José reveló su identidad a sus hermanos

El perdón no requiere reconciliarse

En el estudio anterior, los hermanos de José habían regresado a Egipto, esta vez llevando a Benjamín tal como el gobernador les había ordenado. Todavía no sabían que era su hermano, así que se postraron ante él, temerosos de su autoridad, cumpliendo el sueño que José había tenido en su juventud.

Comieron juntos, y al día siguiente emprendieron el regreso a Canaán. Sin saberlo, José había colocado su copa de plata en el costal de Benjamín y envió a su siervo principal para alcanzarlos. Cuando los alcanzó, exigió que el culpable se quedara para siempre en Egipto. Al encontrar la copa entre las pertenencias de Benjamín, todos los hermanos regresaron juntos a la casa del gobernador, y suplicaron por la vida de su hermano menor.

Judá se acercó al gobernador, y le relató un resumen de lo sucedido en los últimos años con su padre. En su discurso, volvió a propagar la mentira de que uno de sus hermanos había sido devorado por una bestia silvestre. Nadie sospechaba que estaban en la casa de ese mismo hermano, quien no había muerto, sino que había sido vendido por ellos mismos.

A pesar de sostener la mentira, la súplica de Judá le sonó verdadera. Judá no quería pasar otros veinte años viendo a su padre sufrir, ni mucho menos matarlo con la noticia de que Benjamín no regresaría jamás. Parece que trataban a Benjamín mejor que a José, no tanto porque hubieran cambiado, sino porque no soportaban más la lamentación de su padre.

Al escuchar la súplica de su hermano, José ya no pudo contenerse. En este estudio veremos cómo José reveló su identidad a sus hermanos, cuál fue su reacción y cómo los perdonó sin llegar a reconciliarse plenamente con ellos.

Soy José, el hermano que vendieron

Después del discurso de Judá, José ordenó a todos sus siervos que salieran de la habitación. Aun sin empleados presentes, el texto dice que lloró tan fuerte que todos los egipcios lo escucharon. Cuando logró recomponerse lo suficiente para hablar, les declaró que era José, su hermano. Con la salida de los siervos, incluso del intérprete, José tuvo que hablarles en hebreo, otra prueba irrefutable de que realmente era él.

Los hermanos quedaron tan alterados que no sabían qué responder: habían venido a la casa del gobernador para suplicar por la vida de Benjamín, y ahora este hombre, que parecía totalmente egipcio, afirmaba ser su hermano José.  José volvió a preguntar si su padre aún vivía. ¿Por qué repetir la pregunta? Tal vez por la misma razón que los había probado en sus visitas anteriores: no confiaba en ellos. Durante los años había perdonado su maldad, pero no era ingenuo para depositar su confianza en quienes lo habían traicionado.

Ninguno respondió; José percibió que no sabían qué decir. ¿Cómo había sobrevivido a lo que le hicieron? ¿Iba ahora a matarlos o venderlos como esclavos? Entonces les pidió que se acercaran. Así comienza la historia con las hermosas palabras que José dirigió a todos sus hermanos.

Me vendieron, pero era Dios quien me mandó aquí

Génesis 45:4-8: …José les dijo:

—Yo soy su hermano José, el que ustedes vendieron como esclavo a Egipto. No se preocupen ni se enojen con ustedes mismos por haberme vendido, pues Dios me mandó antes que ustedes para salvar vidas. Ya llevamos dos años de hambre en la tierra, y todavía quedan otros cinco años sin que se pueda cosechar.  Pero Dios me envió antes que ustedes para asegurarse de que algunos de ustedes sobrevivan en la tierra, y permitirles que vivan de una manera extraordinaria.  Por lo tanto, no fueron ustedes los que me enviaron aquí, fue Dios. Me convirtió como en un padre para el faraón, señor de toda su casa y gobernador de toda la tierra de Egipto.

Dios me mandó antes que ustedes para salvar vidas

Por la misericordia de Dios, José alcanzó a ver la historia más amplia y el propósito de su vida: que su venta como esclavo había servido para salvar muchas vidas. Les dijo que no debían enojarse consigo mismos por lo que hicieron, aunque era evidente que seguían angustiados por su pecado. Su relación con ellos nunca sería restaurada por completo; siempre quedaría un sentimiento de desconfianza en José y un remordimiento persistente en sus hermanos.

Les informó que apenas habían vivido el inicio de la hambruna y que aún quedarían cinco años más. Nadie le preguntó cómo lo sabía; era evidente que, si había sobrevivido ser vendido, fue porque Dios mismo se lo había revelado.

A pesar de tener alrededor de treinta y nueve años, José se describió como un padre para el mismísimo faraón. No sabemos cuántos años tenía el faraón, pero quizá había tomado el trono siendo muy joven, y por eso valoraba tanto el buen juicio y la sabiduría de su gobernador hebreo. En lugar de despreciar a los hebreos por su fe en un solo Dios y por sus costumbres alimenticias, vio en José a un hombre favorecido por Dios, capaz de salvar a Egipto de la extinción.

Traigan a mi papa- y pueden venir también

Después de revelar quien era, José envió a sus hermanos de regreso a Canaán para anunciarle la noticia a su padre y traerlo junto con Benjamín. Aunque no mencionó que su padre jamás confiaría en ellos por la mentira sostenida y la maldad cometida contra su hijo predilecto, sin duda los hermanos pensaban en el castigo pendiente. José les informó que recibirían la tierra de Gosén, donde ya no vivirían como intrusos como en Canaán. Les instruyó traer a todos los suyos y sus posesiones. Pero surge la pregunta: ¿José se precipitó? ¿Dios realmente quería que Su pueblo dejara la tierra prometida por 400 años? En estudios futuros, contestaremos esta duda.

Esperen- ¿hicieron qué?

Era la primera vez que Benjamín escuchó la verdad. Toda su vida había estado marcada por una mentira de grandes proporciones. ¿Cómo reaccionó? Tal vez se enojó con sus medio hermanos y sintió una lealtad más profunda hacia su hermano mayor, el otro hijo de Raquel. Quizás ya no quería regresar con ellos, pues ahora desconfiaba de quienes habían engañado a su padre durante tantos años.

José abrazó a Benjamín y ambos lloraron: lloraron por la maldad de sus medio hermanos, por la madre que habían perdido, por los años desperdiciados y por el alivio de poder estar juntos por fin. Entonces José les dijo: “Ahora ustedes y mi hermano Benjamín saben que sí soy yo el que les está hablando,” (Génesis 45:12).

José fue misericordioso: abrazó y besó a cada uno de sus hermanos. Después de eso, el relato dice que comenzaron a hablarle. ¿Qué dijeron primero? Tal vez no fueron disculpas; aún estaban impactados. Quizás le hablaron de su padre anciano, de su hermana Dina, de Tamar, y de las familias que habían formado con sus esposas e hijos. Es posible que José, en ese momento de intimidad, les presentara también a su esposa Asenat y a sus hijos Manasés y Efraím, mostrando que la vida que ellos le habían negado en Canaán había florecido en Egipto bajo la mano amoroso de Dios.

El faraón se enteró de la visita

El texto dice que el llanto de José fue tan fuerte que llegó hasta la casa del faraón, y así se enteró de que los hermanos de su gobernador habían venido. El relato especifica que al faraón le agradó la noticia, lo cual indica que no supo que ellos lo habían vendido como esclavo. Sin duda, de haberlo sabido, habría querido proteger a José y castigar severamente a quienes habían perjudicado a su querido compañero, el hombre que tanto lo había enriquecido y bendecido. Así continúa la historia con las instrucciones que el faraón dio a José respecto a sus hermanos.

Que toda tu familia venga

Génesis 45:17-20:  Entonces el faraón le dijo a José:

—Diles a tus hermanos que hagan esto: “Carguen sus burros con comida y vayan a la tierra de Canaán. Después traigan a su papá y a sus familias. Yo les daré las mejores tierras de Egipto, y comerán la mejor comida de la tierra”. Y ordénales esto: “Lleven carretas de Egipto para que traigan a sus mujeres e hijos. También traigan a su papá. No se preocupen si dejan allá sus posesiones. Les daremos lo mejor de Egipto”.

Les daremos lo mejor de Egipto

José ya les había dado las mismas instrucciones aun sin pedírselo el faraón, pero afortunadamente, éste estaba completamente de acuerdo. Los hermanos partieron hacia Canaán, y esta vez no salieron con el corazón pesado ni dejando a Simeón atrás, sino cargados con carretas, burros, provisiones y una muestra de lo mejor que Egipto ofrecía.

A cada uno José les entregó una muda de ropa nueva, pero a su hermano Benjamín le dio trescientas monedas de plata y cinco mudas de ropa. Al despedirse, les dijo: “No se vayan peleando por el camino,” (Génesis 45:24). ¿Fue una broma? Quizás no; todavía no confiaba en ellos. Tal vez hubiera preferido que Benjamín se quedara con él, pero no quiso angustiar más a su padre. Con esa advertencia, José les comunicó que los estaría vigilando, y que de ahora en adelante tendrían que comportarse como hombres respetuosos y responsables.

Sin duda, en el camino los hermanos repasaron distintas versiones de lo que le dirían a su padre como explicación de por qué José estaba en Egipto y no muerto. Posiblemente Benjamín quisiera que le dijeran la verdad, aunque eso los incriminara, pero no lograron ponerse de acuerdo en cómo explicárselo.

Llegaron a Canaán rápidamente en los carritos enviados por el faraón. Así continúa el final de esta historia con el momento decisivo: cómo terminaron comunicando esta noticia a su padre y cuál fue su reacción al escuchar que José, su hijo amado, aún vivía.

Este… pensamos que está muerto, pero ahora José es el gobernador de Egipto

Génesis 45:26-28: Le dijeron: «José está vivo y está gobernando toda la tierra de Egipto». Jacob no supo qué hacer, no les creyó lo que le decían. Ellos le contaron todo lo que José les había dicho. Y él vio todas las carretas que José había mandado para llevarlo de regreso a Egipto. Entonces Jacob se puso contento y emocionado. Luego Israel dijo: «Es suficiente, mi hijo José está vivo, iré a verlo antes de morir».

Jacob se puso contento

Parece que los hermanos no le confesaron que habían vendido a José, sino que le hablaron de lo que José había logrado en Egipto, junto con todos los regalos que le enviaba. Si le hubieran contado lo que hicieron por veinte monedas de plata, sin duda Jacob no se habría alegrado. Quizás Jacob intuía que sus hijos le habían hecho algún mal, pero eligió guardar silencio: quería morir en paz, cerca de su hijo predilecto. En el próximo estudio veremos el reencuentro tan esperado de José con su padre.

Reflexión:

1.      ¿Qué nos enseña la manera en que José revela su identidad sobre el poder de la verdad para sanar heridas profundas, aun cuando la confianza no se restaura?

2.      ¿Cómo podemos aplicar la actitud de José —perdonar sin necesariamente reconciliarse plenamente— a nuestras propias relaciones donde el daño ha sido profundo y la confianza difícil de recuperar?

3.      ¿Qué significa que José viera la mano de Dios en su sufrimiento, interpretando su venta como parte de un plan mayor para salvar vidas, y cómo podemos aprender a reconocer la obra de Dios en nuestras propias pruebas?

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