¿Quién era Jacob?

Un tramposo se convierte en un elegido por Dios

El libro de Génesis dedica casi la mitad de sus capítulos a la vida de Jacob y la de sus doce hijos (y una hija). En este estudio repasaremos algunos momentos clave de su historia, aunque no todos, que ya hemos recorrido en nuestro estudio de Génesis.

Jacob era hijo de Isaac y Rebeca, y hermano gemelo de Esaú. Mientras Esaú era el favorito de su padre, Jacob lo era de su madre. Como primogénito, Esaú debía recibir la bendición especial, pero tanto Rebeca como Jacob deseaban que esa bendición recayera en el menor.

Así fue como Rebeca vistió a Jacob con la ropa de Esaú y lo envió a su padre para engañarlo y robarle la bendición. Con este episodio comienza nuestro estudio: la historia de cómo  Jacob engañó a su padre, y cómo Dios, en su soberanía, transformó a un tramposo en el elegido para llevar adelante su promesa.

Voz de Jacob, brazos de Esaú

Génesis 27:21-23: Luego Isaac le dijo a Jacob:

 —Hijo mío, acércate que te quiero tocar para saber si en verdad tú eres mi hijo Esaú.

Jacob se acercó a su papá, él lo tocó y dijo:

—Tu voz parece la de Jacob, pero tus brazos se sienten como los de Esaú.

Isaac no lo reconoció porque los brazos estaban velludos como los de su hermano Esaú, entonces lo bendijo.

Bendición robada

Cuando Esaú descubrió la trampa que su hermano había tendido a su padre, se llenó de furia y juró matarlo. Para preservar su vida, Jacob tuvo que huir esa misma noche, saliendo sin nada. Los días eran abrasadores y las noches heladas. Después de caminar mucho, al caer la oscuridad decidió acostarse. No tenía almohada ni frazada; tomó una piedra, la puso bajo su cabeza y se recostó en la tierra. El hijo bendito había caído muy bajo. Pero aun en ese momento de soledad y desesperación, Dios lo alcanzó. Así continúa la historia, con el sueño de Jacob.

La escalera al cielo

Génesis 28:12-15: En sueños vio una escalera que tenía un extremo en la tierra y el otro en el cielo, y había ángeles de Dios subiendo y bajando por ella.  Vio que el SEÑOR estaba parado a su lado y que le dijo: «Yo soy el SEÑOR, Dios de tu antepasado Abraham y Dios de Isaac. Les daré a tus hijos la tierra en la que ahora estás acostado. Tendrás más descendientes que partículas de polvo hay sobre la tierra. Se esparcirán por el norte, el sur, el oriente y el occidente, y todas las familias del mundo serán bendecidas por medio de ti y de tu descendencia.  Mira, estoy contigo, te protegeré dondequiera que vayas y te volveré a traer a esta tierra. No te abandonaré y cumpliré lo que te acabo de decir»

La puerta al cielo

Jacob despertó muy asustado, consciente de la presencia de Dios. Alterado, exclamó que aquel lugar debía ser la casa de Dios y la puerta del cielo. El Señor le había prometido tierras, descendientes y protección, cuando no tenía ni riquezas, ni amigos, ni un lugar donde descansar. Jacob había huido de Esaú creyendo en Dios, pero sin conocerlo realmente; ahora, en ese encuentro, se convirtió en siervo del Dios de su abuelo y padre.

Después de esto, ya no pudo dormir. Se levantó muy temprano, tomó la piedra que había usado como almohada y derramó aceite sobre ella, dedicándola al Señor. Aunque viajaba ligero, era común llevar aceite, pues servía para curar heridas. Así continúa la historia con lo que Jacob le dijo a Dios en la ceremonia de dedicación.

Si hace todo esto, será mi Dios

Génesis 28:20-22: Luego Jacob prometió: «Si Dios va a estar conmigo, me va a proteger en este viaje, me va a dar comida, vestido y me va a traer sano y salvo de regreso a la casa de mi papá, entonces el SEÑOR será mi Dios. Esta piedra que puse como recordatorio será casa de Dios y le daré a Dios una décima parte de todo lo que él me dé».

Si me da todo esto, le daré una décima parte de lo que me dio

Allí en el desierto, Jacob se convirtió en siervo de Dios, aunque seguía mostrando su carácter tramposo. En vez de agradecer al Señor por revelarse y por sus promesas, le hizo un trato: si lo protegía, lo aceptaría como su Dios y le daría el diezmo de todo.

Pero Dios ya le había asegurado que lo protegería dondequiera que fuera, sin pedirle nada a cambio. Le prometió que tendría muchísimos descendientes, que daría esa tierra a sus hijos, que sería antepasado del Mesías, que siempre lo devolvería a esa tierra y que nunca lo abandonaría. A cambio de esa protección, el trato que Jacob propuso fue ofrecerle a Dios el diezmo de todo lo que recibiera de Él.

Siete años para Raquel

Jacob se fue a vivir con su tío Labán, el gran estafador. Mientras trabajaba para él, se enamoró de su hija menor, Raquel. Como no había traído ninguna dote, acordaron que trabajaría siete años para poder casarse con ella. Por haber engañado a su padre y enfurecido a su hermano, Jacob no tenía nada. De no ser así, podría haber regresado a Canaán con una dote aún más impresionante que la que ofrecieron para su madre Rebeca. Resulta incomprensible que sus padres lo enviaran a Labán sin nada, aun en medio del caos de su huida.

Cuando cumplió el tiempo de trabajo para la dote, Jacob pidió a su tío que le entregara a Raquel, tal como había prometido. Labán organizó una gran fiesta de bodas. Debía haber sido el día más feliz de sus vidas. Pero no lo fue. Así continúa la historia, con el engaño de Labán en la noche de la boda.

Labán engaña a Jacob otra vez

Génesis 29:23, 25-27: pero, por la noche, Labán le llevó a su hija Lea, y Jacob tuvo relaciones sexuales con ella. …A la mañana siguiente Jacob se dio cuenta de que se había acostado con Lea y entonces le dijo a Labán:

—¿Por qué me hiciste esto? Trabajé muy duro para casarme con Raquel. ¿Por qué me engañaste?

Labán respondió:

—En nuestro país no se permite que la hija menor se case antes que la hija mayor. Cumple con la semana de celebración de bodas y también te daré a Raquel para que te cases con ella, si trabajas otros siete años para mí.

Si trabajas otros siete años para mí

Para Jacob parecía una eternidad, pero por fin cumplió trabajando 14 años para Raquel. Durante todo este tiempo no había acumulado nada para sí mismo, pero sus esposas le dieron muchos hijos que debía mantener. Jacob le dijo a su suegro que deseaba regresar a Canaán, pero Labán no quiso perder la labor de su yerno. Le preguntó cuánto salario quería para quedarse y seguir trabajando para él. Jacob le propuso una parte del rebaño, pero únicamente las ovejas que estaban manchadas, o rayadas, y todos los corderos negros, de modo que Labán no pensara que estaba quitándole mercancía valiosa. Tantos años cuidando ovejas, Jacob sabía muy bien cómo lograr que el rebaño creciera.

Después de cerrar el trato, Labán fue a sus rebaños, escogió todas las ovejas manchadas, rayadas y negras, y las escondió. Luego sus hijos las llevaron a tres días de distancia. Jacob se quedó cuidando únicamente las blancas, todas propiedad de Labán. No le quedaba otra opción, ¿verdad? Pero Dios habló a Jacob en un sueño y le dio un plan sobre lo que debía hacer. Así continúa la historia con lo que Dios hizo a favor de Jacob.

Yo vi todo lo que Labán te ha hecho

Génesis 31:10-12: »Una vez tuve un sueño en la época en que los animales se estaban apareando. Vi que las ovejas que se estaban apareando estaban rayadas, manchadas y punteadas. Después un ángel del Señor me dijo en el sueño:…“Levanta tus ojos y mira que todas las ovejas machos que se están apareando están rayadas, manchadas y punteadas. Yo vi todo lo que Labán te ha hecho. …Ahora, levántate de aquí y vuelve a la tierra donde naciste”

Génesis 30:37-39, 41: Entonces Jacob cortó unas ramas…, y las peló para que se pudieran ver rayas blancas. Luego colocó las ramas que había pelado en frente de los rebaños en el sitio donde…las ovejas se apareaban en frente de las ramas, tenían crías manchadas, rayadas o negras… Cada vez que los animales más fuertes del rebaño se apareaban, Jacob les ponía las ramas peladas en frente de sus ojos para que las vieran cuando se apareaban. 

Manchadas, rayadas y fuertes

Así, aunque Jacob comenzó únicamente con rebaños blancos y sin mancha, Dios hizo que nacieran ovejas manchadas, rayadas y totalmente negras; eran los animales más fuertes del rebaño. Jacob no era un experto en genética, sino que Dios le dio la idea. Jacob separó las ovejas manchadas, rayadas y negras de las blancas, tal como lo había acordado con su suegro. De este modo fue formando su propio rebaño y llegó a ser un hombre muy rico, con abundantes rebaños, camellos, burros y sirvientes leales.

Pero Labán no quiso que Jacob tuviera más que él. Cambió el salario de su yerno: primero dijo que le pagaría con las ovejas manchadas, luego cambió de opinión y afirmó que lo haría únicamente con las rayadas, y así cambió su pago diez veces. No importaba cuántas veces Labán alterara el acuerdo:  Dios era fiel e hizo que los rebaños produjeran exactamente el color que Labán había señalado como salario. Dios no permitió que Jacob fuera perjudicado. Así continúa la historia, mostrando cómo la riqueza de Jacob transformó la actitud de Labán hacia su yerno.

Este ladrón de cuñado se apoderó de nuestra herencia

Génesis 31:1-3: Un día Jacob escuchó a los hijos de Labán hablando. Ellos dijeron: «Jacob se apoderó de todo lo que le pertenecía a nuestro papá. Se ha convertido en un hombre rico por medio de las cosas de nuestro papá». Luego se dio cuenta de que Labán ya no se portaba con él como antes. El SEÑOR le dijo a Jacob: «Regresa a la tierra de tus padres, donde naciste. Yo estaré contigo».

Regresa a la tierra de tus padres

Como Dios le había instruido marcharse, no era necesario huir; sin embargo, Jacob sentía miedo a pesar de tener la bendición del Señor. Él y su familia esperaron hasta los días en que Labán y sus hijos estaban en el campo esquilando sus ovejas. Entonces se prepararon para el viaje, alistando a los animales y a los niños para el larguísimo camino hacia Canaán, donde comenzarían una nueva vida.

Volver a Canaán significaba reencontrarse con su hermano gemelo. Pero antes de reunirse con Esaú, en el camino de regreso a la casa de sus padres, Jacob luchó con Dios. En un acto de pánico, envió a toda su familia a cruzar el río en plena noche, algo impensable para quien está en su sano juicio. Jacob se quedó solo, en vela, ansioso por el inminente reencuentro con su hermano. En el silencio de la noche apareció un hombre de la nada, y luchó con Jacob hasta el amanecer. Así continúa la historia con la lucha entre Dios y Jacob.

Has luchado contra Dios

Génesis 32:25-28: Cuando el hombre se dio cuenta de que no podía derrotar a Jacob, lo golpeó en la unión de la pierna con la cadera, y esa parte se le dislocó.

Luego el hombre le dijo:

—Déjame ir, que ya está amaneciendo.

Pero Jacob dijo:

—No te dejaré ir a menos que me des tu bendición.

El hombre le preguntó:

—¿Cómo te llamas?

Y Jacob respondió:

—Jacob.

Después el hombre dijo:

—De ahora en adelante no te llamarás Jacob sino Israel, ya que has luchado contra Dios y contra seres humanos, y has ganado.

¿Dios se dejó vencer?

Dios, en forma humana —o mejor dicho, Jesús antes de su encarnación—, por alguna razón luchó con Jacob. Notamos que fue Dios quien inició la lucha. No pelearon unos minutos, sino toda la noche. Esto revela la determinación de Jacob: podía haberse rendido mucho antes, pero deseaba la bendición más que la comodidad. Dios podía haber ganado en cualquier instante. ¿Por qué eligió luchar con Jacob en vez de hablarle? Si lo amaba tanto, ¿por qué herirlo? Quizás porque Jacob no estaba escuchando; Dios sabía que debía tocar lo más valioso que tenía para alcanzarlo—su propio cuerpo. Antes, Dios  le había permitido ver ángeles, pero aun así, todo lo que Jacob hizo después de verlos estuvo motivado por el miedo.

Al ver que Jacob no iba a desistir, Dios le dislocó la unión entre la cadera y la pierna, una herida sumamente dolorosa que, además, dificultaba cualquier intento de huida frente a su hermano, dejándolo en una posición muy vulnerable. Jacob ya no luchó, sino que se aferró a Él, justo lo que Dios quería desde el principio. Ahora que estaba débil, era cuando realmente se mostraba fuerte; ahora escuchaba y confiaba en Dios, y no en su propia sabiduría.

Aunque Dios le dijo a Jacob que había luchado contra Él y había vencido, parece que Jacob perdió, como siempre perdemos cuando intentamos luchar con Dios. ¿En qué sentido, entonces, dijo Dios que ganó? A pesar de haber sido herido, Jacob obtuvo una perspectiva correcta de Dios, de sí mismo y de su papel en el mundo. Incluso con un dolor intenso, Jacob no se rindió hasta recibir la bendición.

Al amanecer, comprendió que jamás sería el mismo: además de ser bendecido y recibir el nuevo nombre de Israel, quedó cojo para el resto de su vida. Fue un momento de aferrarse a Dios; en pocos instantes iba a enfrentar a su hermano Esaú y ahora ni siquiera podía caminar bien, pero confiaba en que Dios estaba con él.

Jacob y su familia tuvieron que huir

Después de la violación de su hija Dina, y de que sus hijos destruyeron la ciudad de Siquén para vengarse, toda la familia y sus siervos tuvieron que huir. Entonces Dios le ordenó a Jacob que se estableciera en Betel. Así continúa la historia con las instrucciones que Jacob dio a todos sus familiares antes de marcharse.

Destruyan todos esos dioses ajenos

Génesis 35:2-4: Entonces Jacob le dijo a sus familiares y a todos los que estaban con él:

—Destruyan todos esos dioses ajenos que ustedes tienen, purifíquense y cámbiense de ropa. Nos iremos de aquí a Betel. Allá le construiré un altar al Dios que me escuchó cuando tenía problemas y que ha estado conmigo en donde yo he estado.

Entonces ellos le entregaron a Jacob todos los dioses ajenos que tenían en las manos y todos los aretes que tenían en las orejas. Y Jacob los enterró bajo la encina que estaba cerca de Siquén. 

Jacob ya no más

Una vez más, Dios se le apareció a Jacob y lo bendijo. Terminamos la historia de Jacob con el mensaje de Dios para Jacob.

Tu nombre será Israel

Génesis 35:10-12:  Dios le dijo: «Te llamas Jacob, pero de ahora en adelante tu nombre no será Jacob, sino Israel». Así que Dios lo llamó Israel. Y Dios le dijo: «Yo soy el Dios Todopoderoso. Ten muchos hijos y multiplícate. De ti saldrá una nación, incluso una unión de naciones. Hasta vas a tener descendientes que lleguen a ser reyes. La tierra que les di a Abraham y a Isaac, te la daré a ti, y después se la daré a tus descendientes». 

Reflexión

1.                  Dios le cambió el nombre a Jacob y lo transformó de un estafador en el patriarca de Israel. Aunque Dios no te haya cambiado el nombre, después de la salvación eres una persona completamente nueva. Como Jacob, piensa: ¿cómo eras antes de conocer a Cristo y qué ha cambiado en tu vida desde entonces?

2.                  Jacob luchó consigo mismo; tuvo que entregar a Dios su carácter engañoso y sus temores. ¿Qué aspectos de tu vida necesitas rendir ante Dios para que Él los transforme?

3.                  Mientras Jacob fue liberado de su antiguo carácter, el faraón aceptó esclavizar a los egipcios. ¿Qué diferencia ves entre la obra de Dios que libera y la obra del hombre que oprime?

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