Jacob se reunió con Esaú

Ignoró los ángeles para enfocarse en su ansiedad

Después de engañar a su padre para recibir la bendición del primogénito, Jacob tuvo que huir de la furia de su hermano Esaú, temiendo que lo matara. Antes de partir, su madre le prometió enviarle un mensajero cuando Esaú se calmara, para que pudiera regresar. Lo que debió ser solo unas semanas en Padán Aram se convirtió en más de veinte años. Durante todo ese tiempo, Jacob no recibió ningún mensaje de sus padres. En su mente, eso significaba que Esaú aún deseaba matarlo.

Pero Jacob no tenía alternativa: acababa de hacer un pacto con Labán y ya no podía regresar a Padán Aram. Así que siguió su camino con todos los suyos, temeroso de lo que encontraría más adelante. Dios, sin embargo, sabía lo que Jacob iba a enfrentar, y quería asegurarle que estaba con él en todo momento.

Así comienza la historia del reencuentro entre Jacob y Esaú, con el encuentro celestial que Jacob tuvo en el camino.

Se encontró con unos ángeles

Génesis 32:1-2: Jacob continuó su camino y se encontró con unos ángeles de Dios. Cuando los vio, les dijo: «¡Este es el campamento de Dios!»… 

Había ángeles

Al principio de esta parte de la historia, leemos algo curioso: en el camino, Jacob se encontró con unos ángeles. La escena recuerda lo que aconteció hace unos veinte años, cuando Jacob viajaba a Padán Aram y soñó con la escalera al cielo. El texto no dice que nadie más los viera, ni que Jacob conversara con ellos; simplemente los vio, pero su propósito era confortarlo y recordar de la presencia eternal de Dios en todas las circunstancias.

Tal vez ver a los ángeles es el detalle más importante de la historia; esto nos muestra que, aunque Jacob tenía miedo, Dios quería mostrarle de forma tangible que estaba con él, protegiéndolo. Dios permitió que los viera para que supiera que, aun cuando no los veía, ellos estaban presentes. Sin embargo, a lo largo de esta historia, observamos a Jacob actuar como si no hubiera visto a los ángeles. Todo lo que hizo en los días inmediatamente posteriores a su encuentro angélico fue motivado por miedo. Dividió a su familia y sus bienes—algo que, si realmente confiara en Dios, no habría sido necesario. Preparó una gran cantidad de animales para regalar a Esaú, lo cual le costaría muchísimo, y tampoco era necesario.

Jacob es como nosotros: rezando en desesperación, viendo la obra de Dios en su vida, pero en vez de aferrarse a Él, aferrándose a su miedo. Mientras leemos lo que aconteció, recordamos que todo su esfuerzo no fue necesario; fue una reacción al miedo.

El grupo siguió su trayecto hacia una tierra que solo Jacob conocía, y entraron en el área donde Esaú vivía. Al saber esto, Jacob reaccionó con temor, y pensando lo peor, intentó evitar una tragedia, enviando a sus siervos para comunicarle a Esaú su entrada en su territorio.

Así continúa la historia, con las instrucciones que Jacob les dio a sus siervos.

Mensaje bajo presión

Génesis 32:4-5: Les dijo: «Díganle esto a mi señor Esaú: “Su siervo Jacob le manda decir: He vivido con Labán todos estos años. Tengo ganado, burros, ovejas, esclavos y esclavas. Mi señor, te mando este mensaje para pedir que nos aceptes”».

Por favor, no nos mates

Al acercarse al territorio de Esaú, Jacob quería dejar claro que no venía a reclamar nada, sino en son de paz. Aunque tenía la bendición del primogénito, le comunicó a su hermano que ya tenía todo lo que necesitaba. Durante su encuentro, Jacob llamó a Esaú “mi señor” varias veces, usando un lenguaje excesivamente formal. Este gesto expresaba respeto, pero también creaba una distancia: Esaú como amo, Jacob como siervo—lo opuesto a lo que implicaba la bendición que había recibido.

El texto no relata el intercambio entre los siervos de Jacob y Esaú, pero cuando regresaron, le dieron una noticia que seguramente le paralizó el corazón: Esaú venía a recibirlo con cuatrocientos de sus hombres. La mente de Jacob corría, su sangre se enfrió. ¿Iba a perderlo todo? Y si Esaú venía en paz, ¿por qué no envió una palabra de consuelo? Si ya no guardaba rencor, ¿por qué recibir a su hermano con un pequeño ejército?

Jacob actuó de inmediato, elaborando un plan para protegerse a sí mismo y a los suyos. Dividió a su familia, sus siervos, los rebaños, el ganado y los camellos en dos grupos, pensando que si Esaú destruía el primero, el segundo podría escapar. Como si los ángeles que había visto no fueran suficientes, Jacob le suplicó a Dios su protección, recordándole que fue Él quien le había instruido regresar a la tierra de su padre. Así continúa la historia, con una porción de la oración de Jacob en su momento más desesperado.

Oración desesperada

Génesis 32:10-11: No soy digno de todas las muestras de bondad y lealtad que has tenido conmigo, tu siervo. La primera vez que crucé el río Jordán sólo llevaba mi bastón. Ahora tengo tantas cosas, que me pude separar en dos grupos.  Por favor protégeme del gran poder de mi hermano Esaú. Tengo miedo de que venga a destruirme y a matar incluso, a las madres con sus hijos. 

Tengo miedo de que venga a destruirme

Pasaron la noche allí, y Jacob permaneció en vela, consumido por el miedo. Organizó unos 550 animales en grupos, asignando a cada uno un siervo encargado. Les instruyó que marcharan delante del resto, ofreciendo los animales como regalo para su hermano, con la esperanza de calmar su ira mediante tanta riqueza. A cada siervo le dio las mismas instrucciones, repitiendo su mensaje con precisión. Por miedo, parecía haber olvidado la visión de los ángeles que había tenido poco antes.

Así continúa la historia, con las palabras que Jacob dirigió a sus siervos mientras intentaba preparar el corazón de Esaú.

Un gran regalo para una gran ira

Génesis 32:17-18: Jacob le ordenó al primer esclavo:

 —Cuando te encuentres con mi hermano Esaú y te pregunte: “¿A quién le perteneces? ¿A dónde vas? ¿De quién son los animales que llevas ahí?”, tú le responderás: “Pertenecen a su siervo Jacob, son un regalo que él le envía. Mire, ahí viene él detrás de mí”.

Todo esto para mi hermano enojón

Jacob pensó que todos esos obsequios podrían calmar la ira de su hermano y esperó que lo recibiera con amabilidad. Vemos el pánico de Jacob, incluso después de haber visto a los ángeles y de haber orado. Durante la noche, se levantó y llevó a todos los suyos a cruzar el río—una acción que normalmente no se realiza en la oscuridad por razones evidentes. Pero cuando uno no pone su fe en Dios, toma decisiones precipitadas y tontas.

Las menos queridas primero

A la mañana siguiente, Jacob se enfrentó a su peor temor: vio a lo lejos a Esaú, acompañado por cuatrocientos hombres. Todavía enfocado en lo que veía y no en los ángeles ni en las promesas que Dios le había hecho, Jacob dividió a sus mujeres y niños como lo había hecho con sus rebaños. Puso primero a Zilpá y Bilhá con sus hijos, luego a Lea con los suyos, y por último a Raquel y José. Imagina cómo se sentían las concubinas, tratadas como mujeres desechables, y el resentimiento de Lea, quien le dio más hijos, pero recibió menos cuidado que su hermana Raquel. Jacob se colocó al frente de todos ellos y se inclinó siete veces ante su hermano.

Así continúa la historia, con el momento tan esperado del reencuentro entre Jacob y Esaú.

El odio convertido en amor

Génesis 33:4-5: Pero Esaú corrió a su encuentro y lo abrazó. Le lanzó sus brazos alrededor del cuello y lo besó. Los dos lloraron. Después Esaú vio a las mujeres y a los niños, y preguntó:

—¿Quiénes son los que están contigo?

Jacob respondió:

—Estos son los hijos que Dios me ha dado a mí, tu siervo.

En vez de matarlo, lo abrazó

Jacob no esperaba lo que sucedió. Aunque el texto no indica cuándo ocurrió, el resentimiento y la furia de Esaú habían sido reemplazados por amor fraternal. No mencionó nada del pasado; parecía que lo había perdonado, y hasta olvidado. Como lector, uno no sabe que el corazón de Esaú se había ablandado ni qué esperar de su reencuentro. ¿Iba a matarlos a todos? Pero eso no fue posible, porque Dios le había prometido a Jacob protegerlo—hasta le mandó ángeles para que los viera y se sintiera reconfortado.

Jacob presentó a sus mujeres e hijos, todos acercándose a Esaú e inclinándose ante él. Esaú no quería las pertenencias de Jacob; estaba contento con lo que tenía. Así termina esta parte de la historia, con la conversación entre los dos hermanos—una escena que no se construyó con palabras, sino con gestos de gracia, humildad y restauración.

Quédate con tus cosas

Génesis 33:8-11: Esaú preguntó:

—¿Qué sentido tenía mandar todos esos grupos con los que me encontré?

Jacob respondió:

—Esos eran para que me aceptaras, mi señor.

Entonces Esaú dijo:

—¡Hermano, yo ya tengo suficiente! Quédate con tus cosas.

Pero Jacob dijo:

—¡No! Por favor, si en verdad me aceptas, recibe mis regalos. Para mí verte es como ver la cara de Dios. Estoy feliz de que me hayas aceptado.  Te ruego que aceptes mi bendición que te traigo. Dios ha sido bueno conmigo, y yo tengo todo lo que necesito.

Entonces Jacob le rogó y Esaú aceptó. 

Jacob estaba aliviado, pero no confiaba

Tal vez más adelante Jacob lamentaría haber regalado a su hermano un obsequio tan grande y costoso, pero en ese momento sentía un diluvio de alivio: su hermano no lo había matado. Esaú lo animó a seguir su camino, ofreciéndole la protección de él y sus hombres. Aunque el texto no lo dice explícitamente, es evidente que Jacob no confiaba en él. En lugar de aceptar su propuesta, le dio una excusa: sus hijos estaban débiles, debían detenerse con frecuencia para cuidar de los animales y sus crías, y si caminaban demasiado en un solo día, podrían morir.

Entonces Esaú insistió en dejar al menos algunos de sus hombres para acompañarlos, pero Jacob también rechazó esa oferta, diciéndole que ya era suficiente con la amabilidad que le había mostrado. Quizás pensaba que Esaú podría cambiar de opinión, recordando cómo le había robado la bendición.

Con el tiempo, Esaú se había convirtido en un hombre rico, y ya no creía que le faltara nada de lo que la bendición prometía. Como su padre Isaac le había dicho más de veinte años atrás, cuando estuviera listo, dejaría de ser controlado por el odio y la envidia hacia su hermano.

Así que Esaú regresó con sus hombres, y Jacob y los suyos tomaron rumbo opuesto hacia una tierra llamada Siquén, en Canaán. Allí compró un terreno y vivieron por mucho tiempo. Finalmente, en reconocimiento de la presencia y protección de Dios, Jacob construyó un altar para honrarlo.

Reflexión

1.      ¿Qué haces cuando el silencio de alguien que amas se prolonga más de lo esperado? Jacob esperó noticias de su madre que nunca llegaron. ¿Cómo manejas tú la ausencia de respuesta en momentos de vulnerabilidad?

2.      ¿Qué te enseña el hecho de que Jacob no pudiera volver atrás, solo avanzar con temor y fe? ¿Has vivido alguna vez una situación donde el único camino era hacia lo desconocido?

3.      ¿Cómo te ha preparado Dios en momentos donde sabías que ibas a enfrentar algo difícil? Jacob recibió un encuentro celestial antes de ver a Esaú. ¿Has sentido que Dios te fortaleció antes de una confrontación importante?

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