quitó el derecho de primogenitura y lo transfirió a José. Lo notable es que no maldijo a Bilhá. El juicio recayó exclusivamente sobre Rubén. Las palabras de Jacob fueron duras. Así concluye el último pasaje de esta historia con las últimas palabras que Jacob pronuncia sobre Rubén. No lo deshereda por completo, pero le niega el lugar que por nacimiento le correspondía. El pecado que cometió en secreto lo alcanzó en público, y su padre, aún en la vejez, no lo había perdonado.
Llevaste vergüenza a mi cama, la cama en la que te metiste
Génesis 49:3-4: »Rubén, tú eres mi hijo mayor, mi fuerza y la primera muestra de mi hombría. Tú fuiste el más honorable y poderoso de mis hijos. Pero eres incontrolable como el agua. No seguirás siendo el más honorable, por haberte metido en la cama de tu papá. Llevaste vergüenza a mi cama, la cama en la que te metiste.
Reflexión
1. Rubén creció como primogénito sin bendición, hijo de una madre no amada. ¿Cómo influye el rechazo familiar en las decisiones que tomamos, y qué caminos existen para sanar esa herida sin repetir el daño?
2. ¿Qué revela el silencio de Jacob sobre el poder del perdón no concedido? Aunque Rubén se arrepintió, Jacob nunca lo confrontó ni lo perdonó abiertamente. ¿Qué impacto tiene el rencor silencioso en una familia, y cómo podemos romper ese ciclo?
3. ¿Dónde estuvo Dios en la historia de Rubén, y cómo podemos reconocer su presencia incluso cuando no se menciona explícitamente? Rubén no recibió bendición, cometió errores, y fue marcado por el rechazo. Sin embargo, fue capaz de mostrar compasión, arrepentirse, y proteger a su hermano. ¿Qué nos enseña su historia sobre cómo Dios obra en medio de la fragilidad humana, y cómo Su gracia puede estar presente incluso cuando no se pronuncia Su nombre?

