Los hermanos de José regresaron a Egipto

¿Los hermanos de José cambiaron?

La hambruna seguía, y el trigo que los hermanos de José trajeron al campamento de su padre Jacob casi se había agotado. En Canaán, nadie sabía que la escasez duraría siete años; quizá Jacob pensó que nunca necesitarían regresar a Egipto, dejando a Simeón pudrirse en una cárcel egipcia.

Cuando Jacob les ordenó volver a Egipto para comprar más alimento, parecía haber olvidado las instrucciones estrictas del gobernador de Egipto. Entonces Judá le recordó que, si regresaban, tendrían que llevar a Benjamín. Jacob se quejó, preguntando por qué habían mencionado al gobernador que tenían un hermano menor. Ellos respondieron que lo hicieron para defenderse de la acusación de ser espías.

Judá, sin embargo, insistía en volver: a fin de cuentas, tenía gemelos hambrientos. Así comienza la historia del segundo viaje a Egipto, marcado por el regaño de Judá a su padre.

El regaño de Judá

Génesis 43:8-10: Después Judá le dijo a su papá, Israel:

—Manda al muchacho conmigo, déjanos ir de una vez para que así tú, nosotros y nuestros hijos, sobrevivamos. Yo mismo te garantizo que estará a salvo. Puedes hacerme responsable de él. Si no te lo traigo de regreso, me puedes culpar toda la vida.  Si no nos hubieras retrasado ya habríamos hecho dos viajes.

Si no nos hubieras retrasado ya habríamos hecho dos viajes

Aunque Judá lo regañó, Jacob finalmente cedió y permitió que Benjamín viajara con sus hermanos. Además del dinero para comprar trigo, les entregó el dinero que habían encontrado en sus costales en la primera compra, junto con regalos para el gobernador, esperando suavizar su corazón: bálsamo, miel, perfume, mirra, pistachos y almendras. Algunos de estos productos no se encontraban en Egipto, y seguramente agradarían al gobernador, sin saber que también le harían extrañar a su padre aún más. Con el doble de dinero y los presentes, los envió a Egipto, lamentando que quizá sería la última vez que vería a Benjamín. Parecía no importarle demasiado recuperar a Simeón.

Los hermanos tomaron todo, junto con Benjamin, y se apresuraron hacia Egipto. Al llegar, se presentaron ante el gobernador. Cuando José vio a su hermano menor, ordenó que fueran llevados a su casa y dio instrucciones a su siervo de matar un animal y prepararlo para ellos. El siervo obedeció, aunque seguramente lo consideró extraño, pues los egipcios no solían comer ciertos animales que veneraban como dioses. Cuando los hermanos se dieron cuenta de que los llevaban a la casa del gobernador, se llenaron de temor, pensando que serían castigados. Así continúa la historia, con la incertidumbre de lo que les esperaba.

¿Qué hacemos aquí?

Génesis 43:18:  Los hombres se asustaron porque los llevaron a la casa de José, y dijeron: —Nos trajeron aquí por culpa del dinero que nos volvieron a meter en nuestros costales la primera vez. Él quiere atacarnos y atraparnos, nos va a convertir en sus esclavos y se va a quedar con nuestros burros.

Él quiere atacarnos y atraparnos

Los hermanos todavía no entendían nada. ¿Qué haría un hombre tan rico y poderoso como el gobernador con unos simples burros? Llenos de miedo, se acercaron al encargado de la casa y trataron de explicarle lo sucedido: que en su primer viaje habían encontrado el dinero en sus costales y no sabían cómo había llegado allí.

Así continúa la historia, con la respuesta del siervo, que seguramente José le había instruido darles.

Dios pagó por todo

Génesis 43:23: Entonces el siervo les dijo:

—Cálmense. No se asusten. Su Dios, el Dios de su papá, les debe haber metido el dinero en sus costales. Yo mismo recibí su dinero la vez pasada.

Luego el siervo trajo a Simeón ante ellos. 

Todo estará bien, ¿o no?

Después de escuchar la respuesta del siervo y reunirse con Simeón, los hermanos parecieron calmarse: quizá esta vez saldrían sin problema. Fueron conducidos a la casa del gobernador, donde les lavaron los pies, llenos de polvo y mugre tras el largo viaje.

José llegó a su casa, y sus hermanos se postraron nuevamente ante él —como en el sueño que había tenido años atrás— y le entregaron los regalos que su padre había preparado. José sabía bien que fue su padre, y no ellos, quien los había escogido. Sin revelar su identidad, les preguntó cómo estaban y si su padre aún vivía. Ellos, asustados y sin comprender del todo qué hacían allí, respondieron que todavía vivía.

José vio a Benjamín, lo saludó y enseguida tuvo que salir, incapaz de contener las lágrimas. No veía a su hermanito desde que era un niño pequeño. Lloró, se lavó el rostro y regresó con sus hermanos, ordenando que sirvieran la comida. Sin embargo, José comió en una mesa aparte de ellos. Los egipcios no compartían una mesa con los hebreos, ni comían los animales que sus hermanos acostumbraban. Para los egipcios, consumir carne de res, ovejas o cabras era una blasfemia asquerosa contra sus dioses, que tomaban esas formas. Así continúa la historia, con otra pista de su identidad que José dejó entrever en la comida.

¿Cómo sabe cuándo nacimos?

Génesis 43:33-34: Los siervos de José los sentaron a la mesa en orden, desde el mayor hasta el menor ante él. Por eso los hermanos se miraban asombrados. Luego José les ordenó a sus siervos que les llevaran comida a sus hermanos, pero la porción de Benjamín era cinco veces más grande que la de los otros. Entonces ellos festejaron y bebieron con él.

Solo, siempre solo

Los hermanos todavía no tenían idea de quién era el gobernador. Cuando parecía que todos regresarían a Canaán sanos y salvos con abundante trigo, celebraron juntos. Pero José no fue parte de su celebración. Entendía cada palabra que decían, pero no podía participar. Nunca había compartido sus fiestas ni sus conversaciones como un hermano igual; siempre lo habían tratado como un intruso. José observó la reacción de sus hermanos al ver que favorecía a Benjamín. El texto no dice que lo tomaran a mal, sino que festejaron.

José aún no había terminado de probar a sus hermanos. Les estaba dando una oportunidad de demostrar que habían cambiado, que no tratarían a Benjamín como lo habían tratado a él. Además de querer pasar más tiempo con su hermano menor, buscaba protegerlo de cualquier peligro que pudiera venir de ellos. Así continúa la historia, con las instrucciones que José dio a su siervo encargado de la casa.

Una prueba más

Génesis 44:1-2: Después José le ordenó al siervo encargado de su casa:

—Llénale los costales a los hombres con toda la comida que puedan cargar. Después dejen el dinero de cada uno en el tope de su costal. Pon mi copa, mi copa de plata, en el tope del costal del menor, al lado de su dinero. El siervo hizo lo que José le había dicho que hiciera.

Tender una trampa

A la mañana siguiente, sin sospechar nada, los hermanos emprendieron su viaje de regreso. Apenas salieron de la ciudad, José envió a su siervo principal tras ellos. Al alcanzarlos, el siervo les preguntó por qué habían robado la copa de su señor. Indignados, respondieron que jamás harían tal cosa, recordándole que habían sido honestos al devolver el dinero encontrado en sus costales la primera vez.

Aun después de aquella experiencia inexplicable, juraron que, si alguno de ellos tenía la copa, ese moriría y los demás se quedarían en Egipto como esclavos. Los hermanos no habían aprendido a evitar promesas necias. Así continúa la historia, con la búsqueda de la copa entre sus pertenencias.

Mi hermanito el ladrón

Génesis 44:10-13: Entonces el siervo dijo:

—Será tal como ustedes dijeron. Si la copa la tiene alguno de ustedes, se convertirá en mi esclavo, pero el resto de ustedes quedará libre.

Rápidamente, todos bajaron su costal al suelo y lo abrieron.  El siervo los revisó comenzado con el del hermano mayor y terminando con el del menor. Y encontraron la copa en el costal de Benjamín. Ellos rasgaron su ropa demostrando su tristeza, cada uno volvió a montar las cosas sobre su burro y todos regresaron a la ciudad.

Todos regresaron con Benjamin

La promesa necia que los hermanos habían jurado fue modificada sabiamente por el siervo, quien propuso que solo el culpable quedara como esclavo, mientras los demás serían libres. Pero cuando descubrieron que Benjamín era el supuesto ladrón, todos regresaron juntos a la casa del gobernador. No iban a permitir que su hermano menor cargara solo con la culpa ni que quedara abandonado en una tierra extranjera.

José los esperaba en su casa. Al llegar, los hermanos se postraron nuevamente ante él, cumpliendo otra vez el sueño que había tenido en su juventud. Así continúa la historia, con lo que sucedió en ese encuentro decisivo.

¡No hay nada que le podamos decir!

Génesis 44:15-17: José les dijo:

—¿Por qué hicieron eso? ¿Acaso no saben que un hombre como yo puede adivinar las cosas?

Judá dijo:

—Señor, ¡no hay nada que le podamos decir! No tenemos manera de explicar. No hay forma de mostrarle que somos inocentes. Dios nos juzgó culpables por otra cosa que hicimos. Entonces, todos nosotros seremos sus esclavos, incluso el que fue encontrado con la copa.

Entonces José dijo:

—¡No haré que todos sean mis esclavos! Sólo el hombre que robó mi copa será mi esclavo, los demás se pueden ir en paz a donde está su papá.

Solo quiere a Benjamin

Es interesante que José ni siquiera mencionó el dinero encontrado en sus costales. Vio que todos regresaron con su hermanito y su ropa rasgada, sabiendo lo que eso significaba, lo cual le suavizó el corazón, pensando que a lo mejor habían cambiado.

¿Por qué José les dice que el puede adivinar las cosas? José estaba actuando como un alto funcionario egipcio. En esa cultura, los gobernantes y sacerdotes eran vistos como personas con poderes especiales, capaces de interpretar sueños, señales o incluso practicar artes de adivinación. Con esta frase, José reforzaba su papel y hacía más creíble su identidad. También, José les estaba recordando que no podían engañarlo; quería ver si sus hermanos habían cambiado. Al insinuar que tenía poderes de adivinación, estaba poniendo a prueba su reacción: ¿seguirían mintiendo o se rendirían a la verdad? Aunque José no practicaba la adivinación egipcia, sí tenía un don real de parte de Dios: la interpretación de sueños. Su frase puede ser vista como una ironía: ellos pensaban en poderes ocultos, pero en realidad era Dios quien le daba discernimiento.

Judá se atrevió a acercarse al gobernador y le dio un resumen de todo lo que había sucedido entre sus hermanos y él hasta ese momento, explicándole por qué no podía regresar sin Benjamín. En su relato, confirmó la mentira de que uno de ellos había sido matado. ¿Cómo se sintió José al escuchar esa mentira, dicha por el mismo hermano que había propuesto venderlo? Así concluye la escena, con lo que Judá le propuso al gobernador.

¿Judá cambió?

Génesis 44:32-34: »Yo le garanticé a papá que le llevaría de regreso al muchacho. Le dije: “Si no te lo traigo de regreso, puedes culparme toda la vida”. Por lo tanto, le ruego que me deje ser su esclavo a cambio del muchacho, y deje que él se vaya con sus otros hermanos.  No puedo regresar a donde está mi papá si el muchacho no está conmigo. Me daría miedo ver el sufrimiento que se apoderaría de mi papá.

Le ruego que me deje ser su esclavo a cambio del muchacho

La súplica de Judá sonó verdadera. No quería pasar otros veinte años viendo a su padre sufrir, ni mucho menos matarlo con la noticia de que Benjamín no regresaría jamás. Es probable que trataran a Benjamín mejor que a José, no tanto porque hubieran cambiado, sino porque no soportaban la tristeza miserable de su padre desde la desaparición de José. ¿Pero rogar que él se quedara en lugar de Benjamín sería suficiente? La respuesta se revelará en el próximo estudio.

Reflexión:

1.      ¿Por qué los hermanos no reconocieron a José? ¿Cómo la ceguera espiritual puede cegarnos a la voluntad de Dios?

2.      ¿Cómo la estrategia de José —mezclando pruebas, favores y severidad— nos enseña sobre el discernimiento necesario antes de reconciliarnos con quienes nos han herido?

3.      ¿Qué nos muestra la reacción de Jacob y de los hermanos frente al riesgo de perder a Benjamín acerca de cómo el miedo puede moldear nuestras decisiones? ¿Crees que los hermanos consultaron a Dios antes de tomar alguna decisión?

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