Mi suegro es el maestro de estafadores

Jacob quería regresar a Canaán, pero Labán no lo quiso

Jacob trabajó catorce años por el derecho de casarse con Raquel, y en todo ese tiempo no ganó nada. Trabajó por comida y una cama. A pesar de tener dos esposas, dos concubinas y doce hijos, no tenía nada propio.

Después del nacimiento de José, Jacob quería regresar a Canaán, sabiendo que lo haría con las manos vacías. Probablemente ya no soportaba seguir trabajando para Labán, y sabía que en Canaán lo esperaban riquezas—si es que si Esaú no lo recibió con una flecha en el corazón.

Cuando huyó del campamento de su padre, su madre le prometió enviar un mensajero cuando fuera seguro regresar. Ese mensaje nunca llegó. Así continúa nuestro estudio en Génesis: Jacob se vuelve muy rico, y Labán intenta engañarlo una y otra vez, pero Dios lo protegía una y otra vez.

Ahora es tiempo de que me preocupe por mi familia

Génesis 30:25-31: Cuando Raquel dio a luz a José, Jacob le dijo a Labán:

Déjame regresar a mi propio hogar. Dame mis esposas y mis hijos y me iré; me los he ganado por trabajar para ti, tú sabes que he trabajado bien.

Labán le dijo:

 — Si me permites decirlo, he concluido que el SEÑOR me ha bendecido gracias a ti. Dime cuánto te debo pagar y eso te pagaré.

Jacob respondió:

—Tú sabes lo duro que he trabajado para ti y cómo he cuidado tus rebaños. Cuando yo llegué tú tenías muy poco, ahora tienes muchísimo más. Cada vez que yo hice algo para ti, el SEÑOR te bendijo. Ahora es tiempo de que yo me preocupe por mí y por mi familia.

 Labán preguntó:

—¿Qué tengo que darte?

Jacob respondió:

—No tienes que darme nada…

No te vayas

Labán no quería perder la labor de su yerno; sabía que, gracias al esfuerzo de Jacob y a la bendición de Dios, sus rebaños habían crecido considerablemente. No quería perder ni la mano de obra ni el favor del Señor  que venía con su yerno.

Más adelante veremos que Labán usaba ídolos para adivinar el futuro. Cuando dijo que “el Señor” lo había bendecido por medio de Jacob, no se refería al único Dios, Creador del Universo, sino a uno de sus muchos dioses paganos.

Labán le preguntó cuánto quería en un salario para quedarse, intentando retenerlo a toda costa. Jacob, que conocía bien el carácter de su suegro, no propuso un salario—sabía que sería estafado.

Aunque deseaba volver a Canaán, encontró una forma de no regresar con las manos vacías. Por eso, le propuso un trato.

“No tienes que darme nada”

Jacob ya conocía muy bien a su suegro, así que le propuso una trampa disfrazada de humildad: “No tienes que darme nada.” Pero en realidad, iba a cobrar caro por todos esos años de trabajo gratuito. Los rebaños eran una gran fuente de riqueza, y Jacob, tras tantos años cuidando ovejas, sabía perfectamente cómo hacer que crecieran. Cuidó cada palabra, haciéndole creer a Labán que estaba recibiendo la ganga del siglo.

Lo que Jacob pidió fue una porción del rebaño, pero solo las ovejas manchadas o rayadas, y los corderos negros. No pidió las ovejas blancas, las que eran consideradas perfectas, para reforzar la idea de que apenas estaba pidiendo algo.

Entró en esa conversación con la intención de anunciar su partida a Canaán, pero calculó con rapidez cómo convertirla en una buena oportunidad para sí mismo. Es posible que Jacob nunca pensara irse con las manos vacías; sabía que podía negociar algo, especialmente si Labán creía que no tendría que pagarle casi nada. Además, lo que le propuso parecía una muestra de lealtad—pero en realidad, fue una jugada maestra.

Así continúa la historia, con un trato que pronto se volvería sucio entre Jacob y su tío.

Sabrás que te lo robé

Génesis 30:33-34: Después podrás revisar si fui honesto contigo. Puedes ir a ver mis rebaños y si encuentras alguna oveja, macho o hembra, que no esté manchada o algún cordero que no sea negro, sabrás que te lo robé.

Labán respondió:

—¡Acepto! Que sea como tú dices.

¡Acepto! Pero, no lo acepto

Es probable que Labán supiera perfectamente el salario potencial que Jacob podría sacar de sus rebaños. Después de hacer el trato, Labán fue y seleccionó todas las ovejas manchadas, rayadas y negras—las que Jacob había pedido como salario—y las escondió. Luego, sus hijos las llevaron a tres días de distancia.

Jacob se quedó cuidando únicamente las ovejas blancas, todas propiedad de Labán. Parecía no tener otra opción… ¿o sí?

Pero Dios le habló a Jacob en un sueño, revelándole un plan que cambiaría el curso de su destino. Así continúa la historia, con Dios interviniendo a favor de Jacob, transformando la injusticia en bendición a través de un sueño.

Yo vi todo lo que Labán te ha hecho

Génesis 31:10-12: »Una vez tuve un sueño en la época en que los animales se estaban apareando. Vi que las ovejas que se estaban apareando estaban rayadas, manchadas y punteadas. Después un ángel del Señor me dijo en el sueño:

…“Levanta tus ojos y mira que todas las ovejas machos que se están apareando están rayadas, manchadas y punteadas. Yo vi todo lo que Labán te ha hecho. …Ahora, levántate de aquí y vuelve a la tierra donde naciste”

Levántate y vuelve a Canaán

Dios le reveló que ya era tiempo de regresar a Canaán. Aunque el mensajero prometido por su madre nunca llegó, Jacob entendía lo que eso implicaba: Esaú aún guardaba rencor y todavía quería matarlo. Pero Dios no lo había olvidado. Le dio sabiduría, estrategia, y protección para formar un rebaño fuerte y completamente suyo.

Así continúa la historia: Dios interviene una vez más, transformando el temor en provisión, y la injusticia en bendición.

Rebaños fuertes

Génesis 30:37-39, 41: Entonces Jacob cortó unas ramas…, y las peló para que se pudieran ver rayas blancas. Luego colocó las ramas que había pelado en frente de los rebaños en el sitio donde…las ovejas se apareaban en frente de las ramas, tenían crías manchadas, rayadas o negras… Cada vez que los animales más fuertes del rebaño se apareaban, Jacob les ponía las ramas peladas en frente de sus ojos para que las vieran cuando se apareaban. 

Manchadas, rayadas y fuertes

Así que, aunque Jacob comenzó con un rebaño compuesto únicamente por ovejas blancas, Dios hizo que nacieran animales manchados, rayados y completamente negros—y eran los más fuertes del rebaño. Jacob no era experto en genética, pero Dios le dio la idea, y Él proveyó.

Jacob no pudo descansar; Dios obró a través de su esfuerzo constante. Separó los animales manchados, rayados y negros de los blancos, tal como lo había acordado con su suegro. Así fue formando su propio rebaño, y se volvió un hombre muy rico, con muchos rebaños, camellos, burros, y sirvientes leales a él.

Pero Labán no quería que Jacob tuviera más que él. Cambió el salario de su yerno una y otra vez: primero dijo que le pagaría con las ovejas manchadas, luego con las rayadas, y así lo cambió diez veces.

No importó cuántas veces Labán le cambió el salario—Dios fue fiel. Hizo que los rebaños produjeran exactamente el color que Labán nombraba como pago. Dios no permitió que Labán perjudicara a Jacob.

Así continúa la historia, leyendo cómo la riqueza de Jacob transformó la actitud de Labán hacia su yerno.

Este ladrón de cuñado se apoderó de nuestra herencia

Génesis 31:1-3: Un día Jacob escuchó a los hijos de Labán hablando. Ellos dijeron:

 «Jacob se apoderó de todo lo que le pertenecía a nuestro papá. Se ha convertido en un hombre rico por medio de las cosas de nuestro papá».

Luego se dio cuenta de que Labán ya no se portaba con él como antes. El SEÑOR le dijo a Jacob: «Regresa a la tierra de tus padres, donde naciste. Yo estaré contigo».

¿Ladrón o bendecido?

Se dice que los hijos de Labán envenenaron su corazón contra Jacob, acusándolo de ser el peor de los ladrones. Después de que Jacob adquirió tanta riqueza, Labán dejó de fingir amabilidad; la fachada se rompió.

Pero el problema no era Jacob, sino la envidia que sus cuñados sentían al ver la bendición que Dios derramaba sobre él. No olvidemos que Jacob, quien había crecido como hijo privilegiado sin necesidad de trabajar, se convirtió en un trabajador incansable. Aunque tenía la bendición de Dios, no descansaba; trabajaba cada día hasta el anochecer, con la bendición de Dios sobre sus manos.

Jacob no afectó la herencia de sus primos; simplemente, su riqueza eclipsaba la de Labán. Lo que Dios había hecho en su vida era evidente, y los bienes de Labán, en comparación, parecían poco.

Jacob les comunicó todo esto a Raquel y Lea, junto con su plan de abandonar la casa de su suegro. Ambas mujeres, cansadas de la manipulación de su padre y conscientes de la bendición que Dios había dado a su esposo, estuvieron de acuerdo en huir de la casa de su padre hacia una tierra desconocida.

Las hermanas se unieron para quejarse de su padre

Génesis 31:14-16: Entonces Raquel y Lea le respondieron:

—Nuestro papá no tiene nada para darnos cuando se muera. Nos trata como extrañas. Nos vendió y ya se gastó lo que recibió por nosotras. Toda la riqueza que Dios le quitó a nuestro papá, en realidad nos pertenece a nosotros y a nuestros hijos. Entonces, haz todo lo que Dios te dijo que hicieras.

Nos vendió y ya se gastó lo que recibió por nosotras

En aquel entonces, era raro que una mujer recibiera herencia al morir su padre, así que ni Lea ni Raquel debían esperar nada de Labán. Aun así, se quejaron de que las había vendido; irónicamente, era Jacob quien vivía como esclavo, trabajando sin salario.

Afirmaron que su padre ya había gastado todo lo que recibió por ellas—aunque en realidad, Labán no recibió nada, sino que simplemente evitó pagarle a Jacob. Se percibe el resentimiento de las hermanas: opinaban que las riquezas que Dios había dado a Jacob les pertenecían a ellas y a sus hijos.

A fin de cuentas, estuvieron de acuerdo en huir sin despedirse de nadie, mucho menos de Labán. Jacob no quiso darle la oportunidad de engañarlo una vez más ni de dificultar su salida. Aunque Dios le había instruido salir, Jacob eligió huir—porque aún tenía miedo, a pesar de la bendición del Señor.

Esperaron hasta los días en que Labán y sus hijos estaban en el campo esquilando ovejas. Jacob y su familia se prepararon para el viaje, alistando a los niños y los animales para el larguísimo camino a Canaán, donde comenzarían una nueva vida.

Antes de partir, Raquel robó los ídolos que su padre usaba para adivinar el futuro. Tal vez los quería para usarlos ella misma, o para venderlos como algo de valor, sin depender del Dios de Jacob. Según la tradición rabínica, los ídolos a veces se usaban como prueba de propiedad. Si fue así, Raquel los tomó como un plan B: por si el viaje no salía bien, podría regresar y reclamar lo que consideraba suyo.

Así que Jacob tomó todo lo suyo mientras su tío no estaba, procurando evitar ser estafado por el gran estafador. En el próximo estudio, veremos si su plan funcionó.

Reflexión

1.      ¿Qué haces cuando sientes que Dios te ha bendecido, pero aún enfrentas temor o injusticia? Jacob tenía la bendición, pero huyó con miedo. ¿Cómo manejas tú esa tensión entre fe y vulnerabilidad?

2.      ¿Has sentido alguna vez que tu esfuerzo no ha sido reconocido, como Jacob trabajando sin salario? ¿Cómo respondes cuando otros se benefician de tu trabajo, pero no lo valoran?

3.      ¿Qué te impulsa más en tus decisiones difíciles: la fe en lo que Dios ha dicho, o el deseo de tener un “plan B” como Raquel con los ídolos? ¿Dónde está tu confianza cuando el futuro parece incierto?

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